Soberbia. Leticia Flores Farfán

Soberbia - Leticia Flores Farfán


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que llevó a Edipo a confiar nuevamente en su astucia inteligente para acceder a la verdad oculta del enigma fue el arma que posibilitó ese momento de lucidez en donde el héroe accede por fin a comprender lo que el destino le había deparado y la tragedia inevitable en la que se encontraba envuelto. Ante la visión de su verdadero ser, Edipo se saca los ojos para no ver más, para no dejarse cegar por la visión perceptual y abrirse a esa luz interior que le permitirá descubrir que no es dueño ni autor único de su propia vida, que no es más que una nada, un simple mortal, un hombre.

      The Passion of the Christ (2004) de Mel Gibson.

      Pero cuando Dios se hizo hombre hirió su imperturbabilidad y omnipotencia; Dios hecho hombre pecó de soberbia, se envaneció como aquellos a los que la arrogancia los hace erigirse como jueces de los demás por sentirse moralmente superiores e intachables, es decir, inmunes al mal. Jesucristo ensoberbecido fustigó al que no aceptó sus prédicas y enseñanzas, amenazó con castigo eterno a los pecadores, se enfureció contra los amantes de los bienes materiales, llevó hasta el extremo la humildad y el perdón, y dudó de Dios cuando no logró convertir a los infieles. Al final, sin embargo, y a diferencia de aquellos pecadores que prefieren hundirse cada vez más en la inmundicia de sus pecados, Jesús comprendió que Dios no lo había abandonado, sino que lo hizo hombre para salvar a los hombres y abrirles las puertas del cielo. Para lograr recorrer el camino de la salvación es necesario que Dios encarne como hombre, que lo tienten los placeres mundanos, que sienta lo que siente un hombre cuando la carne lo llama; saber ser un hombre de fe es saber renunciar a los placeres con mesura y humildad y con la claridad de que no se es Dios, sino una conciencia desgarrada.


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