La mentira del vecino . Блейк Пирс
CAPÍTULO DIECINUEVE
PRÓLOGO
Trabajar de niñera no era la vida que Kim Wielding se había imaginado para sí misma, pero en realidad era bastante agradable. Eso era bastante sorprendente, dado que había tenido una carrera en Washington, DC trabajando en campañas políticas y redactando discursos para candidatos desvalidos. Y había estado a punto de llegar a la cima.
La vida a veces daba muchas sorpresas.
Ahora que tenía treinta y seis años de edad, sabía que jamás cumpliría sus sueños. Por esta razón, los había reemplazado con otro sueño: escribir una gran novela americana en su tiempo de inactividad como niñera.
Kim comenzó a trabajar de niñera después de que un candidato prometedor para el que había trabajado fue derrotado. Eso la hizo decidir tomarse un tiempo fuera. Y durante ese tiempo afuera, este empleo había caído en su regazo. Jamás había considerado cuidar niños, pero todo había resultado bien.
Kim pensó en su primer trabajo como niñera mientras se encontraba sentada en la isla de cocina de la casa de Bill y Sandra Carver. Era difícil de creer que había sido hace más de diez años. Esos años habían difuminado sus recuerdos de su trabajo en DC, de escribir discursos esperanzadores y solo una pizca de falsedad.
Tenía su portátil en frente. Ya llevaba cuarenta mil palabras de su libro. Suponía que le faltaba la mitad. Tal vez lo terminaría en aproximadamente seis meses. Todo dependía de lo que sucedía en las vidas de los tres hijos Carver. El hijo mayor, Zack, estaba en noveno grado y practicaba fútbol americano. El hijo intermedio, Declan, jugaba fútbol. Y si la más pequeña, Madeline, seguía con la gimnasia, Kim estaría muy ocupada durante los próximos meses.
Cerró la tapa de su portátil y miró alrededor de la cocina. Estaba descongelando un pollo para la cena. Ya había limpiado los mostradores y lavado los platos y tenía la cuarta carga de ropa en la lavadora. Hasta que los niños llegaran a casa, no tenía más nada que hacer. Es por esa razón que había logrado trabajar en su libro durante cuarenta y cinco minutos.
Miró el reloj y vio que el día había pasado volando, algo que estaba empezando a entender les pasaba bastante a las niñeras. Tenía que salir a recoger a los niños en la escuela en quince minutos… y esa era una verdadera hazaña, dado que la menor estaba en la escuela primaria, el intermedio en la escuela intermedia y el mayor en la escuela secundaria. Se tardaba más de una hora para recogerlos y traerlos a casa dado el tráfico. Sin embargo, sonaba peor de lo que era, ya que Kim había descubierto hace poco cuán maravillosos eran los audiolibros para matar tiempo durante viajes.
Se levantó y fue a ver el pollo, el cual ya estaba casi completamente descongelado. Luego metió la ropa en la secadora y sacó todas las especias que necesitaría para preparar la cena. A lo que colocó el pimentón sobre el mostrador, alguien llamó a la puerta principal.
Eso era bastante común en la casa de los Carver. Sandra Carver era una adicta a Amazon y Bill Carver siempre recibía planos. Kim agarró su bolso, decidiendo que iría a recoger a los niños luego de meter los paquetes.
Abrió la puerta, su mirada yéndose directamente al suelo del porche en busca de una caja de Amazon. Es por eso que le tomó a su cerebro un segundo entender que había alguien frente a ella. Cuando levantó la mirada para ver su cara, su campo visual fue obstruido por… algo.
Fuera lo que fuese, se estrelló contra su cabeza. Conectó justo entre los ojos, en el puente de su nariz. El chasquido dentro de su cabeza fue ensordecedor, pero apenas tuvo tiempo para notarlo ya que cayó al piso de madera de los Carver. Sintió sangre corriendo por su nariz mientras trataba de arrastrarse hacia atrás.
La persona en el porche entró. Cerró la puerta detrás de ella. Kim trató de gritar, pero tenía demasiada sangre en la nariz, la cual estaba entrando en su garganta y boca. Tosió mientras la persona dio un gran paso adelante y volvió a alzar el objeto contundente.
Kim se dio cuenta de que era un tubo mientras el dolor se extendió por su mente como un huracán. Y eso fue lo último que vio.
Antes del golpe final, su mente se fue a un lugar extraño. Kim Wielding murió preguntándose qué pasaría con ese pollo, el cual seguía descongelándose en el fregadero de los Carver.
CAPÍTULO UNO
Debido al hecho de que su madre había muerto, su padre había sido encarcelado y sus abuelos las sobreprotegieron mucho, Chloe Fine a menudo prefería hacer las cosas sola. La gente a veces la consideraba una persona introvertida y eso no le molestaba en absoluto. Su personalidad la había ayudado a sacar excelentes notas en la escuela y también durante su entrenamiento del FBI.
Pero esa personalidad también la había conducido a mudarse a su nuevo apartamento sola, sin nadie para ayudarla. Sí, podría haber contratado una empresa de mudanzas, pero sus abuelos le habían enseñado el valor del dinero. Y dado que tenía brazos fuertes y una mentalidad tenaz, había elegido mudarse sola. Después de todo, solo tenía dos muebles pesados. Todo lo demás sería fácil.
Sin embargo, no fue así… Le costó mucho subir su cómoda por las escaleras aunque tuvo la ayuda de una carretilla y su apartamento solo quedaba en el segundo piso. Sí, lo había logrado, pero estaba segura de que se había lastimado la espalda.
Lo último que subió fue la cómoda, ya que sabía que eso sería lo más difícil de toda la mudanza. No había empacado muchas cosas en cada caja, sabiendo que todo el trabajo lo haría sola. Supuso que podría haber llamado a Danielle y ella la habría ayudado, pero a Chloe nunca le había gustado pedirles favores a sus familiares.
Chloe esquivó unas cuantas cajas de libros y cuadernos y se desplomó en el sillón que había tenido desde su segundo año en la universidad. La idea de llamar a Danielle para que la ayudara a desempacar y comenzar a ordenar todo le estaba comenzando a gustar. Las cosas no habían estado tan tensas entre las dos desde que Chloe había descubierto la verdad sobre lo que había pasado entre sus padres hace todos esos años, pero nada era perfecto. Las dos estaban muy conscientes del peso de la verdad de lo que su padre había hecho y los secretos que había estado guardando. Chloe sintió que ambas estaban lidiando con esos secretos a su forma y sabía que sus opiniones diferían.
Lo que nunca se había atrevido a expresarle a Danielle era lo mucho que echaba de menos a su padre. Danielle lo había resentido desde su encarcelamiento. Pero Chloe había extrañado esa figura paterna en su vida. Ella había sido la que se había atrevido