Humano. El origen. Guillermo Brunt

Humano. El origen - Guillermo Brunt


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sus garras en manos habilidosas, tuvo la capacidad de construir símbolos que dieron cuenta de la función semiótica, lo que le permitió manejarse a través de signos lingüísticos y así construir el lenguaje. Pero sobre todo, tuvo la posibilidad de obtener un alto grado cognitivo, que le permitió ser consciente de su existencia en el universo.

      Presento aquí nuevos argumentos para promover una investigación profunda que pueda dar respuesta a los interrogantes que se presentan respecto a cuándo el humano empezó a ser humano, tanto en su historia filogenética, como ontogenética. Expondré las causas primordiales que originaron el proceso evolutivo y que promovieron el desarrollo del humano, pero con criterio holístico, con distintos objetos de estudio, partiendo desde distintas disciplinas y, lo más importante, desde esta nueva postura, ya que las argumentaciones teóricas conocidas hasta ahora presentan aspectos no desarrollados plenamente por tales teorizaciones.

      Queda en mano, entonces, de las distintas disciplinas científicas pertinentes profundizar desde esta nueva perspectiva el mencionado acontecimiento prehistórico.

      Capítulo 1

      El factor que posibilitó el pasaje al ser racional

      ¿Cómo y porqué la especie humana recibió el privilegio magnífico de poder actuar sobre la naturaleza, en lugar de seguir pasivamente sus leyes? ¿Qué fue lo que dio lugar para que el cerebro tuviera este desarrollo, cómo llegó a tener la locomoción bípeda y adquirir hasta la motricidad fina en sus manos? ¿Qué fue lo que le permitió desarrollar la capacidad para formular pensamientos abstractos, tener conciencia de sí mismo, crear cultura y, desde luego, la articulación del lenguaje como elemento socializador y además modulador de estructuración psíquica? ¿Qué fue lo novedoso, durante el proceso evolutivo, que permitió la aparición de un ser racional, emocional y motivador?

      En forma aislada la arqueología, la antropología, la etnología, la paleontología, la neurología, la psicología y otras ciencias relacionadas no han podido resolver con éxito estas preguntas, porque no se realizaron investigaciones con criterio científico transversal sobre un eje determinado y específico.

      La investigación sobre la evolución del ser humano debe ser más amplia y profunda sin limitarse a estudiar solamente los resultados de la evolución, sino los factores causales; y además, específicamente, qué transformaciones somáticas y biológicas dieron lugar al extraordinario desarrollo mental que le permitió pasar de un ser irracional e instintivo a otro con organización mental lógica, racional, con conocimiento de la realidad y los correspondientes progresos psicológicos formativos a través del tiempo.

      Por esto creemos que, hallando las causas que originaron su personalidad y sus particularidades específicas se podrá determinar cuándo y porqué, durante el tiempo evolutivo, se operó el cambio fundamental causante de esta gran trasformación. Es conocer el verdadero factor que separó al género Homo del mamífero irracional hasta el primer ser considerado antropológicamente como un sujeto epistémico.

      Los tiempos de la evolución cultural son mucho más cortos que los de la evolución biológica y la herencia persiste hoy en nosotros. Cuando se afirma que algún atributo humano ha sido favorecido por la evolución, siempre se hace referencia al ambiente arcaico. La selección natural se ha operado, a lo largo de miles y miles de años, de un ambiente muy diferente del que conocemos hoy los humanos modernos. En gran medida, nuestro cerebro sigue respondiendo a los estímulos de la vida moderna con rasgos que fueron seleccionados para adaptarse a aquel ambiente pasado.

      Antes de responder las pregunta iniciales deberíamos tener bien esclarecido cómo se produjo el cambio anatómico, orgánico, biológico y mental partiendo desde los estadios mentales ancestrales.

      Capítulo 2

      El primer paso. La transformación del sistema perceptivo visual

      El objetivo fundamental en este capítulo es tratar de explicar cómo la novedosa modificación paulatina del sistema perceptivo visual, mediante procesos epigenéticos, inauguró el linaje Homo.

      La evidencia de este proceso la tenemos en el arte prehistórico.

      Es necesario, antes de entrar de lleno en el tema, exponer en un breve resumen el proceso de hominización a partir de la transformación visual.

      En un paso anterior al principio de la hominización el sujeto estaba incluido, por así decirlo, en las condiciones biológicas generales que la naturaleza imponía, ese organismo la aceptaba con pasividad contemplativa, pero luego, a raíz de incipientes cambios que se produjeron en su estructura ocular y sistema visual se fue abriendo una pequeña y novedosa apertura hacia lo real. Entonces, el antropoide dejó de ser únicamente expectante de la naturaleza y comenzó a intervenir dentro de ella.

      Para su supervivencia aquel antropoide necesitó procesar adecuadamente la información del medio interno y externo de manera organizada, y construir una visión coherente de sí mismo y de su mundo. La construcción de su realidad se fue haciendo, paulatinamente, mediante el interjuego de una serie de estructuras anatómicas, neurológicas y procesos que le permitieron significar y dar sentido a la experiencia.

      Por lo tanto, la realidad percibida pujó con fuerza arrolladora e inexorable, ampliándole las condiciones necesarias para aumentar aún más la percepción del mundo y arrastrándolo de esta manera, en forma imperativa, a sucesivas modificaciones tanto en la organización biológica, fisiológica como en la estructural, hasta obtener la percepción total de su mundo circundante, en sus amplias y distintas dimensiones. A ese organismo que pudo proyectarse hacia la realidad externa en su real dimensión, la realidad le fue exigiendo una adaptación continua para que le llegue hasta el interior del ser. Esto ya no fue solo supervivencia.

      En consiguiente, el primer paso, no solo porque es primero sino porque es fundamental, estaría dado por el desplazamiento hasta la posición frontal de los ojos en la cara con una distancia interpupilar óptima para poder, de esta manera, percibir el exterior con precisión y con una visión estereoscópica (capacidad de apreciar el relieve real y la distancia precisa en la que se encuentran los objetos). Esta nueva capacidad, que permite percibir el ambiente con exactitud, lleva a los homínidos a buscar una posición que les permita ampliar aún más ese privilegio.

      Podríamos decir que este primer paso se caracteriza fundamentalmente por la modificación del sistema visual del sujeto para percibir su mundo, que podemos suponer fue azarosa, pero le permitió a este organismo ir desprendiéndose de las condiciones que impone la naturaleza mediante un proceso epigenético.

      La posición erecta que se conoce como bipedación, y que se considera como el rasgo que define a la subfamilia de los Homínidos, sería entonces el paso siguiente que se agrega al proceso pero como una consecuencia directa del sistema perceptivo visual. Otra consecuencia inmediata fue el desarrollo de manos más hábiles y precisas para el manipuleo, anteriormente ocupadas, principalmente, para ayudar al desplazamiento.

      Al tiempo, la ubicación de la base del cráneo se desplaza desde la parte de atrás hacia el centro medio, facilitando la capacidad de percepción visual del entorno circundante. Esto lleva a producir también un cambio en la zona del cuello que permitió la ubicación adecuada de las cuerdas vocales dentro del espacio que ocupa la caja fonadora facilitando, de esta manera, una mayor capacidad de modulación de los sonidos vocales.

      Estos cambios conllevan una reducción gradual del tamaño de la cara y las mandíbulas. La cara de los primeros homínidos era grande y estaba situada al frente de la cavidad craneal. El morro va disminuyendo su prominencia debido a que los dientes se redujeron, la cara, entonces, con estas modificaciones amplía el área de visión que antes estaba ocupada por el morro, permitiendo a la visión tener acceso a áreas que antes no tenía y facilitando una completa rotación ocular sin obstáculo que interfiriera.

      El cerebro aumentó y varió su ubicación, además de la creciente verticalidad de la frente (hueso frontal), la cara relativamente pequeña de los hombres modernos quedó situada debajo, no delante, de la mayor cavidad craneal. Pero andar erguido produjo otras modificaciones anatómicas en el esqueleto, en la parte inferior de la columna vertebral,


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