Poesía para gente sencilla. Antonio Pérez Gil
dehesa en llamas
Llega mi savia hasta el suelo
como sangre que derramo
por esta tierra quemada
y este nuevo cementerio.
Veo a mi padre encendido
y en hoguera violenta
mi madre se ha convertido.
Mis hermanos abrasados
del mismo humo prendidos.
Vuela la leve ceniza
en un turbio torbellino.
Truena la sucia venganza
de un triste peón
del destino
que a traición
nos ha vendido.
Gime el bosque masacrado
llora el bosque ennegrecido.
Vuela un mensaje de peste
cruel presagio de lo inerte
que no tenía sentido.
Huele a quemado y pillaje,
y hasta mí llegan crujidos
del que muere en este infierno
que ha brotado enloquecido.
Indefensos solitarios
los que juegan con el viento,
recios troncos de madera
recia casta, recios leños.
Os ha tocado la suerte
de tener la misma muerte
del que expira
en estos montes,
para pagar desficacias
de innobles resentimientos
de audacias
que son quimeras,
y de ingratos violentos.
Y ahora traigo este lamento
de un maldito juramento
que ha destruido…
la vida.
Una de las veces que ardió la Dehesa del Saler (Valencia), hice esta poesía, que publicaron los diarios de la provincia.
el perdón
Volvió de nuevo
a mi vida
entre risas y alegrías
ese ángel
del perdón.
Pero que no tiene alas
ni una corona
ni nada.
Es sencillo y bondadoso
cuando te mira
a los ojos.
Con su mirada sencilla
te dice:
«Si perdonas,
no te humillas,
más bien
refrescas la herida
y se ensancha
el corazón».
espíritu libre
Soy un viajero
solitario.
No poseo
nada.
No pertenezco
a ningún sitio
ni a ningún
país.
Siento que estoy
muy lejos
de mi verdadero
hogar.
Soy un vagabundo
sobre la faz
de la tierra.
Llegué solo
y solo también
algún día
partiré.
itálica
¿Qué quedó de ti?
¡Oh, Itálica…!
Con tus columnas
dormidas
gastadas y
derruidas.
Tú, cuna de
emperadores,
primera ciudad
romana.
Calzadas de piedras
y pulidas losas.
De foro vacío.
Con calles sin gente
sin alboroto
y sin ruido.
Donde cruzan
los caminos.
Tiempos lejanos
dormidos en
el olvido.
Gloriosas hazañas
de unas vidas
olvidadas.
Que el impasible,
monótono tiempo
eternamente
se llevó.
la china sin mao
Un jarrón de porcelana, una flauta de bambú
con la Gran Muralla y la dinastía Manchú.
Farolillos de papel con fuego iluminan la noche.
Oraciones que vuelan hacia el cielo.
El gran mandarín viene con su coche.
Seiscientos eunucos, la Ciudad Prohibida
con la emperatriz y las concubinas.
El búfalo y Lao-tse y unos dignatarios
y cien secretarios se toman el té.
Castillos de fuegos de colores, un peinado con coleta.
El príncipe Wen vuela una cometa.
Un junco navega, caligrafía con pincel,
el emperador pasea con su favorita por el río Yangtsé.
La embajada inglesa, comerciar con Oriente,
los diablos extranjeros llegan por poniente.
La guerra del opio, una granja de patos
un tapiz dorado con dibujos de gatos.
Una luna de seda, la ciudad de Shangai
una linda dama, pasea en Pai-pei.
Rollito