Historia de los sismos en el Perú. Lizardo Seiner Lizárraga

Historia de los sismos en el Perú - Lizardo Seiner Lizárraga


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poblada y albergaba las ciudades más importantes desde el siglo XVI (Tavera y Buforn, 1998: 191). Revelan, además, que para el periodo 1513-1920 no existe información sobre terremotos ocurridos en la zona andina y subandina del centro y norte del Perú, aunque en la actualidad está comprobado que estas regiones son sísmicamente muy activas (ibíd.: 194). Son, pues, vías abiertas que comprometen la investigación en sismicidad histórica.

      En realidad, la sismicidad histórica representa un campo fácilmente delimitable, en la medida en que identifica los movimientos sísmicos registrados, en una zona determinada, a lo largo del tiempo; no obstante, ello implica hacer algunas precisiones. Es evidente que no todas las zonas presentan periodos de ocupación humana semejante, lo que determina la variación del periodo para el cual se cuenta con información. Algunos ejemplos podrán aclarar lo afirmado.

      Las fuentes disponibles permiten rastrear los sismos, en América Latina, solo a partir de la llegada de los españoles. Los patrones de asentamiento urbano practicados por los conquistadores se implementaron muy tempranamente; y debido a la extensa política de fundación de ciudades, contamos con un volumen apreciable de información relativa a la ocurrencia de sismos, casi desde la fundación de ellas: generalmente, para un buen número de ciudades latinoamericanas, se cuenta con casi cinco siglos de registros históricos de tales eventos. Y es de notar que, para cada siglo, la información disponible es mayor conforme se transcurre del pasado hasta la actualidad. No obstante, algunos países solo cuentan con información sísmica desde el siglo XVII, como es el caso de Costa Rica, cuyos registros se inician en 1638.4 Parecido es el panorama en la América anglosajona,5 ya que sus registros recién se inician en los siglos XVII y XVIII, como son los casos —por citar dos ejemplos— de Nueva York, desde 1638, y California, desde 1769.6 Hay contribuciones recientes para el Caribe francoparlante, lo mismo que para el Canadá francés (Saffache, 2004; Gouin, 2001). Es indudable que las ocurrencias sísmicas sucedidas en tiempos prehispánicos nos son desconocidas debido a la inexistencia de evidencia escrita en América precolombina, aunque es menester destacar la notable excepción constituida por las fuentes escritas que provienen de la cultura maya.

      A diferencia de América, Europa muestra una realidad muy distinta. La organización de los archivos, la enorme oferta de fuentes, las sucesivas publicaciones referidas al tema y la convocatoria permanente de eventos alusivos que reúnen a especialistas, dan cuenta de las altas cotas a las que puede llegar la investigación en sismicidad histórica cuando existen las redes institucionales que propician los intercambios de conocimiento e información.

      En términos generales, el panorama que hemos encontrado se revela como un campo transitado desde hace décadas en distintos países, aunque en el Perú su abordaje se muestra más bien escaso. Además, aunque la sismicidad histórica —conforme a lo definido— busca aclarar la ocurrencia sísmica de un país a través de la exhaustiva búsqueda y ponderación de fuentes, debe igualmente incorporar parámetros conceptuales. Dicha vía aún está en exploración, y los escasos trabajos dedicados al tema han puesto énfasis especial en la construcción social del riesgo sísmico (Quenet, 2005).

      Este subcapítulo dará cuenta de algunas de las investigaciones de sismicidad histórica a las que hemos accedido, clasificándolas con base en un criterio zonal. Presentamos primero aquellas desarrolladas en América, y reservamos las de Europa a la siguiente parte.

      Observamos que existen líneas permanentes de investigación de sismicidad histórica en América Latina. Un caso interesante es el de Ecuador: con apoyo de IRD de Francia, la Escuela Politécnica Nacional del Ecuador (en adelante EPN) —en cuya Escuela de Ciencias se encuentra el Departamento de Geofísica, el que desde 1983 es denominado (como su par peruano) Instituto Geofísico— viene realizando una importante contribución en la investigación sísmica contemporánea. Uno de los objetivos específicos del área de sismología del Instituto Geofísico —institución oficial encargada del monitoreo de la actividad sísmica en el Ecuador— es “conocer los procesos anteriores”, siendo una de sus líneas de investigación, “la historia sísmica y volcánica”.7 En lo que concierne a registros sísmicos, la EPN reemplazó al Observatorio Astronómico de Quito —establecido en 1873 por el jesuita alemán Juan Bautista Menten—, institución que los inició de manera sistemática en 1910, con la instalación de modernos sismógrafos.8 El Instituto Geofísico plantea entre sus responsabilidades “la identificación y el análisis de las fuentes sísmicas en el territorio ecuatoriano”. En el 2003 tenía entre sus investigaciones la que José Egred desarrollaba con el título “El terremoto de Riobamba de 4 de febrero de 1797”, sismo considerado como el más destructor de la historia ecuatoriana. En el resumen de la investigación se lee:

      El terremoto de Riobamba de 1797 es el más destructor que ha soportado el territorio ecuatoriano en su historia desde la conquista española y, por consiguiente, es el que mayor cantidad de muertes causó, pese a la poca densidad de población en la época en que ocurrió. El presente trabajo es un estudio de los parámetros sísmicos y efectos del terremoto, basado en la investigación realizada en los archivos históricos y bibliografía nacionales y en el Archivo General de Indias de Sevilla, España, que fue auspiciado por la organización francesa ORSTOM (actualmente IRD)…9

      Esta investigación se transformó, luego, en un exhaustivo artículo que reunió toda la información acerca de dicho sismo.10 Cabe destacar la breve introducción a la sismicidad histórica ecuatoriana que se encuentra en la página web de la institución,11 donde se incluye una tabla que identifica los terremotos de grado VIII registrados a partir del siglo XVI y un útil mapa que indica los lugares de ocurrencia de los de grado VII y VI, también desde la época colonial. En dicha tabla se indica 1541 como el año de ocurrencia del primer evento para el que se cuenta con registros históricos, terremoto sentido por los expedicionarios españoles que iban en procura del País de la Canela, encabezados por Gonzalo Pizarro. Este sismo es un caso interesante, pues a pesar de haber ocurrido en territorio ecuatoriano, sus efectos debieron sentirse también en el Perú, debido a su gran intensidad, razón por la cual lo mencionamos en el actual catálogo histórico-sísmico .

      Otro país de gran actividad en el campo de la sismicidad histórica es Venezuela. A mediados del 2002, la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis) organizó las Terceras Jornadas Venezolanas de Sismología Histórica, con el apoyo del Ministerio de Ciencia y Tecnología, entidad de la que forma parte.12 Las jornadas empezaron en 1997, con éxito rotundo, debido a la favorable acogida de académicos venezolanos, testimoniada en las comunicaciones presentadas. En forma paralela, el Laboratorio de Geofísica de la Universidad de Los Andes (Mérida) lleva adelante, en la actualidad, un programa de investigaciones en sismicidad histórica,13 y ha retomado una de las conclusiones que emanó de las Primeras Jornadas, a saber: la necesidad de crear una base de datos que contenga toda la información sobre sismos históricos ocurridos en Venezuela.

      Sin embargo, en términos de resultados, los avances más importantes los tiene México, gracias a la acción conjunta de la Universidad Nacional Autónoma de México y el dinámico Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas).14 El equipo de investigadores de Ciesas partió de la interrogante: ¿por qué estudiar la historia sísmica de México? Indicaba que la sismicidad puede estudiarse a través de dos vías: el registro instrumental —corto en el tiempo: remontable apenas a comienzos del siglo XX— o la evaluación cualitativa basada en el análisis de documentos históricos que describen daños. En México, la sismicidad más activa se produce en la zona de Oaxaca, donde la placa de Cocos se introduce debajo del continente; otro panorama es el que se presenta en el centro de Jalisco, lugar en el que actualmente la actividad sísmica es apenas perceptible, incluso para los sismógrafos. Sin embargo, en 1569 un gran sismo asoló la zona, dato que se conoce gracias a la información proporcionada por frailes franciscanos


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