Obsesionada . Морган Райс
su oportunidad, alentándose a sí misma para saltar.
Debajo, los inmortalistas estaban concentrados mirando en una dirección en particular: una plataforma ligeramente elevada situada en un extremo de la habitación. Había un hombre increíblemente alto en el escenario, sostenía un bastón largo. Parecía estar golpeando el bastón contra una gran cruz.
Confundida, Scarlet ladeó la cabeza mientras la cruz parecía empezar a moverse. Fue entonces cuando se dio cuenta de que alguien estaba sujeto con grilletes a la cruz, alguien que se retorcía de dolor cada vez que el bastón del hombre se clavaba en él.
El corazón le dio un vuelco al darse cuenta de que era Sage.
La ira recorrió cada fibra de Scarlet. El hombre que amaba estaba encadenado por brazos y piernas. Por el cansancio, tenía la cabeza caída hacia delante sobre el pecho y su cabello estaba alisado por el sudor. La sangre que había goteado por su torso se acumulaba a sus pies. Scarlet quería gritar que dejaran de castigarlo , pero sabía que tenía que guardar silencio o correría el riesgo de ser descubierta por la multitud que rebuznaba debajo. Se le revolvía el estómago ver que estaban exhibiendo la tortura de Sage, quien era el centro de su odio.
Scarlet vio con horror como el hombre de la larga capa carmesí que estaba sobre el escenario blandía el bastón con una cruz en su extremo antes de golpearlo contra el suelo. Las baldosas de piedra hacían un ruido fuerte que reverberaba por el espacio cavernoso.
“¿Vas a darte por vencido?" gritó el hombre. “¿Vas a entregarnos a la muchacha?"
Él parecía ser el instigador de la tortura y Scarlet llegó a la conclusión de que debía ser el líder de los inmortalistas. Se acordó que Sage le había comentado sobre el hombre que dirigía a su raza. Su nombre era Octal y por lo que Sage le había dicho, era un tirano violento.
“¡Contéstame!" gritó Octal.
La multitud se le unió con una fuerte burla.
Desde donde estaba, Scarlet no pudo escuchar la respuesta de Sage, pero supo que lo que había dicho no era lo que Octal quería oír, porque él se inclinó hacia delante y empujó el bastón de metal en el pecho de Sage. Sage dejó escapar un grito que le heló la sangre.
Scarlet no podía contenerse por más tiempo. Saltó de la viga donde había estado agachada y gritó a pleno pulmón.
"¡DETENTE!"
Mientras empezaba a volar hacia abajo, hacia la multitud, los inmortalistas que estaban debajo volvieron sus miradas hacia ella con un movimiento brusco, repentino. Scarlet vaciló y sus alas de repente se paralizaron de terror. Comenzó a desplomarse por el aire huso hacia la multitud enfurecida.
Desde lejos, Scarlet pudo oír a Sage gritar su nombre. Era el grito de un hombre enamorado desesperado, un hombre a quien le estaban arrancando el corazón de su cuerpo, un hombre cuyo dolor al ver a su amante correr hacia la muerte era mucho mayor que el dolor de la tortura que había estado soportando.
Scarlet agitó sus alas desesperadamente, pero no le sirvió de nada. Sentía que el terror había bloqueado sus poderes. Estaba cayendo cada vez más rápidamente sobre las multitudes enfurecidas. Sabía que cuando llegara con ellos, la rasgarían en pedazos, porque su muerte era la única manera de que pudieran sobrevivir. Cuanto más se acercaba, sus burlas y gritos se hacían cada vez más fuertes.
Al caer, el tiempo parecía ir más despacio y las caras de sus amigos y familia pasaron ante sus ojos: su mejor amiga, María, su madre, Caitlin, Ruth, su perro. Incluso Vivian cruzó por su mente a pesar de que Scarlet la había odiado.
Luego, un bello rostro apareció ante sus ojos, uno que la hizo jadear. Era el rostro de Sage. En esta caída en cámara lenta, Scarlet ladeó la cabeza y miro al Sage real en los ojos. A pesar de que estaba cubierto de sudor y sangre y tenía una mueca de dolor en el rostro, no era menos hermoso para ella, era el recuerdo perfecto que su cerebro había conjurado. Cuando hicieron contacto visual, Scarlet sintió una oleada de amor correr a través de ella. Aunque sabía que estaba a unos escasos segundos de morir, ya no tenía miedo, porque sabía que iba a morir siendo amada.
Ella cerró los ojos y se preparó para el impacto.
Pero antes de caer al suelo, Octal dio un paso adelante y fijó sus ojos translúcidos en su caída en picada en cámara lenta. Sin esfuerzo y sin emoción, él se elevó en el aire y extendió la mano hacia ella. Ella sintió las manos de Octal agarrar su brazo. La jaló hacia él como si la hubiera arrancado del aire. De una vez, las de aceleración y de prisa que había estado sintiendo fueron reemplazadas por una calma suave mientras de una manera controlada, empezaron a flotar sobre el suelo.
Scarlet abrió los ojos, casi sin poder creer que, de hecho, no estaba muerta. Pero mientras que el temor a la muerte inmediata abandonó su cuerpo, ella sabía que el peligro no había pasado. Octal pudo haberla salvado de que su cerebro se incrustara contra las duras baldosas de la iglesia, pero sabía que no le había salvado la vida por compasión. Él era un torturador. Scarlet se dio cuenta de que él la había salvado solamente con el fin de matarla de una manera más desagradable.
Ella miró por encima del hombro de Octal a Sage.
“¡Scarlet!" gritó Sage.
Octal bajó a Scarlet. La multitud se lanzó hacia delante, pero Octal levantó los brazos para hacerlos retroceder. La multitud obedeció. Scarlet no sabía por qué, pero Octal les estaba dando a ella y Sage una última oportunidad para estar juntos, una última oportunidad para decirse adiós.
Con los ojos de un millar de inmortalistas en plena ebullición puestos en ella, Scarlet corrió hacia Sage. Sus ojos se empañaron de lágrimas mientras le echaba los brazos al cuello y hundía la cara en su cuello. Su piel estaba al rojo vivo, como si tuviera fiebre. Ella lo abrazó tan fuerte como pudo, temiendo que pudiera ser la última vez que pudiera hacerlo.
"Scarlet", Sage le murmuró al oído.
Ella se hizo hacia atrás y le levantó la cabeza. Sus ojos estaban hinchados y magullados, y su labio inferior estaba partido e hinchado. A Scarlet le dolió en el corazón verlo así. Ella quería darle un beso, quitarle el dolor con besos y curarlo, pero sabía que no tenía tiempo. En cambio, le quitó un mechón de pelo de la cara y le dio un delicado beso en la frente, la única parte que no se veía magullada o lastimada.
"¿Cómo me encontraste?", él le preguntó.
"Lore. Me dejó una nota diciéndome que estabas aquí.”
El miedo brilló en los ojos de Sage. "Es una trampa. Te van a matar.”
"Lo sé," Scarlet se quedó sin aliento. "Pero tenía que verte. Mi vida está destrozada de todas formas.”
Pensó en sus padres y sus discusiones constantes, en la promesa de su madre para eliminarla, en su casa que Lore había dado vuelta, en Vivian que odiaba sus agallas y en sus amigas que parecían haberse puesto en su contra.
“Tú eres lo único bueno que me queda en la vida", agregó con sinceridad. "¿No te acuerdas que te dije que si tú morías, me iba a morir contigo?"
Ella trató de sonreír para tranquilizarlo pero la mirada en los ojos de Sage le abrió un pozo de dolor en su estómago.
Él sacudió la cabeza.
“Yo quería que tú vivieras, Scarlet," él jadeó, haciendo una mueca por el dolor que le había causado el bastón de Octal. "¿No lo entiendes? Lo único que me consolaba mientras me torturaban era saber que podrías vivir tu vida una vez que me hubiera ido.” Él suspiró. "Pero ahora vamos a morir los dos."
Scarlet sostuvo la pesada cabeza de Sage en sus manos. "Y ¿no importa lo que yo quiero?"
"Eres joven", dijo Sage con una mueca. "No sabes lo que quieres. Yo he vivido dos mil años y lo único que ha tenido sentido para mí eres tú. ¡No quiero que mueras por mí!”
“¿Era Julieta demasiado joven?" Scarlet respondió con seriedad, recordando la noche mágica que habían pasado juntos viendo la tragedia de Shakespeare.
En ese momento, Scarlet sintió detrás de ella