El Anticristo. Armando Alducin
de Cristo para recibir el perdón de los pecados y su señorío para ser sellados como suyos y ya no como esclavos del pecado, con el Espíritu Santo que guía a toda verdad, para comprender, aceptar y ser guiado por su Palabra.
Este es el milagro del “nuevo nacimiento” del que precisamente Jesús le habla a Nicodemo que es necesario para poder no sólo ver sino entrar en el reino de Dios (Juan 3:1-7), lo cual implica el abandono del pecado para ser perdonado y lleno del Espíritu Santo, de quien se recibe entendimiento y discernimiento para comprender la Palabra del Señor, la Biblia.
Eso es lo que el apóstol Pablo le advierte a Timoteo cuando le dice “que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1) que allanarán el camino para el surgimiento del Anticristo y el cumplimiento de las profecías hechas desde el principio de los tiempos acerca de los últimos días.
La Necesidad del Rapto Pretribulacional
Hay varias razones por las que el arrebatamiento de la iglesia o rapto debe darse antes de la Gran Tribulación o Semana 70 de Daniel.
Sacar a la iglesia del mundo.
Si la iglesia estuviera en el mundo cuando el Anticristo se manifieste, los verdaderos cristianos se le opondrían y lo exhibirían como tal, mediante la predicación del evangelio y el testimonio de los realmente convertidos. Por tanto, esta oposición debe ser quitada del mundo para que el liderazgo del Anticristo pueda ser recibido internacionalmente.
El Espíritu Santo, que es Omnipresente, continuará convenciendo y atrayendo a miles de personas a Cristo, pero la influencia restrictiva que ejercerá hasta antes de la Gran Tribulación desaparecerá para darle paso al desbordamiento de la maldad en el mundo, “porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio” (2 Tesalonicenses 2:7).
Para que el Anticristo haga la guerra a los santos.
El Anticristo recibirá autoridad de Dios para hacer la guerra a los santos; sin embargo, esta desgracia no podría caer sobre la iglesia, es decir, sobre los cristianos que fueron fieles al Señor antes de la Gran Tribulación.2
“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.”
Apocalipsis 3:10
Al cristiano se le ha dado autoridad para resistir al diablo y hacer que el maligno huya y se aparte (Santiago 4:7), pues “mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). Así que, el hecho de que el Anticristo recibirá poder para perseguir a los santos y vencerlos, es una prueba de que la iglesia ya no estará en el mundo.
“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”
Apocalipsis 7:9-14
Los “santos” mencionados durante la Gran Tribulación son los que nunca oyeron el evangelio o lo rechazaron antes del rapto. Estos creyentes pagarán su fe con sus vidas, pues los que no acepten la marca de la bestia sufrirán la muerte.3
Estos creyentes convertidos durante la Gran Tribulación, al ver los terribles juicios de Dios y la proximidad del Armagedón, sabrán que la segunda venida está próxima y estarán atentos para ver aparecer al Señor, quien “llegará cuando menos se lo espere, como un ladrón” (1 Tesalonicenses 5:2 DHH), “como un relámpago” (Mateo 24:27) en un tiempo que “nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mateo 24:36). Sin embargo, se verán grandes señales que le antecederán (Mateo 24:29-30).
Los Tiempos de Cristo y el Anticristo
Para comprender cómo estos dos eventos se llevarán a cabo durante el conflicto final entre Cristo y el Anticristo, es necesario analizar algunas comparaciones entre estos dos antagonistas. Aun cuando no se pueda saber el día o la hora del rapto de la iglesia, la Biblia ofrece varias claves acerca del tiempo no específico, sino general, en el que pasará.
Los tiempos de Jesús
El tiempo de la primera venida de Jesús al mundo fue exactamente en el tiempo en el que Dios lo programó y lo mismo será en su segunda venida (Gálatas 4:4). Lo mismo sucederá con el Anticristo (2 Tesalonicenses 2:6).
De manera interesante, el Imperio Romano jugará una parte integral en el tiempo para la revelación tanto de Jesús como del Anticristo. Jesús nació cuando el Imperio Romano gobernaba el mundo (Lucas 2:1); sus decretos, especialmente el que se refirió al censo, ocasionaron que José y María debieran ir a Belén para que en Jesús se pudiera cumplir la profecía (Miqueas 5:2). También fue durante el gobierno de este imperio que Jesús fue sentenciado a morir en la cruz (Salmo 22:1, 14-18). Para el regreso de Jesús, el Imperio Romano debe ser revivido, tal como lo profetiza la visión de los pies de la estatua del sueño de Nabucodonosor (Daniel 2:32-33, 41-44). Jesús no estableció su reino en su primera venida, pero lo hará a su regreso, “en los días de estos reyes,” ¡cuando el Imperio Romano sea revivido!
De este mismo imperio también saldrá el Anticristo (Daniel 7:7-8, 23-24). Jesús no regresará ya como el Cordero de Dios, sino como el Juez de toda la humanidad, con poder y gloria.
El tiempo del Anticristo.
Es esencial que el Imperio Romano sea revivido para el surgimiento del Anticristo. Según Daniel 9:26, “el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario,” es decir, el ejército romano destruirá la ciudad de Jerusalén y el Templo en el año 70 d.C. El ejército romano, en aquel entonces, había conquistado varias naciones de occidente y del oriente y sus legiones estaban integradas por gentes de varias nacionalidades que conformaban el imperio en ese momento. La extensión del Imperio Romano exigía un ejército numeroso, el cual hasta cierto momento estaba integrado sólo por hombres nacidos inicialmente de familias romanas y, posteriormente, tras las guerras de unificación de la península (91-89 a.C.), de aquellas originarias de las provincias latinas o italianas incorporadas al imperio. Atender los territorios de las provincias más lejanas exigían grandes recursos tanco económicos como humanos que desgastaban las finanzas del imperio, alimentadas por los impuestos y los tributos de las naciones conquistadas. Una de las fuentes de recursos fue la venta de la ciudadanía a las familias prestantes o con nexos económicos con el imperio en cada provincia (este fue el caso de la familia de Saulo de Tarso, que eran contratistas del ejército romano, al que proveían de tiendas). En cuanto al ejército, se incorporaron a las legiones soldados de entre la población misma de las provincias, a los que se le ofrecieron beneficios, como la ciudadanía romana, después de los años de servicio. A partir de 212 d.C., bajo el gobierno del emperador Caracalla, se promulgó la Constitutio Antoniniana, que otorgó la ciudadanía romana a todos los hombres libres dentro del Imperio Romano. Así, Roma no sólo era la ciudad, sino todo el imperio y el ejército romano se convirtió en una fuerza multinacional.4 De una de las naciones que conformaban el imperio, saldrá el Anticristo.
Al llamar al Anticristo el “príncipe que ha de venir,” indica que, al igual que los antiguos césares, gobernará este imperio cuando sea revivido. En este punto es necesario recordar que el Imperio Romano no sólo fue una entidad política, militar y económica, sino también religiosa, al adorar a un dios-emperador.