Libros e imprenta en México en el siglo XVI. Marina Garone Gravier
sumaron también hechos externos a la Corona de España que exacerbaron las medidas y los marcos regulatorios para la circulación y la impresión de libros, y que determinarían las características del negocio de lo escrito en ambos lados del Atlántico.
Durante las primeras dos décadas del siglo xvi se produjo una serie de ediciones de la Biblia en varios países de Europa, incluida España. Esa mayor difusión de las Escrituras propició que sus contenidos fueran no sólo más conocidos, sino también más debatidos e inclusive criticados, hecho que polarizó las perspectivas sobre el uso de los textos sagrados dentro de la Iglesia de Roma. Además de la Biblia —en cuanto producto editorial—, hubo otro tipo de piezas impresas que aderezaron las tensiones religiosas entre facciones de la Iglesia; concretamente me refiero a la publicación de indulgencias, que, junto con el pago de diezmos de los feligreses, se constituyó en una importante fuente de ingresos para las iglesias locales. Podríamos definir las indulgencias, de manera muy coloquial, como perdones oficialmente concedidos por la Iglesia católica ante las faltas o los pecados de la feligresía. La existencia misma de la figura de la indulgencia y el hecho de manifestarse en un documento escrito o impreso sujeto a compra-
venta fueron algunos de los motivos que en 1519 impulsaron a Martín Lutero a romper con la Iglesia de Roma, que lo excomulgó y condenó en 1521. Al año siguiente Lutero publicó en Alemania una nueva traducción al alemán de la Biblia, acto editorial que atizaría el fuego de la Reforma, cisma religioso cuyo impacto tuvo consecuencias inclusive en México.
Los vastos territorios del Nuevo Mundo debían ser protegidos de cualquier desviación religiosa para garantizar fidelidad a la Corona, y para ello se aplicaron varios mecanismos. Algunos habían sido practicados en España entre 1490 y 1500 con la quema de biblias, coranes y libros judíos; de modo análogo, durante el proceso de conquista americana se recolectaron e hicieron arder códices y pinturas prehispánicas. Otro mecanismo para filtrar y frenar la potencial llegada de ediciones con ideas luteranas fue el férreo control del comercio librario transatlántico. El tercer procedimiento que usó la Corona fue la articulación de un complejo entramado legislativo y un marco regulatorio para la publicación de obras. En medio del montaje de esa densa estructura administrativa, económica, política y cultural cayó Tenochtitlan, se empezaron a publicar numerosas obras para el conocimiento y la gestión de los territorios conquistados, se inició el comercio sistemático de libros entre Europa y América y se estableció la primera imprenta en México.
Lo anterior nos permite señalar que los libros y la imprenta conforman un binomio clave para entender mucho de lo que sucedió hace 500 años y por ello en este libro me propongo ofrecer un panorama introductorio que nos permita saber cómo llegaron y circularon los impresos en México, quiénes y cómo los imprimieron en suelo americano, qué clase de textos se publicaron, cómo se veían y qué características materiales tenían, y, finalmente, dónde se encuentran hoy esos impresos tempranos. El lector encontrará en estas páginas sólo algunos de los muchos aspectos que se pueden analizar de la cultura impresa mexicana de aquel momento y que me permitirán exponer varias reflexiones sobre el impacto de la producción y la circulación de publicaciones durante el primer siglo de contacto. Para ello he organizado este libro en seis partes. Iniciaré con una breve explicación del modo en que se transformó la producción escrita en suelo americano y cómo fue el encuentro entre dos realidades culturales y formas distintas de contar y registrar historias. Seguiré con un apretado recorrido dirigido a ilustrar cómo fue el comercio y la circulación de libros entre Europa y la Nueva España, ya que primero llegaron impresos producidos en el Viejo Mundo antes de dar paso a la producción local de los mismos. En un tercer capítulo expondré las transformaciones técnicas que se suscitaron con el advenimiento de la imprenta tipográfica: cuáles fueron sus características principales y cómo modificó el modo de transmisión escrita, al igual que el conjunto de actividades que se desarrollaban y los profesionales que laboraban en los talleres. En cuarto lugar describiré cómo se dio el arribo de la imprenta a América y ofreceré algunas pinceladas biográficas de los tipógrafos que trabajaron en México. En un quinto capítulo abordaré de forma concisa el panorama de los géneros editoriales que se produjeron en Nueva España tras el contacto cultural. Finalizaré con una breve mención de las bibliotecas de México y el extranjero en las que es posible localizar los libros tempranos de la imprenta mexicana del siglo xvi.
Antes de iniciar propiamente el texto quiero hacer un par de aclaraciones. La primera, quizás obvia, es que esta obra es tributaria de muchas contribuciones de investigadores que me precedieron, así como del trabajo de numerosos colegas contemporáneos, aunque por la brevedad de la bibliografía sólo algunos de ellos están citados; a todos expreso mi enorme gratitud y reconocimiento. La segunda aclaración consiste en confesar que escribí estas páginas imaginando a un tipo de lector concreto: los adolescentes y jóvenes que surfean con total dominio las olas de la digitalidad, los que navegan en redes sociales, escriben y leen en las plataformas tecnológicas más diversas, jóvenes en sus 15 años, como los que tiene Valentina, a los que los documentos publicados hace 500 años les pueden resultar tan incomprensibles como lo fue para mi padre el nacimiento de internet. Dedico estas páginas a esos nativos digitales, y a los universitarios en formación, con la inocultable ilusión de despertar, aunque sea un poquito, curiosidad acerca de lo que para mí es una pasión: los libros antiguos impresos en el Nuevo Mundo.
Historias, textos y contextos. ¿Cómo se transformó la producción escrita?
En el contacto político y cultural entre América y Europa, la escritura, los libros y los documentos jugaron un papel preponderante, ya que fue en ellos y gracias a ellos que se fijó el marco general sobre el que se estableció el orden social en Nueva España. Los libros fueron quizás el principal medio de transmisión de ideas y comunicación del conocimiento, además de haber sido portadores de las normas y las leyes para la organización política y religiosa de México tras la conquista, y justamente por eso es importante identificar la función que desempeñaron en ese contexto histórico. Uno de los aspectos culturales de América que llamaron la atención de los europeos fue la existencia de sistemas de escritura y el tipo de registro de los pueblos mesoamericanos. Algunos de los sistemas de registro son de naturaleza eminentemente oral; otros tienen como base una forma escrita; algunos más combinan formas orales y escritas, con numerosas variantes intermedias de resguardo de la memoria. Dichos modos se han visto muchas veces condicionados y modificados por el contacto entre pueblos que desarrollaron formas distintas de registro y conservación de la memoria, y eso fue lo que pasó tras la conquista española de México.
Entre las primeras crónicas sobre lo hallado en el Nuevo Mundo se encuentra la de Pedro Mártir de Anglería, que describió la escritura y los libros americanos a partir de las noticias ofrecidas por Cristóbal Colón, Américo Vespucio, Fernando de Magallanes y Hernán Cortés, entre otros:
[L]levamos dicho que esta gente posee libros, y trajeron muchos, junto con los demás dones, estos nuevos colonos de Coluacán y los procuradores y mensajeros. En lo que ellos escriben son unas hojas de cierta delgada corteza interior de los árboles […]. Cuando están blandas, les dan la forma que quieren y la extienden a su arbitrio, y luego de endurecida la embetunan, se supone que con yeso […]. No solamente encuadernan los libros, sino que también extienden a lo largo esa materia hasta muchos codos, y la reducen a partes cuadradas, no sueltas, sino tan unidas con un betún resistente y tan flexible, que, en comparación de las tablas de madera, parece que han salido de manos de hábil encuadernador. Por donde quiera que se mire el libro abierto, se presentan dos caras escritas; aparecen dos páginas, y se ocultan bajo ellas otras dos como no se extienda a lo largo, pues debajo de un folio hay otros muchos folios unidos. Los caracteres son muy diferentes de los nuestros; dados, ganchos, lazos, tiras y estrellas y otras figuras, escritas en línea como lo hacemos nosotros; se parecen mucho a las formas egipcias […]. Entre líneas hay trazadas figuras de hombres y animales, principalmente de los reyes y magnates, por lo cual es de creer que están allí escritos los hechos de los antepasados de cada rey, como vemos que se hace en nuestro tiempo, que muchas veces en las historias generales y en los códices fabulosos los impresores intercalan las figuras de los que hicieron lo que allí se cuenta, para estimular a los que quieran comprarlos. También las tablas de arriba (las