Nuestro poder infinito. Ronna Herman Vezane

Nuestro poder infinito - Ronna Herman Vezane


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miedo.

       Haciendo uso de la intención, que el alma se ponga al mando de tus acciones, y dite a ti mismo que tu alma puede asumir la acción, aunque tu ego sea presa del miedo.

      Dite a ti mismo «soy alma, soy amor» y, sabedor de que puedes hacer lo que es necesario hacer, hazlo, aquí y ahora.

      Esto puede parecer laborioso, y seguramente este proceso mental resulte un tanto extraño las primeras veces, aunque con un poco de perseverancia descubrirás lo rápido que te acostumbras él y, lo más importante, la consecución de estos pasos te demostrará que puedes librarte de cualquier miedo que haya hecho presa en tu ego. Aprenderás a sentir el miedo y a hacer lo que tengas que hacer pese a él, al menos al principio. Pasado un tiempo, serás consciente de que no sientes el miedo como antes y que ya no necesitas seguir pendiente de él. Por último, te harás consciente de que eres funcionalmente intrépido.

      Pasemos ahora a los juicios de valor.

      Juicios de valor

      A los juicios de valor se llega asumiendo conclusiones, a menudo erróneas, sobre las ideas y acciones de los demás. Eso sucede porque nuestros juicios se basan por lo general en información incompleta y en una perspectiva limitada. No es lo mismo que disentir con el punto de vista de otra persona; cuando emitimos un juicio, llenamos las lagunas de información con lo que creemos. Y esa información a menudo es errónea.

      Cuando emitimos un juicio de valor, basamos nuestra aceptación o rechazo de la persona o de sus ideas, emociones, acciones o ideología en lo que creemos ser cierto, en vez de en lo que tal vez sea cierto. Estamos en esencia aceptando o rechazando a una persona basándonos exclusivamente en nuestras propias ideas, en vez de en el reconocimiento de los méritos reales de esa persona como ser espiritual. Queda claro que los juicios de valor proceden del ego y no del espíritu.

      Los efectos negativos de los juicios de valor

      La emisión de un juicio de valor que emana del ego tiene una variedad de consecuencias negativas. Algunas de ellas son:

       Crear karma negativo al proyectar tu propia energía negativa sobre otra persona.

       Bajar la frecuencia de tu campo energético o de tu firma energética.

       Proyectar energía negativa es dañino para otras personas, y también atraerás más frecuencias negativas sobre ti, lo cual disminuye todavía más la frecuencia de tu firma energética.

       Los juicios de valor, emanados del ego, refuerzan dicho ego y hacen más difícil que el alma asuma el dominio de tu vida.

       Al emitir juicios de valor tomas decisiones precipitadas sin toda la información, por lo que te equivocas en muchas cosas.

      Hay muchas más consecuencias, pero sospechamos que ya te haces una idea: los juicios de valor basados en el ego son perniciosos para ti y para cuantos te rodean, por lo que es preferible aprender a suprimirlos. Por suerte, contamos con varias sugerencias para que empieces.

      Evitar los juicios de valor

      He aquí varias cosas que te ayudarán a empezar:

       El primer paso es ser conscientes de los juicios de valor cuando los emitimos. Los juicios de valor tienen que abandonar la sombra del ego y proyectarse en la mente consciente para así corregirlos.

       Una vez reconozcamos los juicios de valor cuando se manifiesten, los proyectaremos en la mente consciente para corregirlos, primero de todo, con una sencilla declaración. Cuando identifiques un juicio de valor, dite a ti mismo: «Ese ha sido un juicio innecesario y no lo quiero ni necesito en mi vida».

       Haz esto durante dos semanas cada vez que sientas que surge un juicio de valor. Es tiempo suficiente para que se convierta en una respuesta relativamente automática.

       Pasadas esas dos primeras semanas, cambia el mensaje y reflexiona: «No quiero ni necesito juicios de valor en mi vida». Repite esto mentalmente siempre que emitas un juicio negativo. Con el tiempo conseguirás reprogramar tu mente subconsciente y cada vez experimentarás menos episodios en que emitas juicios de valor subconscientes. Mantén este patrón durante al menos tres semanas, y luego evalúa si necesitas seguir activamente con esta declaración consciente.

      Concluido este protocolo, es probable que seas capaz de parar antes de que los juicios de valor cobren forma plena. Sonríe cuando esto suceda, sabedor de que es la forma de eliminar los juicios de valor y sus efectos negativos sobre tu vida.

      Existe una subserie de juicios que deseamos citar por separado, porque suponen una barrera significativa al crecimiento espiritual acelerado de muchas personas. Esa barrera es un tipo de juicio de valor y es sentirse ofendido.

      Sentirnos ofendidos y que todo nos ofenda

      Cuando se trata de sentirse ofendido y de que todo nos ofenda, solo hay dos perspectivas posibles: 1) Todo puede resultar ofensivo, y 2) nada es inherentemente ofensivo. La primera es la perspectiva del ego. Desde el punto de vista del ego, virtualmente todo nos ofende en algún momento. La segunda afirmación, por otra parte, es la perspectiva espiritual en que reconocemos que todos seguimos la misma senda de vuelta a Dios tal y como somos. Debido al libre albedrío, tenemos preferencias, y la mayoría preferimos que las personas no cometan atrocidades. Sin embargo es importante recordar que la persona que comete actos atroces sigue, pese a todo, la senda de retorno a Dios y ha elegido esa experiencia específica. No nos atañe cuestionarnos su elección, sobre todo porque es su forma de seguir la directriz dada por el Creador. En ocasiones, esto resulta difícil de aceptar.

      La trampa que debemos evitar al mirar las cosas desde la perspectiva del alma es la trampa de «una persona razonable». Se trata del ego, que intenta subvertir al alma imbuyéndola de juicios taimados. Sabrás que vas por el camino correcto cuando aceptes espiritualmente el derecho de la otra persona a elegir y actuar, aunque esas opciones y acciones operen contra tus creencias como persona. Por decirlo de otro modo, respaldas el derecho de la otra persona a elegir, aunque tú personalmente no harías esa elección.

      No podemos perder de vista el hecho de que la aparente víctima también eligió su camino. Luego, aunque queramos que todo el mundo viva en paz y sea tratado con amabilidad y respecto, durante algún tiempo tendremos a algunas almas descifrando su karma de tercera dimensión. Recuerda que también ellos siguen el mismo camino de vuelta a Dios y que son ellos los que eligen tal camino. No tienes que amar lo que hacen, aunque tu mejor opción es mirar su alma a través de la tuya para compartir amor incondicional y proporcionarles valentía y paz durante un tiempo que seguramente será difícil para su espíritu.

      Compartir amor incondicional es el modo en que, como seres espirituales, marcamos una diferencia positiva. Recuerda que no tenemos una visión espiritual amplia, por lo que no sabemos el propósito de todos los acontecimientos, ni tampoco tenemos necesidad de saberlo. Lo que necesitamos es confiar en los seres espirituales que nos ayudan a asegurarnos de que todo aquello en lo que puedan influir suceda por el máximo bien de todos.

      Superación del ego

      En Espiritualidad unificada del Creador tratamos del aprendizaje para controlar las emociones negativas. Ampliaremos esos conocimientos en este libro y te ayudaremos a refrenar el ego y dejar que el alma tome el control. Igual que hicimos al controlar las emociones negativas, primero expondremos tu ego a la luz del día. Una vez que sea relativamente fácil de reconocer, te proporcionaremos un punto de partida para superar sus limitaciones y dejar que emerja tu verdadero ser espiritual. El arcángel Miguel nos ha procurado ejercicios espirituales para ayudar a este propósito, ejercicios que se encuentran repartidos por los libros de Ronna y forman parte de las meditaciones grabadas y a la venta para su descarga en www.StarQuestMastery.com.

      Veamos cómo identificamos las ideas, sentimientos y acciones procedentes del ego.

      En un sentido espiritual, el ego es como un niño. Es un niño que se ha visto,


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