Más allá de esta vida. Enrique Garcés de los Fayos

Más allá de esta vida - Enrique Garcés de los Fayos


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necesito…

      A pesar de todo, te doy las gracias por haberme ayudado a no tener que pasar por este lago purificador, por dejar que mi alma llegara limpia de monstruos y, sobre todo, que sea útil desde el primer momento. Esa es la única razón que me permite aceptar, comprendiendo casi siempre, las razones por las que ya he hecho el viaje. Gracias por demostrarme que mi alma pesaba los 21 gramos necesarios y puros que harán su trabajo, sin presentar la más mínima duda. Y desde ya te digo que estoy preparada para lograr que el alma de Quique deje de estar atormentada lo antes posible y, entonces sí, comenzar a crear el Universo que me has encargado desarrollar.

      (En el momento en que termina su monólogo cierra los ojos recordando la primera vez que se encontró con Quique tras su marcha. Éste, después de un primer momento de sorpresa, asumió que hablaba con el alma de su mujer, fallecida unos días antes. Hay un momento en que ambos comprenden el esfuerzo que deberán realizar para seguir en contacto)

      Quique: ¿Sabes? Desde que marchaste solo bebo el café en tu taza (sonríe, mientras la toma en su mano).

      Eva: Lo sé. Sé que la miras con la añoranza de esos desayunos juntos. Sabiendo tu horario podemos volver a repetir esos momentos.

      Quique: De otra forma, claro (hace una leve pausa). Pero sí, la idea me parece fantástica. Ahora que ya no me sorprenderá sentir tu alma tan cerca de mí, creo que sí podré tomar café contigo (intenta mantener la sonrisa a pesar de la profunda pena que siente).

      Eva: No debes dejar que los monstruos sigan haciéndose fuertes en ti. Por mí no has de temer. Ya ves que estoy bien. Y tú, tienes un trabajo por delante inmenso.

      Quique: ¿Nuestros hijos?

      Eva: Y mucho más. Ni siquiera yo soy consciente de lo que nos queda por delante.

      Quique: ¿Vamos a trabajar juntos?

      Eva: Vamos a vivir juntos, aunque parezca extraño utilizar la palabra vida en este momento.

      Quique: Me sigue pareciendo tan irreal todo.

      Eva: Recuerda, mientras tú me quieras a tu lado, no dejaré de estarlo.

      ESCENA SEGUNDA

      La pradera es inmensa. Predominan los colores cálidos, el verde de la hierba lo alfombra todo, el azul de un cielo celeste sin nubes, y el blanco luminoso de un sol que envuelve la inmensidad. En el banco está sentada Eva e Isa, su mejor amiga.

      Eva: Aquí estoy (sonríe).

      Isa: No te imaginas cuánto necesitaba saber de ti. Poder estar segura de que no te habías ido definitivamente.

      Eva: Lo sé. Y por eso estoy aquí. Voy a estar contigo siempre, acompañándote mientras tú quieras.

      Isa: Siempre, Eva, querré que estés siempre, porque de lo contrario nunca saldré de este abismo que has dejado en todos nosotros.

      Eva: No debes dejar que la tristeza se fortalezca. El dolor que sientes es normal, pero debes empezar a buscar la felicidad.

      Isa: ¡Cómo voy a buscar la felicidad! Te has ido definitivamente, y eso no tiene solución.

      Eva: Es ahí donde os equivocáis. Se ha marchado mi cuerpo, estaba muy enfermo y no pudo resistir más. Esa enfermedad…

      Isa: Pues eso es. Tu muerte no nos permite ser felices.

      Eva: Sí podéis serlo, porque yo no he muerto, porque mi alma está con vosotros y va a estar, porque os amo y me amáis, y ese sentimiento es imposible que muera. Son los monstruos creados por una sociedad que nunca ha querido atender a esta realidad. Ellos os impiden comprender que, ante nuestra marcha, además del dolor os dejamos todo el amor.

      Isa: (Acercándose, como si pudiera abrazarla, que es lo que desea). Es tan complicado asumir lo que dices, Eva.

      Eva: Lo sé, y por eso os insisto tanto.

      Isa: ¿Hablas de Quique?

      Eva: Necesito que los dos seáis fuertes, que abráis vuestras mentes hasta que mi alma pueda entrar en conexión con las vuestras. En ese momento todo comenzará a cambiar, y el amor y la felicidad volverán a vosotros.

      Isa: ¿Y cómo se hace eso?

      Eva: Como has hecho hoy. Dejando que tu mente sienta las señales y podamos encontrarnos. El problema es que cuando los monstruos de la rabia, el dolor, la frustración o el odio se hacen tan fuertes nuestras almas se ven incapaces de llegar a vosotros.

      Isa: ¿Es por eso por lo que a veces parece que has desaparecido?

      Eva: Esa es la razón.

      Isa: ¿Pero cómo vamos a dejar de sentir eso? ¡Es tan injusto lo que ha pasado! Tu enfermedad (hace una pausa). De repente el mundo desapareció y…

      Eva: El mundo sigue aquí, y yo también te necesito a ti.

      Isa: ¿A mí? (Pregunta sorprendida)

      Eva: Todo está conectado, todo tiene un sentido, y tú vas a desempeñar un papel muy relevante en esta obra de teatro, que es la vida. No puedo anticiparte nada, porque aún está desarrollándose, pero eres muy necesaria.

      Isa: No entiendo.

      Eva: Hay almas que son requeridas antes de tiempo, porque debemos cumplir una misión. Hasta que no llegas al lugar donde se hallan, no puedes comprender nada, pero después todo tiene sentido. Tú vas a tener un rol muy relevante, y por eso has de estar preparada.

      Isa: ¿Lo estaré?

      Eva: Sin duda, Isa. Tu alma es tan bella. Por eso eres tan necesaria, y debes estar dispuesta para cuando lleguen momentos difíciles.

      Isa: Si estás a mi lado, seguro que seré capaz de cumplir con lo que se me encargue.

      Eva: De momento será suficiente con que retomes el contacto con Quique. Camina aún demasiado centrado en la desesperación.

      Isa: Cuenta con ello.

      Eva: Después irá desarrollándose un Universo, que será una fantasía llena de esperanza que llegará a muchas personas.

      Isa: No preguntaré (sonríe) y esperaré a que vuelvas a señalarme la senda.

      Eva: Llegará el momento. Y, al final de todo el recorrido, necesitarás ser muy fuerte, y ahí estaré, para que no tengas ninguna duda.

      ESCENA TERCERA

      Quique está en casa, sentado en su sillón, intentando leer un libro, aunque deja que su vista quede colgada desde la altura de su ventanal, sin observar nada en concreto. Siente un escalofrío repentino, no hace frío y vuelve su mirada al interior. Cree que puede ser una señal.

      Quique: ¿Estás ahí? (Observa como la luz del día es cada vez más tenue). Me gustaría pensar que sí. No dudo de ti, de lo que hablamos, de tu presencia. Lo sentí tan fuerte la última vez. Ahora mismo ha sido un helor que me ha atravesado todo el cuerpo, ha desaparecido de forma inmediata. Fue tan extraño. Sé que no estoy loco, y si enloquecer supone poder mantener conversaciones contigo tampoco me importa.

      (Se levanta, está solo en su casa y pasea por el salón, de vez en cuando se detiene y sigue hablando a Eva mientras contempla cómo se inicia el anochecer en la ciudad)

      He pensado mucho en lo que me dijiste, que no deje que los monstruos me atormenten, pero no sé cómo hacerlo. ¡Siento tanto dolor, Eva! (limpia unas primeras lágrimas que caen por su mejilla). Y siento rabia, y frustración hacia esta situación, ante tu marcha, porque no puedo hacer nada para revertirla, porque no hay solución. Pero sobre todo siento odio hacia quien esté detrás de algo tan atroz como decidir que una mujer joven, como tú, muera por una enfermedad que no merece. No la mereces, Eva, quizás sí otros, que podrían morir ahora mismo y no dejarían ningún dolor en nadie, porque no tienen a nadie que los quiera. ¿Por qué no se llevan a esa gente que no sirve de nada? (rompe a llorar).

      (Procura recomponer su estado anímico, logra detener su llanto, limpia su rostro cargado del líquido salado que lo anega. Vuelve a sentarse


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