Vencedor, Derrotado, Hijo . Морган Райс

Vencedor, Derrotado, Hijo  - Морган Райс


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Irrien. El hechicero le devolvería a su hijo.

      La llevaron a través del complejo, pasando por delante de esclavos que trabajaban y guerreros que entrenaban, por delante de estatuas que representaban a Ulren de joven, alzadas por encima de los cuerpos de los enemigos asesinados. Estefanía no tenía ninguna duda de que era un hombre peligroso. Para ser el segundo solo por detrás de Irrien significaba que había peleado por llegar a lo más alto de uno de los lugares más peligrosos que existían.

      Perder aquí era morir, o peor que morir, pero Estefanía no tenía pensado morir. Ella había aprendido las lecciones de la invasión e incluso de su fracaso para controlar a Irrien. Esta vez tenía algo que ofrecer. Ulren deseaba las mismas cosas que ella: el poder y la muerte de la antigua Primera Piedra.

      Estefanía había oído hablar de gente que basaba los matrimonios en cosas peores.

      CAPÍTULO SEIS

      Ceres bajó de la pequeña barca a la orilla, bajo el asombro del hecho que un lugar así pudiera existir en algún lugar bajo tierra. Sabía que los poderes de los Antiguos tenían algo que ver, pero no entendía por qué lo harían. ¿Por qué construir un jardín en medio de una pesadilla?

      Evidentemente, por lo poco que había visto de los Antiguos, el hecho de que fuera una pesadilla podría ser razón suficiente para el jardín.

      También estaba la cúpula, que parecía estar compuesta de una pura luz dorada. Ceres se acercó más a ella. Si aquí se encontraba una respuesta, estaba segura de que se encontraría en algún lugar dentro de aquella cúpula.

      Había una leve neblina hasta la luz y a Ceres le pareció ver un par de siluetas. Solo esperaba que no fueran más hechiceros medio muertos. Ceres no estaba segura de tener la fuerza para luchar contra ninguno más de ellos.

      Ceres atravesó la luz haciendo fuerza y no podía evitar prepararse para algún tipo de sacudida pensada para tirarla al suelo. En cambio, solo hubo un momento de presión y, a continuación, ya la había atravesado, había entrado en la cúpula y miraba a su alrededor.

      Parecía el interior de una estancia opulenta, con alfombras y divanes, estatuas y adornos que parecían colgar del interior de la cúpula. También había otras cosas: objetos de cristal y libros que mostraban el arte de un hechicero.

      En el centro había dos siluetas. El hombre tenía la misma apariencia de elegancia y paz que había visto en su madre y vestía la pálida túnica que había visto en los recuerdos de los Antiguos. La mujer vestía la túnica más oscura de los hechiceros, pero a diferencia de aquellos que estaban más arriba, todavía parecía joven, no desecados por el tiempo.

      Al mirarlos, Ceres se dio cuenta de que también tenían la apariencia translúcida que había visto en otras partes del lugar, en los recuerdos que allí había.

      —No son reales —dijo.

      El hombre rió al escuchar eso.

      —¿Has oído, Lin? No somos reales.

      La mujer alargó el brazo para tocar el de él.

      —Es comprensible que cometan este error. Después de todo este tiempo, imagino que parecemos meras sombras de lo que fuimos.

      Aquello cogió a Ceres un poco por sorpresa. Sin pensarlo, alargó el brazo hacia el hombre. Vio cómo le atravesó el pecho con la mano. Se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

      —Lo siento —dijo.

      —No lo hagas —dijo el hombre—. Imagino que es un poco desconcertante.

      —¿Qué sois? —preguntó ella—. Vi a los hechiceros de allá arriba y no sois como ellos, y tampoco sois como los recuerdos, porque aquellos son solo imágenes.

      —Somos… algo más —dijo la mujer—. Yo soy Lin y este es Alteo.

      —Yo me llamo Ceres.

      Ceres se fijó en lo cerca que estaban el uno del otro, en el modo en que Lin posaba la mano sobre el hombro de Alteo. Parecían una pareja muy enamorada. ¿Acabarían ella y Thanos así alguna vez? Aunque presuntamente no tan transparentes.

      —La batalla se propagó —dijo Alteo—, y no pudimos detenerla. Lo que los hechiceros planearon era malvado.

      Algunos de los tuyos no eran mejores —dijo Lin con una leve sonrisa, como si ya hubieran tenido muchas veces esta conversación—. Sucedió muy rápido. Los Antiguos encarcelaron a los hechiceros como estaban, su magia mezcló el pasado y el futuro y Alteo y yo…

      —Os convertisteis en algo más —terminó Ceres. Recuerdos conscientes. Fantasmas del pasado que, por lo menos, se podían tocar el uno al otro.

      —Tengo la sensación de que no peleaste contra todo lo que hay allá arriba solo para encontrarnos a nosotros —dijo Alteo.

      Ceres tragó saliva. No esperaba esto. Esperaba un objeto, quizás algo como el punto de conexión que contuviera todos los hechizos de allá arriba. Aun así, el Antiguo que tenía delante estaba en lo cierto: había ido allí por un motivo.

      —Tengo la sangre de los Antiguos —dijo.

      Vio que Alteo asentía con la cabeza.

      —Ya lo veo.

      -Pero algo la restringe —dijo Lin—. La limita.

      —Alguien me envenenó —dijo Ceres—. Me quitó mis poderes. Mi madre pudo recuperarlos por poco tiempo, pero no duró.

      —El veneno de Daskalos —dijo Lin, con algo de aversión.

      —Algo malvado —dijo Alteo.

      —Pero algo que puede enmendarse —añadió Lin. Miró a Ceres—. Si es digna de ello. Lo siento, pero es mucho poder para alguien. Hemos visto lo que puede hacer.

      —Y dado lo que somos, costaría mucho enmendarlo —dijo Alteo.

      Lin alargó la mano para tocarle el brazo.

      —Tal vez sea el momento de ver cosas nuevas. Llevamos aquí cintos de años. Incluso con las cosas que nosotros podemos crear, tal vez sea el momento de ver qué hay a continuación.

      Ceres se detuvo al oír eso, al entender sus consecuencias.

      —Esperad, ¿sanarme a mí os mataría? —Negó con la cabeza, pero después la interrumpieron los pensamientos acerca de Thanos y todos los demás que estaban en Haylon. Si no lo hacía, ellos también morirían—. No sé qué decir —confesó—. No quiero que nadie muera por mí, pero mucha gente morirá si no lo hago.

      Vio que los dos espíritus se miraban el uno al otro.

      —Es una buena manera de empezar —dijo Alteo—. Significa que existe un motivo para ello. Cuéntanos el resto. Cuéntanos todo lo que le llevó a esto.

      Ceres lo hizo lo mejor que pudo. Se lo explicó todo acerca de la rebelión y de la guerra. Acerca de la invasión que le siguió y de su incapacidad de detenerla. Acerca del ataque sobre Haylon que, todavía ahora, estaba poniendo en peligro a todos los que amaba.

      —Comprendo —dijo Lin, alargando la mano para tocar a Ceres. Ante su sorpresa, Ceres notó una sensación de presión—. De hecho, me recuerda un poco a nuestra guerra.

      —El pasado prosigue con sus propios ecos —dijo Alteo—. Pero algunos ecos no pueden repetirse. Debemos saber si lo entiende.

      Ceres vio que Lin asentía con la cabeza.

      —Es cierto —dijo el espíritu—. Tengo una pregunta para ti, Ceres. Veamos si lo comprendes. ¿Por qué esto está aquí todavía? ¿Por qué los hechiceros están atrapados de este modo? ¿Por qué no los destruyeron los Antiguos?

      La pregunta parecía ser un examen y Ceres tenía la sensación de que si no daba una buena respuesta para ella, no recibiría la ayuda de estos dos. Dado lo que habían dicho que les


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