Hijas e hijos de la Rebelión. Una historia política y social del Partido Comunista de Chile en postdictadura (1990-2000). Rolando Álvarez Vallejos
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Historia A cargo de esta colección: Julio Pinto
© LOM ediciones Primera edición, septiembre 2019 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN impreso: 9789560011992 ISBN digital: 9789560013453 RPI: 304.514 Las publicaciones del área de Ciencias Sociales y Humanas de LOM ediciones han sido sometidas a referato externo. Motivo de portada: Gladys Marin en Isla Negra, Fotografía de Manuel Olate Céspedes Edición y maquetación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2860 68 00 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile
Para Rolando Álvarez Araya In memoriam
Introducción
A comienzos de la década de 1990, el mundo occidental registraba profundos cambios geopolíticos, marcados especialmente por el fin de la Guerra Fría y el nacimiento de lo que en aquel entonces se denominó como el «Nuevo Orden Mundial». En la práctica, esto significaba la hegemonía de Estados Unidos como única potencia mundial y la debacle de sus adversarios hasta entonces, la Unión Soviética y los países que componían el «socialismo real», todos en franco proceso de extinción. El triunfo de las potencias capitalistas se manifestó en todos los ámbitos, desde la cultura popular hasta las ciencias sociales, incluyendo diversas expresiones artísticas. Se decretó el fin de la modernidad y de los proyectos utópicos que la constituían. La conocida fórmula del «fin de la historia» popularizada por Francis Fukuyama se instaló como el nuevo sentido común de la naciente última década del siglo XX.
Por su parte, en Chile se desarrollaba una compleja trama de ingeniería política. Luego de 16 años y medio de férrea dictadura cívico-militar, el general Augusto Pinochet dejaba la primera magistratura del país en manos del líder de la oposición, el demócrata cristiano Patricio Aylwin. Lo más destacado de este proceso era que, a diferencia de otros casos, como el argentino, la transición chilena no se producía en el marco de la derrota total del régimen saliente. Por el contrario, la continuidad del modelo político y económico de la dictadura tenía como principal expresión el hecho que de Pinochet, desde el puesto de comandante en jefe del Ejército, seguiría siendo un actor político relevante durante gran parte de la década. En el ámbito socio-cultural, las reformas estructurales de corte neoliberal aplicadas durante la dictadura incidieron en modificar las leyes laborales, el sistema educativo y el sistema previsional, entre otros aspectos. Esto, unido al carácter negociado que tuvo el retorno a la democracia, hizo que la actividad política se convirtiera en un espacio de búsqueda de consensos y negociación, en desmedro de la otrora actividad reivindicativa, de corte más confrontacional.
En este contexto, las fuerzas de izquierda vivieron una profunda derrota, lo que las obligó a repensar las bases teóricas y políticas de sus proyectos. En el caso de Chile, desde 1933 la izquierda estuvo compuesta por dos fuerzas hegemónicas: el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PC). Con encuentros y desencuentros hasta 1973, ambas fuerzas lograron convertirse en ejes fundamentales del sistema de partidos chileno hasta el golpe de Estado de septiembre de aquel año. Luego de la caída del gobierno de Salvador Allende, el PS experimentó un proceso popularmente conocido como «renovación socialista». Luego de superar un alto grado de fragmentación orgánica, los socialistas, mayoritariamente, arribaron a la década de 1990 asumiendo la necesidad de abandonar sus antiguas definiciones marxista-leninistas, dando paso a posiciones socialdemócratas e incluso liberales. En el caso del PC, el proceso fue más traumático, porque a fines de los ochenta, a diferencia del PS, estallaron profundas divergencias sobre cuál debía ser la fórmula para sortear los cambios que estaban ocurriendo a nivel mundial y en la restaurada democracia chilena. Al igual que en otras latitudes y «partidos hermanos», la gran interrogante que cruzó el debate de los comunistas fue si era posible o no dar continuidad a la organización en el marco de un mundo poscomunista. La resolución de esta interrogante, de por sí compleja, se hizo más problemática producto de las divergencias sobre la línea que el PC había sostenido contra la dictadura y sobre cuál debía ser la posición de este frente al nuevo gobierno democrático. La combinación dio por resultado una de las más profundas crisis del comunismo chileno en su larga historia. ¿De qué manera la sorteó?, ¿cuáles fueron las reformulaciones teóricas y políticas que hizo el PC para intentar subsistir en un período en que a nivel nacional e internacional sus planteamientos perdían la validez de antaño?, ¿qué factores explican la sobrevivencia de los comunistas como actores políticos dentro del sistema político chileno en una etapa histórica hegemonizada, en la práctica, por el consenso neoliberal? El presente texto examina el camino seguido por el PC chileno durante la primera década luego de terminada la experiencia comunista a nivel mundial.
Este libro se inserta fundamentalmente dentro de dos debates historiográficos generales. El primero se refiere a la historiografía sobre el comunismo, campo que ha desarrollado sus propias propuestas metodológicas sobre cómo debe ser abordado el pasado de estas organizaciones. En primer lugar, se descartan las «historias oficiales» (muy corrientes en el caso del comunismo) y las anticomunistas, porque ambas caen fuera del campo de la historia «científica» o profesional y su objetivo es primordialmente político1. Por su parte, Perry Anderson planteó la importancia de evitar historias comunistas «internistas», basadas solo en los aspectos endógenos de la organización. Así, los factores internacionales, y especialmente las coyunturas políticas, sociales y económicas del respectivo país, deben ser un aspecto fundamental para reconstruir su pasado2. La prolífica escuela francesa sobre el comunismo también ha remarcado la importancia de evitar que este se reduzca a una historia de las ideas, excluyendo la dimensión material, porque normalmente esta faceta no coincide exactamente con el plano ideológico3. Por otro lado, se ha propuesto que la historia del comunismo debe romper con la concepciones limitadas de la historia política, ligándola con las evoluciones sociales y culturales de las sociedades a las que pertenece, rescatando los enfoques multidisciplinarios (ciencia política, sociología y antropología) e incluyendo la mirada de la «larga duración» para analizar así sus cambios más imperceptibles, especialmente sus prácticas militantes4. En esta línea, diversos autores han planteado abordar la historia del comunismo recogiendo los aportes de la historia social y cultural5. De esta manera, y coincidiendo con enfoques politológicos, se ha destacado el peso y particularidades de la militancia sobre la base de la trayectoria de los PC, la que también jugaría un papel en las decisiones de los núcleos dirigentes6. Por ello, asimismo, cobran relevancia los cambios en las sociologías militantes para entender el comportamiento de la organización7. Por último, pero no menos importante, desde la politología, Angelo Panebianco ha resaltado la importancia de los contenidos del momento fundador de las organizaciones políticas, porque serían fuente primordial para la legitimación de los dirigentes ante la militancia. Empero, la sobrevivencia de la organización requiere de la adaptación de esos fines a cada momento histórico, lo que explica el motivo por el que los partidos políticos están en constante proceso de cambio. La particularidad de las trayectorias de cada partido político estaría determinada por la fidelidad a los principios originales versus la manera de adaptarse a las nuevas contingencias históricas8.
En la búsqueda de complejizar las miradas historiográficas sobre las trayectorias de las organizaciones políticas, junto con las fuentes tradicionales para abordar la historia de los partidos, este texto rescatará las dimensiones subjetivas de la militancia y dirigentes del PC chileno. Para ello, utilizaremos el concepto de imaginario político a partir de los planteamientos de Cornelius Castoriadis. Según este, el quehacer humano se despliega por medio de «imaginarios sociales». Esto implica que la sociedad ha sido creada por la acción humana como parte de un proyecto racional de construcción. Pero esta acción implica una apropiación simbólica de significados, es decir, unas representaciones subjetivas que, según Castoriadis, orientan y dirigen la vida de las personas que forman parte de esa sociedad. De esta manera, los imaginarios sociales son producto de las tradiciones