Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I. William Nordling J.
es indicador importante de patologías, mientras que el equilibrio emocional es habitualmente un signo de salud. Por ejemplo, cuando se equilibra la capacidad humana de empatía, se puede producir la curación de uno mismo y de los demás, mientras que su déficit o exceso lleva a producir indiferencia o agotamiento. (Emocional).
X. La persona dispone de capacidad racional. Esta capacidad aglutina a la razón, la conciencia de sí misma, el uso del lenguaje y las capacidades cognitivas sofisticadas, expresándose en múltiples tipos de inteligencia. Estas capacidades racionales pueden utilizarse para facilitar la curación y la realización psicológica mediante la búsqueda de la verdad sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el mundo exterior, así como sobre nuestro significado trascendente. (Racional).
XI. La persona dispone de voluntad libre, bajo formas importantes, y es un agente con responsabilidad moral cuando ejerce su libre albedrío. Por ejemplo, el ser humano tiene la capacidad de dar o denegar libremente el perdón, así como de ser altruista o egoísta. El aumento de la libertad partiendo de la patología y bajo la libertad de perseguir objetivos de vida positivos, así como de honrar sus compromisos, es significativo para la curación y su realización. (Volitiva y libre).
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Una segunda aclaración importante sobre el Meta-Modelo, que puede evitar malentendidos, está constituida por la relación entre el Meta-Modelo y las teorías de la personalidad y los modelos de intervención terapéutica previamente existentes en el campo de la salud mental. Es importante que el lector sea consciente de que el Meta-Modelo no sustituye las teorías tradicionales de la personalidad, ni las teorías de la persona que se encuentran en los modelos de intervención. En cambio, el Meta-Modelo aporta una visión integral de la persona, que proporciona un marco integrador de las ricas comprensiones sobre varias dimensiones de la persona, exploradas en las teorías de la personalidad existentes, evitando a la vez el reduccionismo que se produce cuando la visión de la persona está basada en una o solo unas pocas de las teorías de la personalidad. Del mismo modo, el Meta-Modelo no sustituye a los modelos terapéuticos existentes, sino que proporciona un marco para la selección cuidadosa de una o más intervenciones basadas en su visión integral de la persona.
Una aclaración final, dirigida a evitar malentendidos, se centra en la afirmación de que el Meta-Modelo proporciona una visión más completa de la persona. Aunque la definición teológica, filosófica y psicológica, dividida en tres partes, puede parecer al lector rica y compleja, aún pueden faltarle algunas características esenciales de la persona. Cabe señalar que esta definición de la persona se desprende de once premisas principales relativas a la persona. También, en los capítulos individuales que tratan de estas once premisas principales del Meta-Modelo, existen muchas «subpremisas» o características de la persona que se engloban bajo cada una de estas amplias premisas. Por ejemplo, esa «identidad» se caracteriza por tener un alma espiritual, existir como hombre o mujer, y desarrollarse y madurar a lo largo del tiempo, todo ello siempre bajo la premisa de que la persona es una unidad personal. La importancia de la persona como miembro de una familia y de una cultura particulares se contempla bajo la premisa de que la persona está relacionada interpersonalmente. En resumen, si al lector le pareciese que faltase algo en la definición, al final del libro descubrirá que el marco del Meta-Modelo aborda muchos otros aspectos de la persona no incluidos en el nivel más amplio de la definición o incluso en el nivel más específico de las premisas teológicas, filosóficas o psicológicas.
¿POR QUÉ ES NECESARIA UNA COMPRENSIÓN ENRIQUECIDA DE LA PERSONA BAJO EL ENFOQUE MMCCP EN EL CAMPO DE LA SALUD MENTAL?
Como se ha dicho anteriormente, una suposición básica de la presente obra es que nuestra comprensión de la naturaleza humana y de la persona es fundamental para todos los aspectos de la práctica de la salud mental. Nuestra visión de la persona define el alcance de lo que observamos como problemas humanos, nuestra comprensión de cómo se desarrollan tales problemas, y nuestra interpretación de lo que se debe hacer para facilitar la curación e incluso su realización. Otra de las principales suposiciones mencionadas anteriormente en este libro es que, cuanto más completa y precisa sea nuestra comprensión de la persona, mejor será la base que se aporte para la construcción de la teoría psicológica, la mejora de la investigación psicológica, y el desarrollo de unas estrategias y metodologías de intervención más eficaces para todos los profesionales de la salud mental.
Los campos de la psicología, filosofía y teología han aportado, cada uno, contribuciones significativas a nuestra comprensión de la persona. En un período relativamente corto, de unos cien años aproximadamente, la psicología ha desarrollado un gran conjunto de teorías «parciales» que intentan comprender a la persona. Las denominamos teorías parciales porque en muchos casos estas teorías han examinado un aspecto de la persona en profundidad, pero han descuidado otras dimensiones importantes. Estas teorías parciales incluyen, por ejemplo, la tradición psicoanalítica, con su énfasis en la vida interior o psicodinámica de la persona; el conductismo, con su énfasis en cómo el entorno influye en el comportamiento humano; la teoría interpersonal, que enfatiza la importancia de las relaciones; los enfoques cognitivos, que examinan la importancia de los procesos de pensamiento, y el existencialismo, que enfatiza la libertad humana y la importancia del significado en la vida de la persona.
Esta lista incluye solo algunas de las principales escuelas teóricas que existen en el campo de la salud mental. Tomadas individualmente, estas escuelas teóricas aportan una importante, pero limitada, comprensión de la persona. En las últimas décadas se han hecho notables esfuerzos por reunir dos o más de estas teorías parciales de la persona con el objeto de mejorar la práctica clínica. Entre los ejemplos cabe citar la terapia cognitivo-conductual (Beck, 1979), la terapia racional emotivo-conductual (Ellis y Ellis, 2011), la terapia multimodal (Lazarus, 1989) y el modelo biopsicosocial (Campbell y Rohrbaugh, 2006). Varios colaboradores en el campo del counseling y la psicoterapia también han integrado múltiples teorías e investigaciones sobre la persona, lo que ha producido una visión enriquecida de la persona en sus modelos de terapia, por ejemplo, la terapia centrada en las emociones (Greenberg y Goldman, 2018), el método Gottman de terapia de parejas (Gottman, 1999) o la terapia de mejora de las relaciones (Guerney, 1977; Scuka, 2005).
En este punto, se podrían plantear una serie de preguntas sobre si realmente existe la necesidad de que el Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona sirva como un nuevo marco en el campo de la salud mental. Y, si tuviésemos paciencia, ¿no podrían llegar a descubrirse y finalmente incluirse la mayoría de los aspectos «descuidados» de la personalidad que abarca el Meta-Modelo? ¿No podrían las fuerzas de integración existentes en el campo de la salud mental, con el tiempo, llegar a unir todas sus teorías parciales? Creemos que esto no se producirá, por las razones que exploramos brevemente a continuación. A lo largo de todo este texto, se ofrecen respuestas más desarrolladas a cada una de estas preguntas.
ES NECESARIO UN MARCO INTEGRADOR
Las teorías parciales de la persona existentes en el campo de la salud mental no son simples piezas del mismo rompecabezas esperando a ser combinadas. Sin el marco unificador que el Meta-Modelo representa, las piezas no pueden encajar tan fácilmente. Las numerosas teorías o perspectivas parciales sobre la persona disponibles actualmente en el campo de la salud mental se contradicen entre sí, en especial en los aspectos referentes a sus suposiciones fundamentales sobre la persona, y con mayor frecuencia en el énfasis relativo que debe prestarse a las diferentes capacidades de la persona. Por ejemplo, cuando se aborda la cuestión de si la persona dispone de volición o libertad, la conclusión ha variado en el tiempo: desde una visión de la persona completamente determinista (este es el caso del conductismo radical), pasando por una visión en la que la libertad queda seriamente comprometida (este es el caso tanto del conductismo moderno como de la teoría psicoanalítica clásica), hasta el supuesto de que la persona es esencialmente libre (que es el caso de las escuelas existencialistas).
Aún más frecuente es el desacuerdo entre las teorías de la personalidad y los modelos de terapia con respecto a la atención que debe prestarse a las diversas dimensiones de la