Un Beso Para Las Reinas . Морган Райс
hombres duros que todavía hacían reverencias cuando Sofía se acercaba, su hermano y el gato del bosque a su lado.
—¿Estamos preparados? —preguntó, mirando hacia su tío e intentando parecer la reina que todos ellos necesitaban que fuera.
—Todavía hay que tomar algunas decisiones —dijo Lars Skyddar—. Sabemos lo que intentamos conseguir, pero ahora debemos decidir los detalles.
—¿Qué es lo que hay que decidir? —preguntó su primo Ulf, en su habitual tono brusco—. Juntamos a los hombres, machacamos los muros con cañonazos y después vamos a la carga.
—Esto explica muchas cosas del modo en el que cazas —dijo Frig, la hermana de Ulf, con una sonrisa de lobo—. Deberíamos rodear la ciudad como una horca, asediándola.
—Debemos estar preparados para un asedio —dijo Hans, cauteloso como siempre.
Parecía que cada uno tenía su propia idea acerca de cómo debía ir, y una parte de Sofía deseaba poder mantenerse alejada de esto, dejar todo esto a mentes más sabias, con más conocimiento sobre la guerra. Pero sabía que no podía, y que los primos no dejarían de discutir si les dejaba. Eso significaba que la única manera de hacerlo era elegir.
—¿Cuándo llegaremos a la ciudad? —preguntó, intentando pensar.
—Probablemente al anochecer —dijo su tío.
—Entonces es demasiado tarde para un simple ataque —dijo, pensando en el tiempo que había pasado por la noche en la ciudad—. Conozco las calles de Ashton. Creedme, si intentamos cargar a través de ellas en la oscuridad, no acabará bien.
—Un asedio, entonces —dijo Hans, que parecía satisfecho ante la expectativa, o quizás solo porque su plan era el elegido.
Sofía negó con la cabeza.
—Un asedio hace daño a la gente equivocada y no ayuda a los adecuados. Las viejas murallas de la ciudad solo protegen la parte central de la ciudad, y no te quepa la menor duda de que la Viuda dejaría morir de hambre a los más pobres para comer ella. Mientras tanto, cada momento que esperemos, Sebastián está en peligro.
—Entonces ¿qué? —preguntó su tío—. ¿Tienes un plan, Sofía?
—Echaremos el ancla delante de Ashton cuando lleguemos allí —dijo ella—. Les mandaremos mensajes para que se rindan.
—No lo harán —dijo Hans—. Aunque les ofrezcamos cuartos.
Sofía negó con la cabeza. Eso ya lo sabía.
—La Viuda no creerá que alguien tenga más piedad que ella. Pero la ilusión de que les estemos dando tiempo para rendirse nos hará ganar tiempo para que la mitad de nuestros hombres vayan hacia el lado de tierra de la ciudad. Tomarán los alrededores discretamente. La gente de allí no le tiene ningún cariño a la Viuda.
—¿Y al invasor sí? —preguntó Lucas.
Esa era una buena pregunta, pero es que su hermano tenía facilidad para hacer buenas preguntas.
—Eso espero —dijo Sofía—. Espero que recuerden quiénes somos y cómo eran las cosas antes de la Viuda. —Miró a Hans—. Tú estarás al mando de las fuerzas allí. Necesito a alguien que mantenga la disciplina con los soldados y que no asesine a la gente común.
—Me encargaré de ello —le aseguró Hans, y Sofía supo que lo haría.
Sofía se dirigió a Ulf y a Frig.
—Vosotros dos llevaréis una pequeña fuerza cerca de las puertas del río. Si los hombres que mandé consiguen entrar, se abrirán. Vuestro trabajo será ayudarlos a resistir hasta que el resto podamos atacar. La flota principal desembarcará y avanzaremos bajo la protección de los cañones de los barcos.
Parecía un buen plan. Por lo menos, ella esperaba que lo fuera. La alternativa era que acababa de condenar a muerte a los hombres que comandaba.
—«Es un buen plan» —le mandó Lucas.
—«Solo espero que funcione» —respondió Sofía.
Entonces se les unió una tercera voz, procedente del mar.
—«Lo hará. Me aseguraré de que así sea».
Sofía se giró y vio un pequeño grupo de barcos que se acercaba. Tenían un aspecto lamentable, parecido a lo que los mercenarios o bandidos podrían haber escogido. Pero era la voz de su hermana la que salía de ellos.
—«¿Catalina? ¿Estás aquí?
—«Estoy aquí» —respondió Catalina—. «Y me traje la compañía libre más poco respetable que hay. Lord Cranston dice que será un honor para él servir».
Ese pensamiento animó a Sofía casi tanto como la presencia de su hermana allí. No solo era por los hombres de más para la lucha, aunque ahora mismo Sofía tomaría todo lo que pudiera. Era el hecho de que su hermana había vuelto con la compañía de guerra de la que tanto le gustaba formar parte, y…
—«¿Está Will allí» —preguntó Sofía.
—«Sí» —respondió Catalina. Sofía podía notar su felicidad—. «Pronto nos veremos, hermana mía. Guárdame algunos enemigos».
—«Estoy segura de que habrá los habrá en abundancia».
—Catalina se está acercando —le dijo Sofía a Lucas.
—Lo sé —dijo su hermano—. Sentí sus pensamientos. Pensaba que tendríamos que esperar a volver para encontrarnos por fin con ella.
—Y encontrar a nuestros padres después de esto —dijo Sofía. Sabía que no debería estar pensando tan adelante todavía. Debía concentrase en la batalla que estaba por llegar, pero era casi imposible que sus pensamientos se mantuvieran allí. Estaba demasiado ocupada pensando en todo lo que podría derivar de eso. Recuperaría a Sebastián. Liberaría al pueblo de la Viuda del peso demoledor de su mandato. Encontrarían a sus padres.
—Catalina estará tan ansiosa como nosotros lo estamos por encontrar a nuestros padres —dijo Sofía—. Más aún. No estoy segura ni de que tenga recuerdos de ellos que la hagan seguir adelante.
—Pronto tendremos más que eso —dijo Lucas.
—Eso espero —respondió Sofía. Pero no podía evitar preocuparse—. ¿Lo tienes?
Lucas asintió, evidentemente sabía a qué se refería. Sacó el disco plano hecho de bandas de metal entrelazadas y, al tocarlo, unas líneas brillantes y enredadas resplandecieron. Cuando Sofía también puso la mano sobre el metal, las partes del artilugio giraron hasta colocarse, dejando al descubierto el contorno de masas de tierra, desde el reino de la Viuda hasta formas remotas que podrían ser las Colonias Lejanas y las Tierras de la Seda. Estaba tentadoramente cercano a decirles lo que necesitaban saber; pero no había nada que les dijera dónde podrían estar ahora sus padres. Sofía imaginaba que eso llegaría cuando Catalina se les uniera. Así lo esperaba.
—Guarda el artilugio en un lugar seguro —dijo Sofía—. Si lo perdemos…
Lucas asintió.
—Hasta ahora lo he protegido. Estoy más preocupado por manteneros a ti y a Catalina a salvo.
Sofía no había pensado en ello. Los tres estaban a punto de dirigirse al centro de una batalla. Si uno de ellos caía en esa batalla, puede que nunca encontraran a sus padres. Sería un doble golpe, perder la promesa de su padre y madre mientras se lamenta la muerte de un hermano o hermana.
—Tú también debes estar a salvo —dijo Sofía—. Y no lo digo solo porque quiero encontrar a nuestros padres.
—Lo sé —dijo Lucas—. Y haré todo lo que pueda. El Oficial Ko me hizo entrenar muy bien.
—Y Catalina aprendió muchas cosas de la bruja que intentó reclamarla —dijo Sofía.
—Si