Financiando el desarrollo. Christian Asinelli

Financiando el desarrollo - Christian Asinelli


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Ordoñez, Bish Sanyal, José del Corral, Olinda Salguero, Matías Bianchi, Guillermo Laje, Viviana Alva Hart, Gerardo Serrano, Fernando Elías, Carlos Greco, Santiago Mazzei, Miguel Velarde, Jaime Paz, Hugo Flórez Timorán, Luis María Savino, Juan Pablo Rodríguez, Carolina España, Gustavo Rovira Salinas, Marlos Lima, Bruno Tomaselli, Luis Liberman, Luis Costa, Raúl Velázquez, Leonardo Rodríguez, Matías Sejem, Gonazalo Ruanova, Jordan Schwartz, Axel van Trotsenburg, Adrián González, Dante Mossi, Aníbal Torreta, Facundo del Gaiso, Mariano Mussa, Chris Andino, Norma González, Leticia Ferrón, Augusto Rago, Laureano Quiroga, Malena Galmarini. Me olvido seguramente de otros tantos que también son parte de este camino.

      Finalmente, a mi esposa Valeria Rago Ferrón y a mis hijas Valentina, Sofía y Victoria, que me acompañan en cada momento de mi vida. Sin ellas, no sería quien soy.

      Luis Enrique García Rodríguez

       Expresidente Ejecutivo de CAF-

       Banco de Desarrollo de América Latina

      Christian Asinelli hace una valiosa contribución para evaluar la importancia que tiene la banca multilateral de desarrollo y, en ese contexto, el rol que han tenido el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y CAF-Banco de Desarrollo de América Latina en el espacio suramericano. Este libro es un incentivo para hacer una reflexión profunda sobre el futuro de estas instituciones en el nuevo escenario internacional.

      Partiendo de los antecedentes que dieron origen a su creación y de sus similitudes y diferencias, el autor analiza el papel que han jugado las tres instituciones en diez países sudamericanos en el período 1993-2013. Lo hace con el respaldo de series estadísticas y tomando en cuenta los resultados de una encuesta de opinión realizada con una muestra representativa de más de cien personalidades, actores y clientes, que han tenido vínculo directo y experiencia relevante con dichas instituciones.

      Como destaca el libro, un hito histórico en el origen de las instituciones financieras multilaterales es la firma del acuerdo de Bretton Woods en 1944, que creó el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BIRF). El primero estaba orientado a apoyar a los países en el mantenimiento de la estabilidad monetaria y financiera, y el segundo, a la reconstrucción de los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial y al financiamiento de proyectos que contribuyeran al progreso de los países en desarrollo.

      Una de las principales razones que dieron sentido a este tipo de instituciones es el insuficiente ahorro interno y el difícil acceso a los mercados internacionales de capital que tienen los países en desarrollo, en comparación con los altos niveles de inversión necesarios para alcanzar ritmos de crecimiento que les permita disminuir las brechas económicas y sociales que los separa de los países industrializados.

      La experiencia lograda por el Banco Mundial, en los primeros años de su actividad, fue un factor catalítico para la creación de instituciones de desarrollo de carácter regional. En América Latina, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), fundado en 1959, fue la primera institución regional a nivel mundial, seguido posteriormente por la creación de instituciones similares en otras regiones del mundo.

      Desde su creación, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y CAF han tenido procesos de transformación constantes. Esto, como consecuencia de periódicos cambios en las condiciones económicas, sociales y financieras a nivel internacional, que requerían la adecuación en los enfoques y prioridades de financiamiento a los países en desarrollo. En ese marco, es interesante constatar la dinámica del proceso de incorporación de nuevos países miembros, de actualización de su misión y prioridades, así como de adopción de nuevos instrumentos, productos y servicios, que han experimentado los tres bancos.

      Como ilustración, el BID tenía veinte países miembros en el momento de su fundación —Estados Unidos y 19 latinoamericanos—, y hoy cuenta con 48 países miembros, incluyendo Canadá, varios países europeos, Japón y China. CAF, que nació con seis países andinos, en la actualidad, cuenta con 19 países accionistas (17 de América Latina y el Caribe, España y Portugal).

      Las tres instituciones se caracterizan también por haber ampliado progresivamente su ámbito de financiamiento y cooperación, tanto al sector público como al privado, con una gama diversificada de instrumentos financieros y de apoyo técnico a proyectos de infraestructura económica y social, a sectores productivos, sociales y de servicios, a la promoción del comercio regional, así como a programas de ajuste estructural y fortalecimiento institucional. Lo hicieron tanto en forma directa, financiando proyectos específicos, como a través de préstamos globales a bancos de desarrollo e instituciones financieras nacionales, para que estas, a su vez, canalizaran los recursos a proyectos de tamaño mediano y pequeño, tanto del sector público como privado. También optaron por la creación de fondos y vehículos especiales, subsidiarias e instituciones asociadas, con el fin de proveer un apoyo mucho más especializado y con una más amplia gama de instrumentos financieros.

      La alta y creciente prioridad dada a la reducción de la pobreza a partir de la década de los setenta y al medioambiente en los últimos veinte años es un claro ejemplo de la evolución del enfoque programático de los multilaterales. Un hecho destacable es que el BID fue pionero en incluir el financiamiento de proyectos en educación, salud, desarrollo urbano y diversos sectores sociales en el marco de la Alianza para el Progreso lanzada por los Estados Unidos y los países latinoamericanos a principios de la década de los sesenta, política que luego fue incorporada por los otros multilaterales.

      Una característica común del BID y CAF, desde su creación, ha sido el compromiso de ambas instituciones con los procesos de integración latinoamericana. Como ilustración, el BID fue un activo promotor de la creación de instituciones subregionales de integración en la década de los sesenta. Es el caso de la Corporación Andina de Fomento (CAF), transformada en CAF-Banco de Desarrollo de América Latina a mediados de la década de los noventa, del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), del Caribbean Development Bank (CDB) y del Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (FONPLATA). Es también importante destacar el rol que el BID y CAF han jugado en el lanzamiento, coordinación y financiamiento de proyectos de infraestructura de integración y desarrollo fronterizo suramericano dentro del exitoso Programa IIRSA, creado a principios de este siglo en la histórica primera Cumbre de Presidentes de América del Sur, celebrada en Brasilia, Brasil, en el año 2000.

      Dentro del análisis sobre el tipo de operaciones que financian los multilaterales, un tema al que da mucha importancia el autor es la preferencia de cada país prestatario entre operaciones de financiamiento tradicional de proyectos específicos y programas sectoriales y de ajuste, que se incorporaron paulatinamente en los multilaterales de desarrollo a partir de la década de los ochenta. Al respecto, la investigación realizada conduce a la conclusión de que países con desequilibrios macroeconómicos e inclinación a políticas pro-mercado han sido los que han acudido con mayor frecuencia al financiamiento de programas de ajuste estructural y reforma sectorial. Por el contrario, países con mayor inclinación a políticas pro-Estado, no obstante la posibilidad de desembolsos de libre disponibilidad a las cuentas fiscales que contemplan este tipo de operaciones, han preferido la modalidad de financiamiento de proyectos específicos para evitar la condicionalidad en aspectos relacionados con políticas macroeconómicas, sectoriales y de definición de los roles del sector público y privado, las cuales normalmente son parte de las operaciones programáticas y de ajuste.

      En el ámbito de gobernanza, una característica del FMI y del Banco Mundial que no se ha modificado en el tiempo ha sido el sustancial peso de los Estados Unidos y los países industrializados en la estructura de capital, poder de voto e influencia en los órganos directivos de ambas instituciones. Un ejemplo es el acuerdo tácito al que llegaron, en el momento de su creación, con respecto a que el director gerente del FMI sería europeo y el presidente del Banco Mundial, ciudadano estadounidense, práctica que ha sido aplicada sin excepción desde la fundación de ambas instituciones.

      En contraste, un aspecto diferenciador en la creación del BID fue que, no obstante la estructura de capital y la separación de roles entre países


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