Para una crítica del neoliberalismo. Rodrigo Castro
target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_0a6d85dd-b027-5050-ba50-c619cb70a487">17 «Este proceso de expansión [...] no produjo el fortalecimiento del Estado, sino, por el contrario, su debilitamiento». (Eucken, 2017: 59). Aquí citó Eucken, en 1932, a Schmitt (1931: 72 y ss).
18 Como ha dicho Andreas A. Böhmler, «los ordoliberales no creen factible un orden societario desde la simple conjugación entre economía y ética, sin consideración de la dimensión propiamente política de la vida social» (1998, 431).
19 Es importante comparar la conferencia de Rüstow, «Free Economy, Strong State», que luego cambió el título por «State Policy and the Necessary Conditions for Economic Liberalism» (Rüstow, 2017b: 143-151), con la de Carl Schmitt, «Strong State, Sound Economy». Sano para los ordoliberales era equivalente a ordo. Por supuesto que Eucken y Rüstow, como Hegel, deseaban separar al Estado de lo que consideraban males de la democracia de masas, pero también de los males de los intereses privados (Rüstow, 2017b: 146).
20 Para los elementos de esta agenda, descrita como fases de transiciones de la economía de guerra a la economía de paz, véase Rieter y Schmolz, 1993. Sobre todo la sección III del artículo, donde se defiende que «Todos ellos estuvieron, sin embargo, de acuerdo en que el orden (permanente) de la economía de mercado debía introducirse gradualmente (a través de un orden de transición) y no de manera abrupta». Como es natural confirman, sobre todo en la sección IV que «los elementos clave -ahora ampliamente olvidados- que constituyeron el imperativo de Friburgo -la consecución de un orden social y económico libre y humano duradero- en los años cuarenta».
21 Por supuesto que era una divisa, pero cuando se tradujo al español una obra de Müller-Armack, el título que se le puso fue Entre el capitalismo y el comunismo, un tercer camino? Esto era frecuente. En realidad se caracterizaba como un social-liberalismo y Franz Opperheimer lo llamó Dritten Weg. Véase: Grebing y Euchner, 2005.
22 Rüstow sin embargo se lo tomaba en serio (2017c: 155). El liberalismo le parecía una teología metafísica por la «validez incondicional de las leyes económicas» y el socialismo por la necesidad de su autoeliminación.
23 Por supuesto, Foucault, que siempre se había mostrado muy crítico e insensible a Marx, ahora llega a acusar a los líderes socialistas de traidores por abandonar a Marx. «Abandonos, herejías, traiciones, como lo prefieran», dijo (Foucault, 2007: 114). El resto, la búsqueda de una igualdad más fácil por la competencia, parecía una desnuda hipocresía.
24 Podría serlo en 1963, cuando quince años después la economía no la necesitaba. Pero Foucault quiere marcar el clímax de que la planificación era siempre la mínima posible. Cuando Schiller afirmó que toda planificación era peligrosa, Foucault pudo decir con alegre rotundidad: «Asunto terminado» (2007: 116).
25 Véase este texto de Rüstow: «La competencia como tal, apelando como lo hace únicamente al egoísmo como fuerza motivadora, no puede mejorar la moral de los individuos ni contribuir a la integración social; por esta razón es tanto más dependiente de otras fuerzas éticas y sociológicas cohesionadoras» (2017c: 155).
26 Pierre Dardot y Christian Laval (2013) exponen la competencia a partir del darwinismo del siglo xix (44 y ss.), que lanzan a la nueva racionalidad de los años 1980 (191 y ss.).
27 Rustow dijo que «la necesidad de solidaridad es una de las más valiosas y fundamentales necesidades humanas» (2017a: 170). A pesar de todo no se podía encontrar en el Mercado, pero sí en la empresa como co-determinación.
28 De forma clara Eucken dijo que «nuestros políticos no consiguen, si quiera, estar al nivel de los del siglo dieciocho» (2017: 64). Que eran los cameralistas se vio en Eucken, 2017: 67. Debo la pista de esta idea a Pierluigi Marinucci.
29 Como ha visto Lars Gertenbach, «Auf einer grundsätzlichen Ebene ist zunächst ersichtlich, dass sich der Neoliberalismus ebenso wie der klassische Liberalismus als eine genuine Form der Problematisierung der Regierungspraxis artikuliert» (2008: 80).
30 Un ejemplo más se puede ver en Johanna Oksala: «Mi argumento es que rastrear la genealogía del neoliberalismo hasta el ordoliberalismo alemán facilita el reconocimiento del camino específico que ha seguido la neoliberalización de Europa» (2017: 182). Por supuesto Oksala plantea las cosas de un modo refinado. El ordoliberalismo sería una forma de gubernamentalidad dotada de una «ontología política coherente». Mi trabajo quiere asumir este reto. Para Oksala esta ontología política implica creencias acerca de la naturaleza de la sociedad, del mercado y del ser humano. Por supuesto, necesita también de una tecnología política capaz de implementar de forma práctica la tecnología. El sintagma «ontología política» se aplica a varios pasajes de su trabajo. Desearía sugerir que la ontología política del ordoliberalismo es completamente diferente de la del neoliberalismo. Y esto porque ambas escuelas tienen orígenes, intereses y situaciones históricas muy diferentes. En este sentido, mi pregunta es bastante cercana a la de Brigitte Young: «¿Se encuentra la reciente convergencia entre el neoliberalismo alemán u ordoliberalismo y el neoliberalismo anglosajón justificada sobre una base ontológica o epistemológica?» (2017: 223).
31 Presentarlo como un telos irresistible es el fundamento para aquellos que aprecian una complicidad entre el neoliberalismo y Foucault. Puede ser abierta o implícita, pero hay motivos para sospecharla en la obra editada por Daniel Zamora y Michael C. Behrent (2016: 4-5) y de forma declarada en la de Geoffroy de Lagasnerie (2012). Sobre este libro, véase mi crítica en Villacañas, 2016.
El pasaje del coloquio Lippmann. Observaciones sobre el caldo germinal del neoliberalismo32
Adán Salinas Araya
1. Introducción
El presente trabajo se enfoca en el coloquio Lippmann, una de las fuentes que Foucault utilizó en Nacimiento de la biopolítica para intentar describir una imagen del neoliberalismo en el siglo xx. Este curso, con sus muchos aportes y límites, tiene una contribución esencial que radica en modificar la idea que se tenía sobre neoliberalismo en el contexto de mediados de la década del 2000, cuando se publicó el curso, y que dependía en esos años de la imagen del consenso de Washington y apuntaba fundamentalmente al programa de reformas inspiradas en la escuela de Chicago. El curso Nacimiento de la biopolítica va a mostrar que neoliberalismo es algo más complejo. Aunque no aporta una definición, no dice qué es el neoliberalismo, ensaya una caracterización de algunos rasgos claves que constituirían algo así como una corriente no homogénea con dos anclajes principales, en Alemania y Estados Unidos (Foucault, 2007: 97), y con algunas variaciones, en particular en Francia. Foucault llega a hablar incluso de neoliberalismo francés y de una instalación del neoliberalismo en Francia33. Esta caracterización exploratoria admite muchos ajustes, uno de ellos que me parece fundamental por cómo aparece en las recepciones es un cierto binarismo al momento de analizar el fenómeno neoliberal. Con todo, hay que recordar algo muy importante: que este aporte no es el objetivo del curso. Si seguimos las lecturas de los dos cursos que le preceden y las declaraciones del propio Foucault durante las lecciones del curso, el objetivo sería analizar una biopolítica neoliberal, objetivo no logrado como se lamenta en el resumen