Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe
del suelo, en la base de los murales, o también en algunas rocas desprendidas donde se labraron orificios circulares y cóncavos que sirvieron de “moletas”8 para macerar pigmentos y procesarlos. Luego, se mezclaban con agua y se calentaban al fuego para preparar las tintas. Estas especies de “mesas” para triturar pigmentos, halladas en varios sitios con pinturas murales, permiten inferir que no solo fueron sitios para preparar tintas, sino también para que los chamanes encargados de la liturgia rupestre llevaran a cabo rituales.
El tercer indicador es sorprendente. Como hemos venido explicando en esta sección, las rocas que escogieron las comunidades ancestrales para realizar su arte ritual deben poseer características litológicas y mineralógicas más resistentes que las de su entorno inmediato de arriba y abajo. Normalmente, el perfil de meteorización del escarpe debería ser más pronunciado y expuesto hacia afuera que el perfil de los estratos leznables, porque, dada su dureza, es más resistente a la erosión que los perfiles blandos de la arenisca. Sin embargo, en muchos casos donde vimos murales con pictografías, detectamos la existencia de entrantes con taludes inversos a la pendiente natural que forman un abrigo. Esto solo se explica por intervención humana, de modo que son estructuras de carácter semiartificial (Vargas, 2017:41). Este rasgo, unido a la presencia de bloques angulares de cuarcitas que fueron removidos y colocados en grandes cantidades en la base inferior de los murales con pictografías, demuestra que estas zonas fueron adaptadas o “construidas” artificialmente como zonas de abrigo para proteger los dibujos de la luz solar y de los efectos de la lluvia y aguas de escorrentía, como hemos observado durante los trabajos de campo, cuando han caído aguaceros torrenciales que no afectan a las rocas pintadas.
La presencia de bloques angulares de cuarcitas que fueron removidos y colocados en grandes cantidades en la base inferior de los murales con pictografías, demuestra que estas zonas fueron adaptadas o “construidas” artificialmente como zonas de abrigo para proteger los dibujos de la luz solar y los efectos de la lluvia y las aguas de escorrentía. También se encontraron sitios “preparados” y aun no usados. Esto podría considerarse la prímera labor de ingeniería de nuestro pasado prehistórico. Fotografías: Carlos Castaño-Uribe.
LOS COLORES SAGRADOS Y SU PREPARACIÓN RITUAL. El contexto geológico y mineralógico que nos ayuda a inferir rasgos culturales y quizás espirituales en el proceso de escogencia de sitios emblemáticos para la construcción de abrigos rocosos y la elaboración de murales pintados en Chiribiquete, nos conduce al tema de los colorantes usados para los diseños pictóricos en rocas previamente preparadas. El color más frecuente es el rojo (96% del total), seguido de ocre-amarillo (3%), blanco (0,9%) y negro (0,1%), este último usado muy puntualmente en algunos abrigos. La apreciación actual de estos colores permite distinguir diversas gradaciones de tonos como resultado de la mezcla deliberada de pigmentos, y de los efectos del clima, el paso del tiempo y la radiación solar, especialmente, en el ocre-amarillo.
Los análisis de laboratorio realizados en estos materiales nos permiten entender que para fabricar los colorantes se usaron pigmentos de minerales molidos (por ejemplo, óxidos de hierro y manganeso, hematites, limonita) que a veces mezclaban con arcilla. Para fabricar el color negro, también usaron carbones vegetales como materia principal. Después, el pigmento mineral en polvo era diluido en agua y se aplicaba a la roca con pinceles hechos de cabello o plumas, o directamente con los dedos, aunque en su mayor parte estos dibujos fueron hechos con utensilios. Conocemos un sitio al sur de la serranía, sobre el río Cuñare, donde hay evidencias de pigmentos minerales mezclados con algún tipo de material aglutinante (sustancias o fluidos orgánicos), lo que resulta poco común. Casi todas las pinturas de Chiribiquete son de color rojo oscuro (HUE 7,5 R, 3/8, Munsell), seguramente tratando de emular el color de la sangre9. En varios de los contextos más tempranos, se observan figuras dibujadas con la técnica de silueta llena, es decir, aquella que se caracteriza por pinturas en silueta o dibujo totalmente lleno con tinta roja monocroma. Las figuras de color rojo van de más claras a más oscuras (varían de gama monocromática entre 10R-5/8 y 10R-3/6 en la escala de Munsell; es decir, entre gris rojizo y gris rojizo oscuro, tabla Munsell de 1993). Falta establecer si este rango de color se deriva de un interés específico del artista o de la disponibilidad de materiales para su realización. No obstante, en la mayoría de los paneles parece encontrarse una tonalidad rojiza sangre (HUE 7,5 R, 3/8). Como técnica de dibujo se usa mucho hacer figuras en las que deliberadamente se deja el color natural de la piedra y las pinceladas de pintura. Los diseños son siempre complejos y su contenido simbólico especialmente distintivo.
La pátina violácea de los estratos inferiores del mural se satura no solo con una superficie general acuosa sino con figuras superpuestas, entre las cuales hay grandes jaguares, como en el caso de ese abrigo, con infinidad de representaciones iconográficas en su lomo, sus patas y su cabeza. Fotografía: Carlos Castaño-Uribe.
Los análisis de las muestras que estudiaron expertos de la Universidad Nacional de Colombia, determinaron la presencia de elementos como titanio, hierro y cromo asociados a sílice de la roca. Se piensa que estos óxidos de titanio y hierro (ilmenita, anatasa y hematites), provienen de la lixiviación de las rocas metamórficas propias del Complejo Migmatítico de Mitú que forma el basamento de la serranía de Chiribiquete (Vargas, 2017). Esto es importante, porque en muchas de nuestras excavaciones encontramos granos de óxido férrico Fe2O3 sobrecalentados, con los que se preparaban las pinturas a partir de su dilución en agua. Aparte del caso que acabamos de mencionar cerca del río Cuñare, en las pinturas de Chiribiquete no se usaron sustancias orgánicas aglutinantes y los nativos lograron mantener una identidad monocromática, usando más que todo minerales, como óxidos ferruginosos puros o mezclas de titanio, que producían gamas terracota, violeta y ocres amarillentos. En algunos murales importantes, la aplicación de una pátina monocroma y continua de color violeta en el estrato inferior del mural indica, seguramente, la presencia de elementos como titanio, cromo, potasio y manganeso, lo que es característico de la tradición pictorica con óxido férrico. La coloración de titanio en minerales como la anatasa (TiO2), mezclado con Fe2O3, produce una coloración violeta que también se encuentra de forma natural en muchas rocas adelañas a las pinturas rupestres. En el caso de los murales, sin embargo, el uso intencional de este color violeta acuoso pálido se infiere al observar el constraste que produce con las paredes blancuzcas de la superficie natural de la roca y la parte inferior del mural. Esto parece haber tenido una intencionalidad ritual que, por demás, es un atributo de Tradición Cultural Chiribiquete (TCC).
Esta capa artificial de color violeta tiene encima infinidad de dibujos que pueden oscurecer mucho la composición general del mural, ya sea visto de cerca o de lejos. Sobre esta capa acuosa o traslúcida hay muchos dibujos de color “rojo sangre”, generalmente, más pequeños que los dibujados en la mitad y arriba, muchas veces en miniatura. En las partes central y alta, incluso en el techo del abrigo en algunos casos, los conjuntos pictóricos se hicieron siempre sin pintura de fondo. Aquí también los dibujos son más claros y limpios, con figuras más distanciadas entre sí, más grandes y bien definidas que en los estratos de abajo. Además del rojo sangre, los artífices aplicaron el ocre rojizo o amarillento, pero en menor cantidad. En varios murales es difícil establecer si se trata de colores y tonalidades diferentes del rojo, o si lo observado es el resultado de la degradación natural o del tipo de mezcla que no pudo conservar su coloración original. Muchos de estos abrigos se encuentran degradados por la calidad de la pintura y por la acción solar, por ejemplo, Abrigo Desmanchado, Abrigo de los Chigüiros y Cestas. En algunos lugares se aplicó el color blanco, usando óxido o dióxido de titanio, que produce buenos pigmentos albos químicamente inertes, que mantienen su color a pesar de estar expuestos a la radiación solar.
Por las características mineralógicas y estructurales de las formaciones rocosas que sirvieron de soporte a la realización de grandes murales o pinturas rupestres en la zona, se puede observar el uso y la reutilización