Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I. William Nordling J.

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I - William Nordling J.


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Las personas se expresan a través de sus comportamientos, y se mueven como respuesta a cogniciones (prerracionales, intelectuales e intuitivas) y a los afectos (emocionales, intelectuales e intuitivos) con respecto a las cosas que deben buscarse y evitarse (2 Tim 4:7).

      8. Situado en un contexto cultural, histórico y ecológico. Los seres humanos se sitúan en la historia y la cultura. Se forman y son formados, pero no son totalmente determinados por su entorno sociocultural y físico (Gál 4:4; Lc 2:1-2).

      9. La totalidad. Una noción unificada de la persona en su totalidad incluye una dimensión trascendente y personal, que reconoce la realización a través de la virtud y la vocación, y requiere una interconexión entre los cinco dominios: relacionalidad, percepción sensorial (incluyendo la imaginación), emoción, razón y voluntad (Pr 20:7). Esta visión de la totalidad también evita los entendimientos distorsionados de la persona, que se desarrollan como resultado de conceptualizaciones individualistas, materialistas, reduccionistas, relativistas, deterministas, dualistas o conductivas. Todas las capacidades y cualidades identificadas de la persona trabajan en conjunto de manera holística en una persona sana. Para comprender y servir a las personas, es necesario tener en cuenta su integridad.

      V. Realizada a través de la vocación

      La realización humana también implica un desarrollo teológico (con propósito) a través de tres niveles de vocación: a) respuestas distintas a las llamadas a la bondad y la santidad personales, b) distintos estados vocacionales con y sin votos, y c) trabajo y servicio.

      1. Llamada o vocación. En sentido estricto, «vocación» es la respuesta personal a la llamada a la bondad y la verdad que caracteriza la vida de una persona en conjunto, pero especialmente a través del desarrollo personal de la entrega de uno mismo. La noción básica de una llamada proviene de una fuente: del mundo, de una persona, o de Dios, que atrae como intrínsecamente bueno. Por ejemplo, muchas personas explican que se sienten atraídas por un alma gemela, que se comprometen en matrimonio y, por lo tanto, que encuentran su verdadera vocación. Las llamadas perfeccionan a la persona (Dt 6:18; Mt 19:16-21). (Si desea encontrar un tratamiento explícitamente teológico de estas llamadas o vocaciones, consulte la premisa 3, puntos 6-9 de este capítulo).

      2. Llamada a la bondad. A través de un primer tipo de llamadas o vocaciones, cada persona es atraída y perfeccionada a través de la existencia (ser), la verdad (conocimiento), la bondad (amor), la relación (familia, amigos y sociedad) y la belleza (integridad, orden y claridad). Tales bienes subyacen a las experiencias humanas en el mundo, que es, no obstante, un lugar no solo de maravilla y bien, sino también de fatiga y maldad. Una respuesta humana adecuada requiere, en primer lugar, afirmar la bondad y belleza que se encuentren y, a continuación, contribuir a la bondad a través de elecciones, antes de experimentar un sentido de realización en este acto. Por ejemplo, se puede elegir ser compasivo en lugar de cruel, defender a los débiles en lugar de aprovecharse de su situación, ayudar a las familias necesitadas y enriquecer la cultura humana. Tales respuestas a los muchos aspectos de bondad contribuyen a la realización cotidiana y a la realización final (Mt 5:2-12).

      3. Llamadas a estados vocacionales comprometidos. A través de un segundo tipo de llamada, el ser humano responde a los deseos naturales y trascendentes de entrar en estados vocacionales comprometidos: a) comprometerse con un marido o una mujer para formar una familia mediante el vínculo matrimonial; b) comprometerse a la bondad última en el servicio a Dios y a los demás, mediante compromisos de ordenación o religiosos, y c) buscar, en la integridad de la vida, contribuir con la inteligencia, la buena voluntad y los recursos propios a los demás y a la sociedad como una sola persona (Gn 2; Ef 5).

      4. Llamadas hacia el trabajo, servicio y ocio con sentido. Gracias a un tercer tipo de vocación, una persona se compromete en los diversos tipos de trabajo y servicio que debe hacer para prosperar personalmente y contribuir al bienestar de todos los miembros de su familia, comunidad y sociedad. Por ejemplo, algunas personas dicen sentirse atraídas por la belleza, el propósito y la naturaleza útil del trabajo con la madera, y se comprometen a aprender y practicar la carpintería de manera honesta, creando bienes para los demás y, por lo tanto, encontrando un sentido a su llamada al trabajo y al servicio (Gn 2:15; Mt 25:20). El trabajo tiene un gran valor en sí mismo, pero no trabajar también lo tiene. Hay una llamada a los tipos de ocio, es decir, al no trabajo significativo que permite no solo el descanso, el ejercicio y el cuidado de uno mismo, sino también la relación con la familia, las relaciones interpersonales y las actividades culturales, así como la contemplación de la verdad y la belleza y, finalmente, la participación en el culto a Dios y la vida de la Iglesia (Sal 46:10).

      VI. Realizada en la virtud

      La realización del ser humano implica un desarrollo teológico (intencional) de las capacidades y relaciones de la persona, a través de la virtud, la vocación y las prácticas relacionadas con la vida honesta. Por el contrario, gran parte del empobrecimiento y sufrimiento humanos son el resultado de experiencias traumáticas, malas elecciones, prácticas inadecuadas o relaciones degradadas, que a menudo pueden estar fuera de la plena responsabilidad de la persona.

      1. Inclinada hacia su realización y hacia Dios. Desde una perspectiva filosófica cristiana, cada persona, desde el primer momento de su existencia, tiene la capacidad de progresar hacia el bienestar temporal, la bondad moral y su realización final. Este movimiento teleológico da forma a la vida humana desde la concepción hasta la muerte. La persona tiene una capacidad natural para saber que existe una fuente y un propósito último de la vida humana (el Dios creador); de esta manera, los humanos expresan un deseo natural de Dios (Mt 5:8; He 17:27; GS §19).

      2. Inclinaciones naturales. Las capacidades humanas expresan inclinaciones positivas básicas hacia la existencia (ser), la verdad (conocimiento), la bondad (amor), las relaciones (familia, amigos y sociedad) y la belleza (integridad, orden y claridad). Estas inclinaciones naturales son las semillas de las virtudes humanas naturales, llamadas, y su realización. También son la base para reconocer la ley natural como una participación racional en la ley eterna (Rom 1 y 2).

      3. Desarrollo a lo largo del tiempo. La persona nace cuando su unidad cuerpo-alma viviente nace, durante la concepción. El despliegue de las múltiples capacidades de la naturaleza humana está sujeto al desarrollo a lo largo del tiempo gracias el crecimiento biológico, así como a las experiencias familiares y sociales, que preparan otro crecimiento entendido en términos de virtudes y vocaciones. La madurez de desarrollo se manifiesta en las relaciones, especialmente en el matrimonio y la familia, los amigos y la comunidad, el trabajo y el servicio, y la religión. A través de este desarrollo moral y espiritual, la persona busca superar la división de corazón, la discordia social y la indiferencia religiosa (1 Cor 13:11).

      4. Salud y enfermedad. La salud puede concebirse en términos de desarrollo humano integral. Es una función de la expresión, en el momento y grado adecuados, de las capacidades corporales, psicológicas y espirituales. La enfermedad es una función de alguna privación o deterioro del cumplimiento adecuado de una o más de estas tres capacidades (Sal 1:3).

      5. Virtudes. Las virtudes se distinguen por las capacidades que perfeccionan y los fines que consiguen. Por ejemplo, la virtud moral de la prudencia perfecciona la inclinación humana para actuar a la luz de la verdad y la capacidad intelectual para alcanzar objetivos razonables mediante una acción adecuada, al igual que cuando una madre o un padre se aconsejan, toman decisiones y actúan concretamente para criar a sus hijos con honestidad y cariño. La naturaleza de la persona exige que las virtudes sean expansivas e interconectadas, por ejemplo, que la prudencia sea también amorosa (1 Cor 13:1-3), y que se cumplan a la vez los criterios de justicia y misericordia.

      6. Tipos de virtudes. Las virtudes perfeccionan las capacidades humanas, ya que su objetivo es la plena realización. Se diferencian en tres tipos principales. En primer lugar, las virtudes teológicas (fe, esperanza y caridad o amor), que son


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