Objetivo Principal: La Forja de Luke Stone — Libro n° 1. Джек Марс
recientes de nuestros satélites muestran el lugar vacío. Si hay ovejas allí arriba, entonces habrá ropa de cama agradable y mucha comida. No se preocupe, Sargento Stone, esto va a ser un ataque preciso de decapitación. Dentro y fuera, desaparecemos casi antes de que se den cuenta de que estamos allí. No vamos a necesitar la antigua base de artillería.
* * *
—Madre de Dios, Stone, —dijo Robby Martínez. —Tengo un mal presentimiento sobre esto, tío. Mira esta noche, no hay luna, el viento corre frío, aullador. Vamos a morder el polvo, seguro. Vamos a ver el infierno esta noche, lo sé.
Martínez era pequeño, delgado, de semblante afilado. No había una pizca de carne desperdiciada en su cuerpo. Cuando hacía ejercicio con pantalones cortos y sin camisa, parecía un dibujo de la anatomía humana, cada grupo de músculos cuidadosamente delineado.
Luke estaba revisando e inspeccionando su mochila y sus armas.
—Siempre tienes un mal presentimiento, Martínez, —dijo Wayne Hendricks. Estaba sentado al lado de Luke. —Por la forma en que hablas, cualquiera pensaría que nunca antes has visto un combate.
Hendricks era el mejor amigo de Luke en el ejército. Era grande y de cuerpo grueso, como los campesinos del centro-norte de Florida, donde había crecido cazando jabalíes con su padre. Le faltaba el diente delantero derecho: le dieron un puñetazo en una pelea en un bar de Jacksonville cuando tenía diecisiete años y nunca lo reemplazó. Él y Luke no tenían casi nada en común, excepto el fútbol: Luke había sido quarterback en su equipo de la universidad, Wayne había jugado como tight end. Aun así, encajaron en el mismo instante en que se vieron por primera vez en el comando 75.
Parecía que lo hacían todo juntos.
La esposa de Wayne estaba embarazada de ocho meses. La esposa de Luke, Rebecca, estaba de siete meses. Wayne tenía una niña en camino y le había pedido a Luke que fuera su padrino. Luke tenía un niño en camino y le había pedido a Wayne que fuera el padrino del niño. Una noche, mientras se emborrachaban en un bar a las afueras de Fort Bragg, Luke y Wayne se cortaron las palmas de la mano derecha con un cuchillo serrado y se dieron la mano.
Hermanos de sangre.
Martínez sacudió la cabeza. —Sabes dónde he estado, Hendricks. Y sabes lo que he visto. De todos modos, no te estaba hablando a ti.
Luke miró por el portón abierto. Martínez tenía razón, la noche era fría y ventosa. El polvo helado soplaba a través de la plataforma, cuando los helicópteros se preparaban para el despegue. Las nubes se deslizaban por el cielo, iba a ser una mala noche para volar.
De todos modos, Luke se sentía confiado. Tenían lo que necesitaban para ganar esta batalla. Los helicópteros eran MH-53J Pave Lows, los helicópteros de transporte más avanzados y potentes del arsenal de los Estados Unidos.
Tenían un moderno radar de seguimiento del terreno, lo que significaba que podían volar muy bajo. Tenían sensores infrarrojos para poder volar con mal tiempo y alcanzar una velocidad máxima de 165 kilómetros por hora. Estaban blindados con una armadura, para repeler todo lo que no fuera la artillería más pesada que pudiera tener el enemigo. Y los transportaba el 160º Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales del Ejército de EE.UU., de nombre en clave Cazadores Nocturnos, las Fuerzas Delta de pilotos de helicópteros, (probablemente, los mejores pilotos de helicópteros del mundo).
La redada estaba programada para una noche sin luz de luna, de modo que los helicópteros pudieran acceder al área de operaciones a ras de suelo, sin ser detectados. Los helicópteros iban a utilizar el terreno montañoso y las técnicas de contorno táctico para llegar al complejo sin aparecer en el radar y alertar a cualquier persona hostil, (especialmente a los servicios militares y de inteligencia pakistaníes, que se sospechaba que cooperaban con los talibanes para ocultar el objetivo).
Con amigos como los pakistaníes...
Los edificios bajos de la base aérea y la torre de control de vuelo se encogieron ante el asombroso telón de fondo de las montañas cubiertas de nieve. Cuando Luke miró por la compuerta, dos aviones de combate despegaron a medio kilómetro de distancia, el rugido de sus motores era casi ensordecedor. Un momento después, los jets rompieron la barrera del sonido en algún lugar en la distancia. Los despegues fueron ruidosos, pero los estallidos sónicos fueron silenciados por el viento a gran altura.
El motor del helicóptero cobró vida. Las hélices del rotor empezaron a girar, al principio lentamente, luego con una velocidad creciente. Luke miró a lo largo de la línea. Diez hombres con monos y cascos, sin incluirse a sí mismo, estaban revisando y repasando compulsivamente su equipo. El duodécimo, el Teniente Coronel Heath, estaba recostado en la cabina, en la parte delantera del helicóptero, hablando con los pilotos.
—Te lo estoy diciendo, Stone, —dijo Martínez.
—Te he oído la primera vez, Martínez.
—La buena suerte no dura para siempre, tío, los buenos días se acaban.
—No me preocupo porque, en mi caso, no es suerte, —dijo Wayne. —Es habilidad.
Martínez se burló de eso.
—¿Un gran bastardo gordo como tú? Tienes suerte cada vez que una bala no te atraviesa. Eres la cosa más grande y lenta que hay aquí.
Luke reprimió una carcajada y volvió a centrarse en su equipo. Sus armas incluían un rifle de asalto HK416 y un MP5 para peleas cuerpo a cuerpo. Las armas estaban cargadas y tenía munición adicional metida en los bolsillos. Tenía una pistola SIG P226, cuatro granadas, una herramienta para cortar y romper y unas gafas de visión nocturna. Este dispositivo de visión nocturna en particular era el GPNVG-18, mucho más avanzado y con un campo de visión mucho más amplio que las gafas de visión nocturna estándar que se ofrecían a los típicos militares.
Estaba listo para la fiesta.
Luke sintió que el helicóptero despegaba. Miró hacia arriba, estaban en movimiento. A su izquierda, vio el segundo helicóptero, también dejando su plataforma.
—Vosotros dos sois los hombres vivos más afortunados, en lo que a mí respecta, —dijo.
—¿Ah, sí? —dijo Martínez. —¿Eso por qué?
Luke se encogió de hombros y sonrió. —Estás montando conmigo.
* * *
El helicóptero voló bajo y rápido.
Las colinas rocosas zumbaban debajo de ellos, tal vez sesenta metros más abajo, casi lo suficientemente cerca como para tocarlas. Luke observó la profunda oscuridad a través de la ventana. Supuso que se estaban moviendo a más de cien kilómetros por hora.
La noche era negra y volaban sin luces. Ni siquiera podía ver el segundo helicóptero ahí fuera.
Parpadeó y, en su lugar, vio a Rebecca. Ella sí era algo que merecía la pena contemplar. No tanto por los detalles físicos de su rostro y su cuerpo, que eran realmente hermosos, sino por su esencia. En los años que habían estado juntos, él había llegado a ver más allá de lo físico. Pero el tiempo pasaba muy rápido. La última vez que la vio, ¿cuándo fue eso, hace dos meses? Su embarazo acababa de empezar a notarse.
Necesito volver.
Luke miró hacia abajo, a su MP5, que estaba sobre su regazo. Por una fracción de segundo, casi parecía estar viva, como si de repente decidiera comenzar a disparar por su cuenta. ¿Qué estaba haciendo con esta cosa? Tenía un hijo en camino.
—¡Caballeros! —gritó una voz. Luke casi se salió de su cuerpo. Levantó la vista y Heath se paró frente al grupo. —Nos acercamos al objetivo, tiempo estimado unos diez minutos aproximadamente. Acabo de recibir un informe de la base. Los fuertes vientos han levantado un montón de polvo, nos vamos a encontrar con un poco de mal tiempo desde aquí hasta el objetivo.
—Fantástico —dijo Martínez. Miró a Luke, con ojos significativos.
—¿Qué