Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984. Rodrigo Baño Ahumada
no pueden eludir la obligación de concurrir al acto. Aún en condiciones absolutamente desmedradas, hacen campaña por el NO, apareciendo como contraparte del Gobierno que, con todos los medios a su disposición, solicita el SÍ a la ciudadanía. En tales condiciones, al menos en lo inmediato, los resultados que presente el gobierno tendrán un impacto de importancia en el sentir de la población, por muy impugnados que ellos sean.
Quizás sí tenga mayor permanencia que este sentimiento inmediato postelectoral el tipo de argumentos que sirvieran de base a las plataformas electorales de Gobierno y Oposición.
El Gobierno se centró en dos aspectos: por una parte la creación de un cierto clima de temor a la catástrofe política y económica que significaría el NO, como si ello implicara el retorno a la caótica situación de los últimos días de Allende. Por otra parte, el énfasis en las realizaciones económicas de los últimos tres años, particularmente aquellas que se proyectan en acceso al consumo para ciertos sectores sociales.
A su vez, la oposición parlante puso el énfasis en el rechazo al autoritarismo imperante, principalmente en lo relativo a la desmedrada situación de los derechos humanos. La crítica al modelo económico fue relativamente leve y dirigida a la proposición de reformas que limitaran sus excesos.
Si bien se mira, la propaganda electoral –tanto la apabullante del gobierno como la artesanal de la oposición– se dirige básicamente a un sector social: las capas medias. Esto significaría el reconocimiento de que los otros sectores sociales ya están definitivamente orientados en sus posiciones respecto al régimen político imperante y el modelo socioeconómico que impulsa. Al parecer, el proceso de polarización social pasa a constituirse en un hecho para los personeros políticos y, como en otros tiempos, es la recurrencia a las supuestamente anchas capas medias la que permitiría mantener o mejorar posiciones en el conflicto político.
EL PROGRAMA PRESIDENCIAL
Uno de los efectos más directos de la decisión gubernamental de fijar etapas y plazos de institucionalización es que el régimen ya no puede seguir presentándose como de respuesta al marxismo y de restauración de la situación que este deterioró, se hace necesario formular un programa a futuro que se presente como el elemento justificatorio del período que se inicia.
Fundamentalmente para las FF.AA., su legitimación en el poder arrancaba primordialmente del golpe militar de 1973, pero tal legitimación no puede proyectarse indefinidamente.
El acto electoral recién realizado pretende no solo mostrar apoyo a la labor realizada por el Gobierno, sino que también serviría para constituirlo a futuro sobre la base de la voluntad nacional que acepta el programa que el general Pinochet ofrece. Independiente de que tal voluntad ciudadana haya podido expresarse libremente o no, e independientemente de si esa expresión ha sido o no reconocida públicamente, lo cierto es que se esgrime como elemento legitimador y, en alguna medida, el gobierno debe hacerse responsable de determinadas realizaciones que ofrece cumplir en el período para el cual habría sido elegido.
El gobierno vuelve a poner énfasis en los aspectos económicos y en la práctica se pretende alcanzar durante el período la meta de «Chile, país desarrollado». Naturalmente que tal slogan tiene una función orientada fundamentalmente a la propaganda, pero, en todo caso, establece ciertos indicadores específicos de mejoramiento económico nacional.
No obstante, el problema fundamental sigue siendo para el Gobierno la creación de un nuevo esquema político-social capaz de sustituir al régimen de partidos anterior, puesto que no se ve aún cómo el modelo imperante pudiera controlar la situación de un sistema de partidos.
Quizás, la idea que más fuerza adquiere entre los sectores más duros del Gobierno es la creación de un tipo de Estado que excluya a los partidos políticos y constituya a las FF.AA. como parte integrante en la dirección de aquel. En alguna medida, persiste la idea de implementar un sistema de corte franquista. Como plan alternativo el gobierno tendría que lograr formar un partido político capaz de aglutinar no sólo a la derecha, sino al centro político, que pasaría a ser dirigido por aquella.
Estas especulaciones cobran fuerza cada vez que el ejecutivo anuncia la repetida fórmula de crear un movimiento político de apoyo al régimen.
El reciente anuncio del general Pinochet de crear un frente cívico-militar casi no alcanzó a formularse antes de perder vitalidad. De no mediar cambios políticos de importancia, no parece probable la formación de tal movimiento político, fundamentalmente por la resistencia que podría encontrar en las propias FF.AA.
DOY PARA QUE DES
Como señalábamos anteriormente, el antecedente inmediato del llamado a plebiscito fue la agudización del conflicto de los sectores «duros» y «blandos» al interior del grupo dominante.
Posteriormente tal conflicto parece desaparecer completamente y el régimen recupera su consistencia monolítica.
Básicamente, la solución de Pinochet habría consistido en apoyarse en los «duros» (lo que se vería en la Constitución y transición propuesta) para negociar con los «blandos», que se verían obligados a hacerlo para no ser confundidos con la oposición, quedando fuera del esquema de gobierno.
Resultaría absurdo pretender que las diferencias entre estos sectores desaparezcan, aun cuando la necesidad de enfrentar unidamente a la oposición haga desaparecer sus expresiones. Por el contrario, es de esperar que dichos sectores mantengan su pugna en orden a dirigir el actual proceso. En tal sentido, el realineamiento de los «blandos», que aparecieron apoyando una Constitución y una Transición que no los satisface plenamente, es un típico repliegue táctico.
Por otra parte, este realineamiento de los «blandos» no es meramente obligado por la decisión presidencial, sino que es negociado, lo que demuestra la fuerza que mantiene este sector, fuerza que tiende a aumentar al mediano plazo en la medida que pasa a representar la única clase política del régimen.
Por el momento, los blandos se muestran profusamente en el apoyo y hasta aparecen «robándoles el triunfo» a los duros, pero, a la vez, empiezan a reclamar cada vez con mayor insistencia el cumplimiento de las «modernizaciones», lo que en la práctica implica la privatización de las mayores actividades del Estado que son susceptibles de beneficio económico (empresas estatales, gran minería, previsión social, etc.).
OPOSICIÓN: ¿QUIÉN ES DUEÑO DE LA UNIDAD?
Si bien es cierto que el plebiscito constitucional mostró claramente la unidad de la oposición para enfrentar al Gobierno, esta unidad desde el comienzo presentó problemas y su continuidad seguirá presentándolos.
En primer lugar, hay que tener presente que en gran medida esta unidad es impuesta según los términos de la DC, que es la que en las actuales circunstancias tiene la capacidad de hacer política con publicidad tolerada.
Tanto la decisión de concurrir a votar NO como el proyecto de transición política son puntos que la DC propone y a los que la izquierda adhiere.
Por otra parte, tampoco se puede olvidar que durante todo el período autoritario la DC ha mantenido una actitud oscilante entre la unidad con la derecha o la unidad con la izquierda, que se define momentáneamente según la correlación de fuerzas y factibilidad de volver a tener presencia política significativa en la vida nacional. En tales circunstancias, la DC pretendería definir su propia política frente al régimen sabiendo que ni siquiera necesita solicitar el apoyo de la izquierda, pues este es obligado (algo similar a lo que hizo con la derecha en 1964).
No obstante, este cálculo político de la DC se vio con dificultades en la movilización misma en torno al plebiscito. Al parecer –y la concentración en el Caupolicán sería una muestra–, la izquierda, aún políticamente desarticulada, cuenta con una capacidad social de movilización que no puede dejar de preocupar a la DC, en cuanto a su liderazgo de la oposición, y que puede afectar la adhesión