Tentadora Seducción. Amanda Mariel

Tentadora Seducción - Amanda Mariel


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preguntó Tabby.

      “Llámeme, Thomas, todos lo hacen”. Le respondió.

      Tabby le devolvió la sonrisa. “Muy bien, Thomas”. Las mejillas de Tabby se sonrojaron mientras caminaban por el corredor hacia las escaleras. “Y tú puedes llamarme Tabby.”

      “Es ese el apócope de algo? Un sobrenombre?”

      Ella asintió. “Tabetha.”

      Él volvió a mirarla. “Luces como una Tabetha.”

      Ella desvió la mirada mientras pensaba su comentario. Cómo se veía una Tabetha en su mente? Fue un cumplido o le pareció desagradable el nombre? Su estómago revoloteó cuando volvió su mirada hacia él. Por qué su cuerpo se comportaba con tanta fuerza y por qué le importaba lo que pensara de ella?

      Curiosidad, supuso ella. Después de todo, ella era nueva allí y no conocía a nadie contratado por los Devon.

      Sucedía lo mismo con cada sirviente que pasaba. Cada uno la miró con curiosidad mientras bajaban las escaleras. La atención la inquietó, pero supuso que era natural. Después de todo, era una cara nueva en la residencia.

      Con suerte, en su momento, la aceptarían. Quizás hubiera podido incluso hacer amigos allí. A Tabby le hubiera gustado mucho encajar allí. De todas formas, ella trabajaría duro y siempre estaría agradecida con la duquesa por darle una oportunidad.

      “Verá que Mrs. Miller es una persona agradable”, dijo Thomas. La acompañó hasta la cocina y por un pasillo mal iluminado. “Ella es el ama de llaves y está a cargo de las sirvientas.”

      “No puedo esperar para conocerla”, dijo Tabby, mostrando más coraje del que tenía. En su interior, estaba temblando. Quizás no le agradaría al ama de llaves. Podría castigarla por haber tenido la audacia de presentarse ante la duquesa solicitándole un puesto de trabajo en lugar de esperar que se hubiera presentado una vacante y presentarse a ella como debería haberlo hecho.

      Tabby había usurpado la autoridad del ama de llaves y no culparía a la señora Miller si no la miraba con amabilidad. Ella había considerado una situación así desde el principio, pero no había tenido otra opción. El duque de Devon no solicitaba sirvientes, pero Tabby necesitaba un ingreso ahora. No podía esperar a que llegara el momento adecuado.

      Incluso podía suceder, que el ama de llaves la rechazara como lo habían hecho todas las anteriores. Pero era una oportunidad que Tabby no podía dejar pasar. No se castigaría a sí misma por eso ahora. Recurrir a la duquesa en busca de ayuda había sido su elección, y lo mantendría, pase lo que pase.

      Thomas sonrió cuando se detuvo frente a una puerta de roble llena de marcas. “Hemos llegado”.

      Tabby dio un profundo respiro mientras Thomas golpeaba la puerta.

      “Ahora no”, se escuchó una voz desde adentro.

      “Tengo órdenes de Su Gracia”, volvió a insistir Thomas.

      Tabby se preocupó. Ese no era el modo de comenzar una buena relación.

      Tomar la miró. “No te preocupes. Te prometo que Mrs. Miller te dará la bienvenida.”

      La puerta se abrió, y una joven mujer de cabello castaño claro y sedoso y ojos azules salió de la habitación. “Qué es esto?”, preguntó mirando a Tabby.

      Sin saber qué hacer, Tabby le sonrió, y miró a Thomas.

      Él le habló al ama de llaves. “Ella es Miss Tabetha Barkley”. Le dirigió una sonrisa burlona a Tabby. “La llaman Tabby.”

      Tabby se sonrojó mientras miraba al ama de llaves. “Es un placer conocerla, Mrs. Miller.”

      “Igualmente, entonces, debo decir que estoy confundida”. Mrs. Miller volvió a dirigirse a Thomas. “Has dicho que tienes órdenes de la duquesa.”

      “Ah, sí”. Thomas tiró de la parte inferior de su chaleco. Su excelencia me ha enviado para que le dé instrucciones de darle a Tabby un puesto en la casa.

      Mrs. Miller arqueó una ceja mientras volvía a dirigir su atención hacia Tabby. “Su Gracia tenía una posición en particular en mente?”

      “No lo creo”, dijo Tabby, su voz comenzó a temblar. Por la forma en que el ama de llaves la miró, Tabby no pudo discernir sus pensamientos. Esperaba desesperadamente que la mujer no estuviera molesta.

      Tabby arrastraba los pies por el suelo de piedra mientras esperaba que la señora Miller volviera a hablar.

      Thomas dio un paso al frente. “Estoy seguro de que la duquesa quiso dejar esa decisión a usted, Mrs. Miller.”

      “Muy bien”. Asintió el ama de llaves. “Tomaré las cosas desde aquí. Gracias, Thomas.”

      Thomas movió la cabeza, se giró, y se dirigió hacia la puerta. “Tabby?”

      Ella lo miró. “Sí?”

      “Bienvenida a la Abadía Hartland”, dijo Thomas, con sus brillantes ojos verdes y una gran sonrisa en sus labios.

      “Gracias”, le devolvió la sonrisa Tabby.

      Él dudó en la puerta. “Nos veremos.”

      Las mejillas de Tabby enrojecieron. “Espero que así sea.”

      “Ahora vete”. Mrs. Miller echó a Thomas y cerró la puerta detrás de él.

      El estómago de Tabby se estaba retorciendo por los nervios. Algo en el lacayo le había causado ansiedad. Ahora que se había ido, y se encontró sola con el ama de llaves, comenzó a ponerse nerviosa. Sin duda, era una tontería, pero apenas podía evitarlo.

      Mrs. Miller se dirigió a ella. “Sentémonos”, le dijo mientras le acercaba una silla cerca de la chimenea.

      Tabby se unió a ella, luego puso sus manos en su regazo.

      “Cuéntame un poco de ti y qué es lo que trajo a la Abadía Hartland para que pueda encontrarte una posición apropiada para ti”, comenzó a decir Mrs. Miller.

      “Puedo ofrecerle una disculpa. Sé que esta no es la forma convencional de hacer las cosas, y lo lamento”, dijo Tabby.

      Mrs. Miller movió sus manos y sonrió. “No sucede nada.”

      Tabby se sintió aliviada y comenzó a contar su historia. Le contó al ama de llaves todo sobre su vida antes de que su madre muriera, luego le contó su historia reciente. Cuando Tabby terminó, se sintió aliviada.

      “Veo”. Mrs. Miller se llevó el dedo índice hacia sus labios. “Me duele decir que no tengo una posición que se adapte bien a ti. Eres educada y bienhablada. Sin embargo, no precisamos gobernantas, ama de llaves o criadas.”

      “Puedo trabajar como sirviente o lavandera”, dijo Tabby, sintiendo el pánico en su pecho. Seguramente el ama de llaves no la rechazaría. No cuando la había enviado la duquesa. Añadió rápidamente: “Incluso el trabajo de criada sería adecuado”.

      La Sra. Miller se encogió de hombros, frunció el ceño y entrecerró los ojos. “No te llevaría tan bajo”. Ella sacudió su cabeza. “Servirás como sirvienta. Cuando tengamos visitas de damas, te llamaré para que sirvas como doncella. Si lo haces, obtendrás más monedas en forma de propinas”.

      Tabby se relajó. Era mucho más de lo que esperaba. “Gracias.”

      “No me agradezcas todavía”. Mrs. Miller negó con la cabeza. “Trabajarás largas horas, y el trabajo a menudo es muy duro. Entre otras cosas, estarás a cargo de llevar baldes de carbón y agua. Fregar y pulir suelos y barandillas, así como reparar. Te emparejaré con una criada establecida hasta que aprendas tus deberes”.

      “No tengo miedo al trabajo duro. Tampoco a trabajar durante largas horas, estoy acostumbrada a ello”, dijo Tabby ansiosa por comenzar y un poco aliviada por su suerte.

      “Muy


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