El Secreto De La Dominante. Diego Minoia

El Secreto De La Dominante - Diego Minoia


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podido notar si falta algo en la suite? Dinero, objetos de valor... - pregunta preocupado el Director. "¿Han forzado la pequeña caja fuerte de la suite?"

      - "Cuando subí a la suite, los clientes no se quejaron de ningún robo" - responde Terenzi - "En cuanto a la caja fuerte, no la habían activado y por eso estaba vacía."

      - Sí, pasa mucho" - comentó Manfredi, retomando uno de sus latiguillos favoritos: "Muchos clientes no utilizan la caja fuerte de todas las suites. Sobre todo a las mujeres les cuesta desprenderse de sus joyas y quieren tenerlas a mano para poder lucirlas en todo momento. Al hacerlo, se exponen al riesgo de robo, lo cual implica inevitablemente mis responsabilidades y socava el buen nombre de nuestro hotel."

      - "Afortunadamente, los casos de robo en este hotel han sido muy raros en el pasado" - subraya el investigador - "y, desde que activamos el sistema de tarjetas magnéticas para el acceso a las habitaciones, éste es el primer caso de intrusión. Sin embargo, no parece faltar nada" - se apresura

      a repetir - "El maestro Wang había dejado un anillo muy valioso y un par de gemelos de diamantes en un cajón, pero no se los llevaron. Tal vez los ladrones no los vieron, o fueron interrumpidos antes de encontrarlos y se vieron obligados a huir."

      - "Hay una cosa que me preocupa" - intervino John por primera vez - "Si la puerta no estaba forzada y las ventanas estaban cerradas por dentro, ¿cómo entró el ladrón? Los únicos que tienen la llave electrónica son los conserjes y el personal de recepción... pero yo soy personalmente responsable de la honestidad de mis chicos."

      - "Debemos actuar con rapidez y resolver esta desafortunada situación sin que se corra la voz" - se lamenta el director - "Nos perderíamos de ver esta noticia en los periódicos". Luego, con voz más segura, añade: - "Ahora voy a ir personalmente a pedir disculpas a los clientes por el desafortunado incidente... y espero que no quieran darle publicidad".

      - "Sí, yo también voy a subir" - añadió Terenzi - "Les he pedido que no toquen nada hasta que vuelva y no quiero que se impacienten."

      - Sería mejor que llevaras a Max contigo, él conoce a los dos chinos y podrá ayudarte a resolver la situación sin demasiadas complicaciones... los músicos se entienden. - sugiere Giovanni y luego concluye con tono firme -- "Mientras tanto voy a hablar con los chicos de guardia de la quinta planta para preguntarles si han notado algo extraño durante la noche."

      Al llegar a la suite 508 encontramos a Wang Shi en un estado de agitación comprensible en una persona en tal situación. Saber que unos desconocidos han entrado en tu alojamiento y han saqueado todos los lugares te produce una sensación de inseguridad y un sentimiento de impotencia y rabia. Nos acercamos a los dos chinos, que están de pie en medio del salón de la suite. Tras expresar mi pesar por el incidente, les presento al director del hotel.

      - "Me gustaría pedir disculpas a la propiedad y a los míos por lo ocurri-do. Son cosas que no suelen ocurrir en nuestro hotel" - comienza con una voz que tiembla vagamente de vergüenza.

      - "Les aseguro que estamos haciendo todo lo posible para encontrar al responsable y evitar que vuelvan a ocurrir cosas similares en el futuro".

      Como la gestión del asunto ha pasado a manos del Director, aprovecho para mirar a mi alrededor y sus voces se mezclan con mis observaciones mentales.

      - "Si lo desea, puedo poner a su disposición otra suite y hacer que trasladen su equipaje inmediatamente" - propone Manfredi.

      - "Eso no será necesario, gracias" - responde inesperadamente Tze Chen, el secretario de Wang, que hasta ahora se había mantenido al margen. Luego, como para justificar su intervención: - "Dada la hora

      tardía, el traslado sólo nos permitiría irnos a la cama al amanecer, y el maestro Wang Shi tiene importantes compromisos profesionales mañana. Me encargaré de que nadie le moleste esta noche" - añade con un tono vagamente amenazador que me sorprende en labios de un secretario de aspecto apacible y tranquilo.

      - "En todo caso" - concluye Manfredi con la intención de protegerse de cualquier posible sorpresa desagradable adicional - "Terenzi, nuestro responsable de seguridad, pondrá a uno de sus hombres en el pasillo hasta que hayamos aclarado este asunto".

      - "Exactamente" - confirma el sabueso - "Daré inmediatamente instrucciones para la vigilancia de la suite."

      Una vez dichas estas palabras, Manfredi y Terenzi se despiden y, mientras se van, me fijo en sus expresiones: la del policía está concentrada y la de Manfredi, aliviada. Teniendo en cuenta la razonable reacción de los dos huéspedes chinos, que no se quejaron ni formularon acusaciones contra la organización del hotel, imagino que Manfredi volverá a su habitación para retomar su sueño interrumpido.

      Ahora Wang Shi y Chen hablan entre sí en voz baja en chino. Aunque no conozco su idioma, puedo detectar un tono de agitación en su conversación. Les dejo confabular y continúo mi exploración visual de la habitación.

      El armario está abierto, las cajoneras tienen los cajones sacados y dejados con aberturas aleatorias seguramente por la premura de la búsqueda. Casi parece que el armario y los cajones se han quedado, inmóviles y asombrados, con la boca abierta, fijos en esas extrañas expresiones que la gente asume cuando se encuentra en situaciones imprevisibles e inusuales. Parte del contenido de los cajones está desparramado por el suelo. No me parece que haya nada en particular, las cosas habituales que uno se lleva de viaje: ropa, ropa interior, algunos libros....

      Sobre el escritorio están dispersas, en desorden y abiertas con el respaldo, algunas partituras musicales. Algunas han acabado en el suelo, abiertas. Reconozco por los títulos de las portadas que son las composiciones que se interpretarán en los conciertos del Auditorio y que unas horas antes me había comentado el maestro Wang al hablar del set list que había preparado.

      El hecho de que las partituras que quedan sobre el escritorio estén todas de espaldas, apoyadas sobre el piano como techos de dos aguas puestos por un niño con ganas de jugar, me deja una sensación extraña... como algo ya visto.

      ¡Por supuesto! La imagen me llega de repente, como un flashback

      cinematográfico. Veo a Fabienne en uno de los gestos que hace a menudo: busca algo en su bolso y, al no encontrarlo, se impacienta y le da la vuelta al bolso, sacudiéndolo para sacar el contenido.

      Siempre me ha parecido misterioso que las mujeres se las arreglen para meter todas las cosas imaginables en sus bolsos (sobre todo si son inútiles para usos prácticos comunes a otros seres vivos masculinos). Igualmente misterioso, si no más, es el hecho de que regularmente esos "agujeros negros" de diseño se lo tragan todo, negándose a devolver lo que los legítimos propietarios han puesto en ellos.

      Evidentemente, los diseñadores de moda van por delante de los científicos, ya que han descubierto cómo desmaterializar los objetos. ¿Quién sabe dónde van a parar todas las cosas que se introducen en los bolsos de las mujeres y no vuelven a aparecer en la tierra?

      Dejo estas reflexiones para la posteridad y envío un beso virtual a Fabienne porque gracias a ella he intuido un elemento importante. Los libros estaban revueltos como hace ella con su bolso cuando busca algún objeto y pierde la paciencia. Así que quien entró no buscaba objetos preciosos, como el desorden y la exploración de los cajones podrían sugerir a primera vista. Los objetos preciosos no se esconden entre las páginas de un libro, y menos aún entre las de una partitura de orquesta.

      Además, la intuición se ve confirmada por el hecho de que no le hayan quitado a Wang ni el precioso anillo ni los gemelos de diamante que forman parte de su "uniforme de trabajo" cuando dirige (me fijé en ellos en las fotos publicadas en los periódicos, que le mostraban con el brazo levantado en un clásico gesto de dirección).

      Entonces, si no buscaban objetos de valor... ¿qué querían los intrusos? A estas alturas, estoy convencido de que las partituras juegan algún papel en la historia, si no, ¿qué sentido tendría hojearlas y sacudirlas al revés?

      Mientras Wang Shi y Chen siguen intercambiando frases agitadas, o eso me parece (quizá los chinos siempre hablan así), me acerco a las partituras para observarlas mejor. Me he dado cuenta de que tienen muchos símbolos


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