Vocablos griegos para un léxico de Filosofía política. Leticia Flores Farfán

Vocablos griegos para un léxico de Filosofía política - Leticia Flores Farfán


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veces azotó el mundo griego y cobró altos costos. La cuestión de la stásis, con la que la autora cierra este volumen, resulta de fundamental importancia toda vez que vivimos en una época en la cual cada día es más arduo establecer agendas comunes, un tiempo en el que la sociedad obedece cada vez más a perspectivas polarizantes que impiden la libre expresión y el uso honesto de la palabra, requisito básico para los griegos en la asamblea ciudadana.

      Con este vocabulario establecemos un diálogo entre nuestro presente y el pasado. Se abre un espacio para retomar y actualizar vocablos antiguos que nos permitan dar cuenta de quiénes somos nosotros ahora en la ciudad, cuáles son nuestros propios retos, pero también qué nos sigue uniendo a los griegos, que, al menos en el tema que nos ocupa, siguen siendo nuestros contemporáneos.

      Rogelio Laguna

      Años atrás leí un texto de Eugenio Trías en el que discurría sobre la superación de la metafísica y en el cual el filósofo español, deslindándose de ciertas lecturas heideggerianas que consideraba nostálgicas, decía que hay que volver sobre nuestros propios pasos, es decir, hay que volver a recorrer la historia de nuestra tradición filosófica para encontrar un camino distinto, una otra forma de leer e interrogar sobre aquello sobre lo que hemos pensado y discurrido en Occidente durante veinticinco siglos.

      Revisar nuevamente la tradición filosófica, en este caso aquella de la filosofía política, es un reto interpretativo relevante pues pretende develar problemas y lecturas que se quedaron ahí sin ser vistas dada la lógica propia del acercamiento. Volver sobre los propios pasos, como propone Trías, implica acercarnos a nuestro pasado con otra mirada, desde otra perspectiva, una que pueda abrir la posibilidad de un diálogo distinto con la interpretación canónica de lo acontecido, que posibilite un encuentro renovado con nuestras certezas y concepciones, que facilite una discusión sobre la forma de definir y comprender todo el juego de categorías con el que hemos construido el sentido de los vocablos fundamentales de nuestra tradición política.

      Cinco vocablos griegos son los que revisaré en ésta que, espero, sea la primera entrega de algo que busca constituirse como un proyecto de investigación que abarque si no todos cuando menos un número significativo de los conceptos fundamentales que atraviesan la filosofía política en Occidente. Quedan en el tintero muchos que deberán ser examinados desde su anclaje griego; democracia, nación, Estado, gobierno, autoridad, exclusión, memoria, otredad, por mencionar algunos. Todos ellos son vocablos obligados en un léxico de la filosofía política occidental pues son ejes claves para repensar nuestra idea de ciudad y nuestra forma de concebir nuestra vida comunitaria y la gestión del intercambio social.

      Para la escritura de las entradas que conforman este vocabulario he partido tanto de la exégesis de los textos de autores antiguos así como del examen de tradiciones de lectura con las que he mantenido importantes acercamientos, siendo la escuela francesa, y especialmente la Escuela de París, la tradición de lectura que ha marcado mi acercamiento a la antigüedad griega de forma decisiva y crítica. Este libro retoma el trabajo que por años he venido realizando en torno al tema de la teoría y la filosofía política y que ha sido expuesto en mis libros anteriores Atenas, ciudad de Atenea. Mito y política en la democracia antigua (2006), En el espejo de tus pupilas. Ensayos sobre alteridad en Grecia antigua (2011) y muchos otros artículos en donde he podido exponer este campo de preocupaciones haciendo dialogar a la filosofía con la historia, la tragedia, la política y el mito.

      Con estas cinco entradas (Andres Gar Polis; Philía; Eleutherôs Legein, Isêgoria, Parrhêsia; Nomos; Pólemos/Stásis) inicio un trabajo que será motivo de mi atención en los próximos años y que es simultáneo y afín al vocabulario sobre ética animal en el que también estoy apostando mis esfuerzos. Espero que este camino que hoy inicio logre llegar a buen puerto y pueda contar con la compañía de otros académicos con los que comparto este interés y esta travesía. Veremos.

      Andres Gar Polis

      En el Vocabulario de las filosofías occidentales. Diccionario de los intraducibles 2, dirigido por Barbara Cassin, Francis Wolff –reconocido especialista en filosofía griega– escribe la entrada polis. Wolff llama la atención sobre el hecho de que polis sea considerado un intraducible, dado que en la ciencia y la filosofía política moderna y contemporánea opera como un vocablo central –cuyo significado todo el mundo pareciera comprender y manejar– para dar cuenta del comienzo y fundamento de nuestra concepción de la política en Occidente (Cassin, 2018b, pp. 1177-1180). Por ello, inicia preguntando si la razón de ser de esta entrada es realmente por el carácter intraducible del vocablo a cualquier lengua moderna o si porque la realidad que se designa con él no tiene equivalente con alguna de las actuales formas institucionales de organización político social. Y el dilema es pertinente porque si bien es indudable que polis designa específicamente la “comunidad política” del mundo griego antiguo y ello pareciera imposibilitar cualquier actualización del mismo en un contexto diferente, salvo grave anacronismo, también es incuestionable que nuestra permanente referencia a esa idea de ciudad la ha convertido, como afirma Castoriadis (1988, pp. 97-99), si bien no en un modelo para la humanidad, sí en un germen de discusión permanente e ineludible en la cultura política occidental. Polis es, por tanto, un vocablo central para la comprensión de los derroteros políticos de Occidente. Por ello, el principal interés de Wolff es mostrar, a través de la clarificación de los términos politeia y polites, que polis engloba tanto la reflexión y la puesta en marcha de formas de gobierno y ejercicio del poder en instituciones políticas, como creencias, normas, valores que posibilitan la convivencia de una comunidad, es decir, la viabilidad del vivir juntos sin vivir solos, por jugar con el título de uno de los libros de Tzvetan Todorov (2011), tema relevante que atraviesa toda la historia de la reflexión sobre la convivencia política y la socialidad.

      Partamos, en primer lugar, de ubicar que el ejercicio de la ciudadanía en Grecia antigua implicaba el debate de los problemas de interés común en el seno de instituciones políticas como la asamblea y diversos consejos y magistraturas. En esos espacios públicos e institucionales es en donde los ciudadanos realizaban las funciones deliberativas y judiciales propias de la vida política con el fin de lograr consolidar los lazos de pertenencia comunitaria que hacían viable la vida en común y, al extremo, la vida.

      La ciudad nace, nos dice Platón en República, porque los individuos aislados tienen necesidad de asociarse para dar satisfacción a sus necesidades básicas de alimentación, vivienda y vestido. Platón está hablando inicialmente de una ciudad primitiva concebida como una sociedad austera sin injusticias ni conflictos, es decir, como una comunidad sana y feliz porque en ella no hay pobreza ni guerras. En esa sociedad, cada una de las personas que la integran se especializará, por sus disposiciones naturales, en un oficio particular y producirá un tipo de bienes que intercambiará pacíficamente con las otras con el fin de dar satisfacción a su propio interés. Esta primera etapa de construcción de la ciudad (República, 369c-372c) es comparada por Glaucón con una “ciudad de cerdos” que carece de comodidades vitales por lo que Sócrates acepta abandonar el examen de esta ciudad “saludable” y pasar al de una “afiebrada”, es decir, a aquella que estará guiada por la ambición de riqueza y el lujo, por el conflicto entre los miembros que la integran, dado que el análisis de ese tipo de sociedad permitirá percibir cómo se arraigan la justicia y la injusticia en las relaciones entre las personas (República, 372e), es decir, permitirá dar cuenta de la situación real en la que se encuentran todos los regímenes políticos hasta entonces conocidos. Sin embargo, y a pesar del carácter enfermo de esta segunda sociedad sujeta a análisis, es claro que el “vivir juntos” es la única forma de garantizar la viabilidad de la vida; esta idea se encuentra también en el mito que Protágoras cuenta en el diálogo platónico que lleva su nombre y en la afirmación que pone en boca del sofista quien dice que

      todos los hombres juntos nos sentimos de alguna manera más fuertes para la acción, para el razonamiento, para el pensamiento; el que “ha concebido algún pensamiento en la soledad” siente urgentemente la prisa de buscar un confidente a quien comunicárselo, que le ayude a verificarlo, y no se detiene antes de haber dado con uno (Protágoras, 348e/350b).

      Tanto en República


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