Invitación a la fe. Juan Luis Lorda Iñarra

Invitación a la fe - Juan Luis Lorda Iñarra


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1. VIVIR DELANTE DE DIOS

       2. SITUARSE EN LA VIDA

       3. LA SOBRIEDAD

       4. EL DESEO DE SERVIR

       5. LA HONRADEZ

       6. LA ORACIÓN

       7. LA ALEGRÍA CRISTIANA

       9. LA FAMILIA Y EL SEXO

       1. HABLAR DE SEXO ES HABLAR DE VIDA

       2. DOS MANERAS DE PENSAR

       3. EL SEXO SIRVE PARA LA FAMILIA

       4. UNO CON UNA Y PARA SIEMPRE

       5. EL ABORTO

       6. EL OFICIO DE LA MADRE: MATRI MUNUS

       7. LA LUCHA CONTRA EL EGOÍSMO DE LA CARNE

       10. EL FINAL Y EL PRESENTE

       1. UNA IDEA DEL MÁS ALLÁ

       2. VIVIR DE ESPERANZA

       3. EL MÁS ALLÁ ESTÁ A UN PASO

       4. EL CIELO EN EL CIELO

       5. EL INFIERNO

       6. EL PURGATORIO

       7. LOS ÁNGELES

       11. VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO

       1. EL SERMÓN DE LA MONTAÑA

       2. LAS BENDICIONES DE DIOS

       3. EL TESTIMONIO CRISTIANO

       4. EL TRIGO Y LA CIZAÑA EN LA HISTORIA

       5. EL PADRENUESTRO

       6. EL AVEMARÍA

       7. GLORIA AL PADRE Y AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO

       12. LOS MISTERIOS DEL CRISTIANISMO

       1. LA NOCIÓN DE MISTERIO

       2. LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

       3. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

       4. PENTECOSTÉS Y LA IGLESIA

       5. LA SANTA LITURGIA

       6. EL ESPÍRITU SANTO

       7. DE NUEVO LA TRINIDAD

       SOBRE EL TEXTO

       AUTOR

       PATMOS, LIBROS DE ESPIRITUALIDAD

      PRESENTACIÓN

      ESTE LIBRO ESTÁ PENSADO para los que no saben mucho de la vida cristiana. Pero a todos nos conviene repasar las cosas que damos por sabidas, porque así relucen de nuevo.

      El Evangelio, el mensaje de Cristo, siempre es una buena nueva, una buena noticia. Para los que ya lo conocemos, para los que no lo conocen y para los que creen conocerlo, pero en realidad lo conocen muy poco o casi nada. Aprender y descubrir la novedad del Evangelio es un gran motivo de alegría y una luz para la vida.

      Para empezar, no hace falta decir más. En la nota final se explica brevemente la historia de este libro.

      1. DIOS

      1. PERO ¿EXISTE DIOS O NO EXISTE?

      Gran pregunta. Si hacemos una estadística en el mundo, más del setenta por ciento dirá que existe Dios o algo parecido. Una minoría importante, alrededor del diez por ciento, dirá que no existe. Y otro grupo en torno al quince por ciento dirá que no sabe si existe o no; o que no le interesa la pregunta. Así están las cosas al inicio del tercer milenio cristiano.

      Los clásicos rusos cuentan que la pregunta por Dios era frecuente entre los jóvenes de finales del siglo XIX. Discutían en los cafés y en las clases. Hoy es raro oír hablar de esto en los cafés; y mucho más entre los jóvenes. La cuestión ha desaparecido de los espacios públicos. La gente siente vergüenza de hablar de estas cosas o le parecen demasiado alejadas de la vida ordinaria.

      Hace decenios, en algunos bares y peluquerías, se ponía un cartel prohibiendo hablar de política o de religión. Era para evitar discusiones. No les faltaba razón. En estos temas importantes, sirve de poco discutir: se encienden las pasiones, pero no se aclaran las ideas. Las grandes preguntas son para pensar. Y, en realidad, se piensan poco a poco a lo largo de la vida. Cada uno elabora sus respuestas con lo que oye, le pasa y medita.

      Nadie duda de que la pregunta por Dios, en sí misma, es importante. Y también lo es en las grandes ocasiones, especialmente, ante la muerte propia o de los seres queridos, o cuando se echa de menos el sentido de la vida, o cuando se tiene una experiencia grande de belleza o felicidad al contemplar la naturaleza o intuir las profundidades del espíritu; o, al revés, ante el problema del mal cuando adquiere proporciones terribles. Pero en el rutinario día a día, quizá no hace falta. Pasan los días y quedan llenos de las cosas que tenemos que hacer, de las cosas que nos entretienen y que absorben nuestra mente.

      Hoy vivimos mucho más entretenidos que hace cien años. Sin punto de comparación. Se asustarían al saber que la mayoría pasa actualmente cerca de cinco horas diarias viendo la televisión, caminando con los auriculares puestos navegando en Internet o contestando mensajes. Los tiempos que antes quedaban vacíos o muertos se han llenado. No queda tiempo para aburrirse. Hemos cambiado el aburrimiento en evasión.

      Tampoco queda tiempo para meditar. Ha desaparecido el silencio que antes obligaba a las personas a pensar o, por lo menos, les daba una ocasión. Vivimos conectados, con sus ventajas y sus inconvenientes. Aunque con eso también se han dilatado e intensificado las relaciones personales y también las impersonales.

      Pero hoy, lo mismo que ayer, casi todas nuestras opiniones y nuestras respuestas nos vienen dadas, las hemos recibido del ambiente en que nos movemos, no las pensamos nosotros. Es lo normal y resulta cómodo, ahorra esfuerzo y tiempo, pero también es un poco preocupante y bastante inauténtico.

      Es muy oportuno plantearse en silencio las grandes preguntas de la vida. Y la más grande de todas es sobre Dios. Porque es también la pregunta sobre si el universo, las personas que queremos y nuestra propia vida tienen algún sentido o nos lo tenemos que inventar.

      La pregunta por Dios está relacionada con todas las grandes preguntas humanas: ¿de dónde venimos? ¿adónde vamos? ¿qué sentido tiene la vida?, ¿por qué y para qué existe el universo? ¿tiene algún fundamento la moral o nos la tenemos que inventar? y ¿hay algo tras la muerte? Y aquí mismo, ¿hay algo más que materia? ¿Tienen algún sentido humano y profundo la justicia, la solidaridad y el amor o solo son tics evolucionistas?

      También está relacionada con la respuesta a los grandes anhelos y esperanzas que llevamos en el fondo del corazón. El anhelo de felicidad y de una vida plena. El anhelo de amar y ser amado plenamente.


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