El Despertar de los Dragones . Морган Райс
culpa era de la debilidad del antiguo Rey, que los había entregado a todos—pero eso ahora de poco servía. Ahora, para su desgracia, tenían que ceder ante esto hombres. Esto puso a Kyra furiosa. Esto convertía a su padre y a sus grandes guerreros—y a toda su gente—en nada más que siervos elevados; ella deseaba desesperadamente que hubiera una revolución, que pelearan por su libertad, que pelearan la guerra que el antiguo Rey no había incitado por miedo. Pero también sabía que, si se levantaban ahora, se enfrentarían a la furia del ejército Pandesiano. Tal vez hubieran podido detenerlos si nunca les hubieran dado el paso; pero ahora estaban atrincherados y las opciones eran limitadas.
Llegaron al puente mientras se unían a la multitud y, al pasar, las personas se detenían y miraban apuntando hacia el jabalí. Kyra tuvo algo de satisfacción al ver que sus hermanos sudaban bajo el peso de este, jadeando y resoplando. Mientras pasaban, las cabezas volteaban y las personas abrían paso, plebeyos y guerreros por igual impresionados por la gran bestia. También miró algunas miradas supersticiosas, personas preguntándose al igual que ella si este era un mal presagio.
Sin embargo, todos los ojos miraban a sus hermanos con orgullo.
“¡Una gran captura para el festival!” dijo un granjero guiando su buey mientras se unía en el camino a ellos.
Brandon y Braxton se engrandecieron orgullosamente.
“¡Alimentará a la mitad de la corte de su padre!” dijo un carnicero.
“¿Cómo lo hicieron?” preguntó un guarnicionero.
Los hermanos intercambiaron miradas, y Brandon finalmente le sonrió al hombre.
“Con un buen disparo y falta de miedo,” respondió audazmente.
“Si no te aventuras en el bosque,” añadió Braxton, “no sabrás lo que puedes encontrar.”
Algunos hombres vitorearon y palmearon sus espaldas. Kyra, a pesar de todo, detuvo su lengua. No necesitaba la aprobación de estas personas; sabía lo que había hecho.
“¡Ellos no mataron al jabalí!” gritó Aidan con indignación.
“Tú te callas,” dijo Brandon a media voz. “Algo más sobre eso y les diré que mojaste tus pantalones cuando nos atacó.”
“¡Pero no lo hice!” protestó Aidan.
“¿Y te van a creer?” añadió Braxton.
Brandon y Braxton rieron, y Aidan miró a Kyra como si quisiera saber qué hacer.
Ella dijo que no con su cabeza.
“No te preocupes,” dijo ella. “La verdad siempre prevalece.”
Las masas crecieron mientras cruzaban el puente, y pronto ya estaban hombro con hombro mientras pasaban sobre la fosa. Kyra podía sentir la excitación en el aire mientras caía el crepúsculo, mientras se encendían las antorchas en el puente y la nieve arreciaba. Volteó hacia arriba como siempre y se apuró a observar la gran puerta arqueada de piedra de la fortaleza protegida por una docena de los hombres de su padre. En la cima estaban los picos de una reja de hierro ya elevada, con sus filosas puntas y gruesas barras lo suficientemente fuertes para repeler a cualquier enemigo y listas para cerrarse con el mero sonido de un cuerno. La puerta se elevaba treinta pies de altura, y en su parte superior había una amplia plataforma que se extendía por toda la fortaleza y anchas almenas de piedra tripuladas con miradores manteniendo siempre un ojo vigilante. Volis era una gran fortaleza, lo que le daba a Kyra un gran orgullo. Pero lo que le daba más orgullo eran los hombres que ahí residían, los hombres de su padre, muchos de los mejores guerreros de Escalon que se reagrupaban lentamente en Volis después de ser dispersados desde la rendición del Rey, atraídos como un imán hacia su padre. Ella más de una vez había instado a su padre para que se declarara el nuevo Rey, al igual que el resto de su gente—pero él se limitaba a sacudir su cabeza y decir que eso no era para él.
Al acercarse a la puerta, una docena de los hombres de su padre salieron cabalgando y las masas les abrieron camino mientras se dirigían al campo de entrenamiento, un amplio terraplén circular en los campos fuera de la fortaleza rodado por una baja pared de piedra. Kyra se volteó y los miró con un corazón palpitante. El campo de entrenamiento era su lugar favorito. Ella solía ir y observarlos entrenar por horas, estudiando cada movimiento que hacían, la manera en que cabalgaban, la forma en que sostenían sus espadas, arrojaban lanzas, giraban las mazas de cadena. Estos hombres salían a entrenar a pesar de la caída de la noche y la nieve, incluso al inicio de una festividad, porque querían entrenar para ser mejores, porque preferían estar en el campo de batalla que en un festín—igual que ella. Ella sentía que ellos eran su verdadera familia.
Otro grupo de los hombres de su padre salió a pie, y mientras Kyra se acercaba a la puerta con sus hermanos, ellos abrieron camino junto con las masas permitiendo que Brandon y Braxton pasaran con el jabalí. Silbaban en admiración y los grandes hombres musculosos se acercaron, casi un pie más altos que sus hermanos que no eran bajos, la mayoría portando grisáceas barbas, todos entre los treinta y cuarenta con muchas batallas encima y quienes había servido al antiguo Rey sufriendo la indignación de su rendimiento. Hombres que nunca se hubieran rendido. Eran hombres que lo habían visto todo y muy pocas cosas los impresionaban—y el jabalí fue algo que llamó su atención.
“¿Lo mataron ustedes solos?” le preguntó uno a Brandon, acercándose y examinándolo.
La multitud se agrandó y Brandon y Braxton finalmente se detuvieron tomando la admiración y elogio de estos grandes hombres, tratando de no mostrar su agitada respiración.
“¡Lo hicimos!” Braxton dijo orgullosamente.
“De Cuerno Negro,” exclamó otro guerrero acercándose tocando la espalda del animal. “No había visto uno desde que era niño. Una vez ayudé a matar uno, pero estaba con un grupo de hombres, y dos de ellos perdieron dedos.”
“Pues, no perdimos nada,” Braxton dijo con valentía. “Sólo una punta de lanza.”
Kyra se enrojeció mientras los hombres reían claramente admirando la presa, mientras que otro guerrero, el líder, Anvin, se acercó y examino la presa detalladamente. Los hombres le abrieron camino mostrándole una gran cantidad de respeto.
El comandante de su padre, Anvin, era el hombre favorito de Kyra que sólo respondía a su padre y guiaba a estos grandes guerreros. Anvin había sido como un segundo padre para ella, y lo había conocido tanto como podía recordar. Ella sabía que él la apreciaba mucho y se preocupaba por ella; pero más importante, él siempre tenía tiempo para ella, mostrándole las técnicas de entrenamiento y armas cuando otros no lo hacían. Hasta la había dejado entrenar con los hombres en más de una ocasión, y había disfrutado cada una. Era el más fuerte de todos, pero también el de corazón más amable para los que apreciaba. Pero a los que no, Kyra sentía lástima por ellos.
Anvin tenía poca tolerancia para las mentiras; era el tipo de hombre que siempre tenía que conseguir la verdad absoluta de todo, sin importar lo que fuera. Tenía un ojo meticuloso, y mientras se acercaba a examinar al jabalí, Kyra lo miró observar las dos heridas de flecha. Tenía un ojo para los detalles, y si alguien se iba a dar cuenta de la verdad, sería él.
Anvin examinó las dos heridas, notando las dos puntas de flecha todavía dentro con los fragmentos de madera en donde sus hermanos habían roto sus flechas. Las había roto muy cerca de la punta para que nadie notara lo que lo había matado. Pero Anvin no era nadie.
Kyra miró a Anvin estudiar las heridas, sus ojos entrecerrándose, y sabía que había conseguido la verdad en un instante. Se agachó quitándose un guante y saco la punta de flecha del ojo. La levantó aún con sangre y se volteó hacia sus hermanos con una mirada escéptica.
“Conque una punta de lanza, ¿verdad?” les preguntó.
Un silencio tenso cayó sobre el grupo mientras Brandon y Braxton se miraban nerviosos por primera vez. Se movían en su lugar.
Anvin miró a Kyra.
“¿O una punta de flecha?” añadió, y Kyra pudo ver como todo se acomodaba en su cabeza dándose