Transmisión . Морган Райс

Transmisión  - Морган Райс


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la recepcionista—. ¿Quiere que llame a una ambulancia?

      —No, estoy bien —insistió Kevin.

      Su madre negó con la cabeza.

      —Sabemos lo que sucede. Mi hijo se está muriendo. Todo esto… yo pensé que le ayudaría a asimilar el hecho de que lo que estaba viendo no era real, que era su enfermedad.

      Visto así, parecía una traición, como si la madre de Kevin hubiera estado planeando todo el rato que sus sueños se destrozaran.

      —Comprendo —dijo la recepcionista—. Vale, vamos a levantarte, Kevin. ¿Os traigo algo a los dos?

      —Yo solo quiero hablar con alguien —dijo Kevin.

      La recepcionista se mordió el labio y, a continuación, asintió.

      —Vale, veré lo que puedo hacer.

      En un abrir y cerrar de ojos, toda su actitud parecía haber cambiado.

      —Espera aquí. Siéntate. Voy a ver si hay alguien por aquí que por lo menos pueda hablar contigo, tal vez enseñarte esto. Aunque en realidad no hay mucho que ver.

      Kevin se sentó con su madre. Quería contarle todo lo que acababa de ver, pero por su cara podía ver que solo le haría daño. En su lugar, esperó en silencio.

      Finalmente, apareció una mujer. Tenía treinta y pocos, iba vestida con un traje oscuro que daba a entender que tenía el tipo de reuniones en las que la ropa más informal no funcionaría. Había algo en ella que decía que era intelectual –tal vez algo en la curiosidad con la que miraba a Kevin. Le ofreció la mano a su madre y después a Kevin.

      —Hola, Kevin —dijo—. Yo soy la Dra. Elise Levin. Soy la directora aquí en el instituto.

      —¿Usted es la responsable? —preguntó Kevin, cada vez más esperanzado—. ¿De todo lo de los extraterrestres?

      Ella sonrió divertida.

      —Creo que es una manera un poco fuerte de decirlo. Mucha investigación sobre la vida extraterrestre se hace en otros lugares. La NASA proporciona datos, algunas universidades se involucran y nosotros a menudo tomamos tiempo prestado con los telescopios de otras personas donde podemos. Pero sí, yo soy la responsable de este instituto y de las cosas que pasan aquí.

      —Entonces tengo que decírselo —dijo Kevin. Estaba hablando más rápido de lo que quería, intentando sacar las palabras antes de que esta adulta tuviera tiempo para no creerle—. Está sucediendo algo. Sé lo extraño que suena, pero he estado viendo cosas, hay una especie de cuenta atrás…

      ¿Cómo podía explicar la cuenta atrás? No era como unos números, había un punto evidente que él podía decir que marcaba su final. Solo había un débil latido que venía con la señal de su cerebro, cada vez más constante, casi imperceptiblemente más rápido mientras se abría camino hacia algo que Kevin no podía adivinar.

      —¿Por qué no me lo cuentas mientras echamos un vistazo por aquí? —sugirió la Dra. Levin—. Te enseñaré algo de lo que hacemos aquí.

      Llevó a Kevin y a su madre por los pasillos del instituto y, para ser sincero, Kevin había pensado que sería más emocionante. Había pensado que no parecería tanto un bloque de oficinas.

      —Pensaba que aquí habría telescopios grandes, o laboratorios llenos de equipos para comprobar cosas en el espacio —dijo Kevin.

      La Dra. Levin encogió los hombros.

      —Tenemos algunos laboratorios y, de vez en cuando, hacemos materiales de prueba, pero no tenemos ningún telescopio. Pero estamos trabajando con Berkeley para construir un sistema dedicado a los radiotelescopios.

      —Entonces ¿cómo buscan extraterrestres? —dijo la madre de Kevin. Parecía estar tan sorprendida por la falta de telescopios gigantes y equipamiento de escucha como lo estaba Kevin.

      —Trabajamos con otras personas —dijo la Dra. Levin—. Pedimos, o alquilamos, tiempo con los telescopios o los sistemas de sensores. Trabajamos con datos de la NASA. Les aportamos sugerencias sobre lugares en los que podrían querer mirar, o tipos de datos que podrían querer intentar reunir. Lo siento, no es tan emocionante como a veces piensa la gente. Por aquí, venid conmigo.

      Se dirigió a una oficina que, por lo menos, parecía un poco más interesante que algunos de los otros lugares. Tenía un par de ordenadores, un montón de pósters relacionados con el sistema solar, unas cuantas revistas que habían hablado del trabajo del SETI y algunos muebles que parecían haber estado especialmente diseñados para ser ergonómicos, modernos y casi tan cómodos como un ladrillo.

      —Dejadme que os muestre algunas de las cosas en las que hemos estado trabajando —dijo la Dra. Levin, incorporando imágenes de grandes sistemas de telescopio en proceso de ser construidos—. Estamos mirando de desarrollar sistemas de radiotelescopio que puedan ser lo suficientemente potentes para recoger radiofrecuencias ambientales en lugar de esperar a que alguien se dirija a nosotros con una señal.

      —Pero es que yo creo que alguien nos está haciendo señales —dijo Kevin. Necesitaba hacérselo entender.

      La Dra. Levin hizo un pausa.

      —Iba a preguntarte si te referías a la teoría que algunas personas creen que son explosiones de radio de alta frecuencia de un púlsar que podrían ser señales inteligibles, pero no es así, ¿verdad?

      —Yo he estado viendo cosas —dijo Kevin. Intentó explicar sus visiones. Le habló del paisaje que había visto y de la cuenta atrás.

      —Entiendo —dijo la Dra. Levin—. Pero tengo que preguntarte algo, Kevin. ¿Entiendes que el SETI trata de estudiar este tema con ciencia, buscando pruebas reales? Es la única manera en que podemos hacerlo y saber que todo lo que encontramos es real. O sea, que, debo preguntarte, Kevin, ¿cómo sabes que lo que ves es real?

      Kevin ya había resuelto cómo contestar a eso con Luna.

      —Vi algunos números. Cuando los busqué, resultaron ser la ubicación de algo llamado el sistema Trappist 1.

      —Uno de los candidatos más prometedores para la vida extraterrestre —dijo la Dra. Levin—. Aun así, ¿entiendes mi problema ahora? Dices que viste esos números, y te creo, pero tal vez los viste porque los habías leído en algún sitio. Yo no puedo redireccionar los recursos del SETI basándome en eso y, en cualquier caso, no estoy segura de que podamos hacer algo más en referencia al sistema Trappist 1. Para algo así, necesitaría algo nuevo. Algo que no se pudiera haber conseguido de otra forma.

      Kevin imaginaba que estaba intentando decepcionarlo de la forma más delicada posible pero, aun así, dolía. ¿Cómo podía proporcionarles eso? Entonces pensó en lo que había visto en el vestíbulo. Debía de haberlo visto por alguna razón, ¿no?

      —Creo… —No estaba seguro de si decirlo o no, pero sabía que tenía que hacerlo—. Creo que vais a recibir una señal de algo llamado Pioneer 11.

      La Dra. Levin lo miró durante dos segundos.

      —Lo siento, Kevin, pero eso no parece muy probable.

      Kevin vio que su madre fruncía el ceño.

      —¿Qué es Pioneer 11?

      —Es una de las sondas espaciales profundas que ha mandado la NASA —explicó la Dra. Levin—. Atravesó nuestro sistema solar, mandando datos y tenía la velocidad suficiente para mandarlos más allá de los límites del sistema solar. Por desgracia, el último contacto que tuvimos con ella fue en 1995, así que realmente no creo que…

      Paró cuando su teléfono empezó a sonar y lo sacó como para ignorar la llamada. Kevin vio el momento en el que se quedó parada y miró fijamente.

      —Lo siento, tengo que cogerlo —dijo—. ¿Sí, hola, qué pasa? ¿Puede esperar un momento? Estoy en medio de… bueno, si es tan urgente. ¿Una señal? ¿Me estás llamando porque están llegando datos a la NASA? Pero la NASA siempre tiene…


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