Agente Cero . Джек Марс

Agente Cero  - Джек Марс


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      Reid se puso de pie con tal fuerza que su silla casi se cayó. Su mano inmediatamente se envolvió alrededor del mango texturizado de la Beretta, caliente por estar en su espalda. Su mente le gritó frenéticamente. Este es un lugar público. Hay gente aquí. Nunca he disparado un arma antes.

      Antes de que Reid sacara su pistola, el extraño saco una billetera de su bolsillo trasero. Sonrió a Reid, aparentemente entretenido por su naturaleza nerviosa. Nadie más en el bar parece haberse dado cuenta, excepto por la camarera con el pelo de nido de rata, quién simplemente levantó una ceja.

      El extraño se aproximó a la barra, deslizó un billete sobre la mesa y le murmuró algo al bartender. Luego se dirigió a la mesa de Reid. Estuvo detrás de una silla vacía por un largo momento, con una sonrisa delgada en sus labios.

      Era joven, treinta a lo mucho, con el cabello muy corto y una barba de dos días. Era algo larguirucho y su rostro estaba demacrado, haciendo que sus afilados pómulos y su barbilla sobresaliente parecieran casi caricaturescos. Lo más encantador eran las gafas negra con montura de cuerno que llevaba, buscando por todo el mundo como si Buddy Holly hubiese crecido en los ochenta y descubierto la cocaína.

      Reid pudo notar que él era diestro; él sostuvo su codo izquierdo cerca de su cuerpo, lo que probablemente significaba que tenía una pistola colgada en una funda de hombro en su axila, así que podría sacarla con su derecha, si era necesario. Su brazo izquierdo sujetaba su chaqueta negra de gamuza cerca de él para esconder el arma.

      “¿Mogu sjediti?” el hombre preguntó finalmente.

      ¿Mogu…? Reid no entendió inmediatamente como lo había hecho con el Árabe y el Francés. No era Ruso, pero estaba lo suficientemente cerca para que él pudiera deducir el significado del contexto. El hombre estaba preguntando si podía sentarse.

      Reid hizo un gesto a la silla vacía en frente de él y el hombre se sentó, manteniendo metido su codo izquierdo todo el tiempo.

      Tan pronto como se sentó, la camarera trajo un vaso de cerveza color ámbar oscuro y la puso delante de él. “Merci”, dijo él. Sonrió hacia Reid. “¿Tu Serbio no es muy bueno?”

      Reid negó con la cabeza. “No”. ¿Serbio? Él había asumido que el hombre con el que se reuniría era Árabe, como sus captores y el interrogador.

      “En Inglés, ¿entonces? ¿Ou francais?”

      “A elección del negociante”. Reid se sorprendió de lo calmado que estaba e incluso de cómo sonó su voz. Su corazón casi brotaba de su pecho del miedo… y si estaba siendo honesto, tenía al menos una pizca de emoción ansiosa.

      La sonrisa del Serbio se ensanchó. “Disfruto este lugar. Es oscuro. Está tranquilo. Es el único bar que conozco en este distrito que sirve Franziskaner. Es mi favorita”. Tomó un largo sorbo de su vaso, sus ojos se cerraron y un gruñido de placer se escapó de su garganta. “Qué delicioso”. Él abrió sus ojos y añadió: “No eres lo que esperaba”.

      Una oleada de pánico aumentó en las extrañas de Reid. Él lo sabe, su mente le gritó. Sabe que no eres con quien se supone que debía encontrarse y, tiene una pistola.

      Relájate, dijo el otro lado, el nuevo. Puedes manejar esto.

      Reid tragó saliva, pero de algún modo logró mantener su actitud helada. “Tú tampoco lo eres”, replicó.

      El Serbio se rió entre dientes. “Eso es justo. Pero somos muchos, ¿sí? Y tú… ¿tú eres Estadounidense?”

      “Expatriado”, Reid respondió.

      “¿Qué no lo somos todos?” Otra risita. “Antes de ti, conocí solo a otro Estadounidense en nuestro, um… cuál es la palabra… ¿conglomerado? Sí. Así que para mí, esto no es tan extraño”. El hombre guiñó el ojo.

      Reid se puso tenso. No sabía si era una broma o no. ¿Qué pasaría si supiera que Reid era un impostor y lo estaba guiando o haciendo tiempo? Puso sus manos en su regazo para esconder sus dedos temblorosos.

      “Puedes llamarme Yuri. ¿Cómo te puedo llamar?”

      “Ben”. Fue el primer nombre que vino a su mente, el nombre de un mentor de sus días como profesor asistente.

      “Ben. ¿Cómo lograste trabajar para los Iraníes?”

      “Con”, Reid corrigió. Entrecerró sus ojos para darle efecto. “Trabajo con ellos”.

      El hombre, este Yuri, tomó otro sorbo de su cerveza. “Seguro. Con. ¿Cómo ocurrió eso? A pesar de nuestro intereses mutuos, ellos tienden a ser, uh… un grupo cerrado”.

      “Soy de confianza”, dijo Reid sin pestañear. No tenía idea de dónde venían estas palabras, tampoco de la convicción con la que venían. Él las dijo tan fácilmente como si lo hubiera ensayado.

      “¿Y dónde está Amad?” preguntó Yuri casualmente.

      “No lo pudo lograr”, replicó Reid igualmente. “Envía sus saludos”.

      “Está bien, Ben. Dices que el trabajo está hecho”.

      “Sí”.

      Yuri se inclinó hacia adelante, sus ojos se entrecerraron. Reid pudo oler la malta en su aliento. “Necesito escucharte decirlo, Ben. Dime, ¿el hombre de la CIA está muerto?”

      Reid se congeló por un momento. ¿CIA? Como en, ¿la CIA? Repentinamente, todo lo que se habló de los agentes en el campo y las visiones deteniendo terroristas en aeródromos y hoteles tuvieron más sentido, incluso si la totalidad del asunto no lo tenía. Entonces, recordó la gravedad de su situación y esperó que no hubiese dado ninguna señal para traicionar su farsa.

      Se inclinó hacia adelante también y dijo lentamente, “Sí Yuri. El hombre de la CIA está muerto”.

      Yuri se recostó casualmente y sonrió de nuevo. “Bien”. Levantó su vaso. “¿Y la información? ¿La tienes?”

      “Nos dio todo lo que sabía”, le dijo Reid. No pudo evitar notar que sus dedos ya no temblaban debajo de la mesa. Era como si ahora alguien más estuviera en control, como si Reid Lawson estuviera tomando el asiento trasero de su propio cerebro. Decidió no luchar contra eso.

      “¿La ubicación de Mustafar?” preguntó Yuri. “¿Y todo lo que les dijo?”

      Reid asintió.

      Yuri pestañeo varias veces expectante. “Estoy esperando”.

      Una realización golpeó a Reid como un peso pesado mientras su mente juntaba el poco conocimiento que tenía. La CIA estaba involucrada. Había algún tipo de plan que podría hacer que muchas personas murieran. El jeque lo sabía y les dijo — le dijo — todo. Estos hombres, necesitaban conocer lo que sabía el jeque. Eso es lo que Yuri quería saber. Sea lo que fuera, se sentía grande, y Reid había tropezado en el medio… aunque ciertamente él sentía como si esta no fuera la primera vez.

      No habló por un largo momento, lo suficientemente largo para que la sonrisa se evaporara de los labios de Yuri en una expectante mirada de labios delgados. “No te conozco”, dijo Reid. “No sé a quién representas. ¿Esperas que te de todo lo que sé, y me vaya y confíe que llegue al lugar correcto?”

      “Sí”, dijo Yuri, “eso es exactamente lo que espero y precisamente es la razón de este encuentro”.

      Reid negó con la cabeza. “No. Verás Yuri, se me ocurre que esta información es demasiado importante para jugar a ‘susurro por el callejón’ y esperar a que llegue a los oídos adecuados en el orden correcto. Es más, en lo que respecta a ti, sólo existe un lugar donde existe — aquí”. Golpeó ligeramente su propia sien izquierda. Era verdad; la información que buscaban estaba, presuntamente, en alguna parte de lo más recóndito de su mente, esperando ser desbloqueada. “También se me ocurre”, continuó, “que ahora que ellos tienen esta información, nuestros planes deben cambiar. Estoy cansado de ser el mensajero.


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