Actualidad de el fetichismo de la mercancía. Enrique Carpintero

Actualidad de el fetichismo de la mercancía - Enrique Carpintero


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en la Universidad Nacional de Lanús. Investigador de la Universidad de Buenos Aires en los proyectos UBACyT 2006-2009 y 2010-2012 dirigidos por León Rozitchner. Docente de la materia “La construcción histórica de la subjetividad moderna” en la carrera de Sociología, UBA. Ganador del Tercer Concurso Internacional Topía de Libro de Ensayo 2010, por su libro Del temor a ser tocado. Masa y subjetividad, publicado por la Editorial Topía (2011).

      Nestor Kohan: militante e investigador argentino. Coordinador de la Cátedra Che Guevara. Docente concursado de la UBA e investigador del CONICET. Ha sido jurado en Casa de las Américas, en “Pensar a contracorriente” y en varios doctorados (UBA, FLACSO). Tutor metodológico y evaluador en CLACSO. Ha publicado 25 libros de teoría e historia social entre los que se destacan “El Capital”: Historia y método; En la selva (Los estudios desconocidos del Che Guevara. A propósito de sus «Cuadernos de lectura de Bolivia») y Nuestro Marx. En este último desarrolla su lectura del fetichismo aquí sintetizada.

      Oscar Sotolano: Psicoanalista y escritor. Miembro del Colegio de Psicoanalistas y docente titular de la maestría en psicoanálisis de la A.E.A.P.G. y la Universidad de La Matanza. Autor de casi un centenar de trabajos editados o presentados en el país y en el extranjero. Entre sus libros se destacan sus novelas La memoria de Cyrano (1997) y Tiempo de Vísperas (2001) y su libro de ensayo Bitácora de un psicoanalista (2005).

      Pablo Rieznik: Dirigente del Partido Obrero. Titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la U.B.A. Investigador del Instituto “Gino Germani”. Profesor Adjunto Regular de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. Director de proyectos acreditados en la Secretaría de Investigación de la U.B.A. y del CONICET en el área de Sociología y Economía del Trabajo. Director de la revista semestral “Hic Rhodus. Crisis capitalista, polémica y controversias” en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Autor de numerosos artículos y compilaciones. Entre sus libros publicados podemos mencionar: Las formas del trabajo en la historia (2003), El mundo no empieza en el 4004 antes de Cristo. Marx, Darwin y la Ciencia moderna (2005) y Un mundo maravilloso. Capitalismo y socialismo (2009).

      A Modo De Introducción

      Enrique Carpintero

      La producción no produce un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto

      Carlos Marx

      El consumismo consume toda capacidad de cuestionamiento.

      John Berger, El cuaderno de Bento

      La particularidad de la sociedad capitalista -en relación a los anteriores modos de producción- es la fetichización de las relaciones de trabajo para la producción de mercancías. Sus consecuencias fueron develadas por Marx cuando sostiene que, con la aparición del capital “El producto es fabricado como valor, como valor de cambio, como equivalente; ya no es fabricado según su relación inmediata, personal con el productor”. Este viene a ser esclavo de su necesidad tanto como de las necesidades del prójimo. Todo el poder ejercido por cada individuo sobre la actividad de los demás proviene de su posesión de los valores de cambio, del dinero, mediador de poder social. Cualquiera que sea la manifestación y naturaleza particular de su actividad, toda ella se convierte en valor de cambio, abstracción en la que se niega y se borra toda subjetividad. Ante los sujetos indiferentes, el carácter social de las actividades y de los productos aparece proyectado en las cosas que adquieren un aspecto mágico de relaciones entre las cosas. Este carácter fetichista de las cosas y las relaciones humanas lleva a que detrás de la relación social abstracta de los productos transformados en valores, se esconde la realidad concreta de las relaciones de los sujetos en la sociedad. En este sentido afirma Marx: “El trabajo creador del valor de cambio se caracteriza por el hecho de que la relación social entre las personas se presenta en cierto modo invertida, es decir, como una relación entre las cosas”. Y continua “El comportamiento atomista de los hombres en el proceso social de su producción y, por lo tanto, la reificación que asumen las relaciones productivas al escapar al control y a la acción del individuo consciente, se manifiesta en primer término en que los productos de su trabajo revisten generalmente la forma de mercancías. Por ello es que el enigma del fetiche-dinero no es otra cosa que el enigma del fetiche-mercancía, su clave definitiva”.

      De esta manera el grado de integración del sujeto a la sociedad varia según la estructura económica. Es en función de las condiciones objetivas en las que se ejerce la actividad material, de la clase o sector social al que se pertenece y de su modo de apropiación de esas condiciones de existencia. Es decir las relaciones sociales se transforman en relaciones entre las cosas. Las mercancías no se consumen por su valor de uso sino por las características fetichistas que adquieren como valor de cambio ya que determinan quien es el sujeto: uno vale por lo que tiene no por lo que es o lo que hace; lo cual lleva a que el sujeto se exprese por medio de sus posesiones.

      Es Zygmunt Bauman quien describe este proceso: “para que la fluidez pudiera erigirse en la mayor solidez, la condición más estable que pudiera concebirse y, justamente, de eso se trata la sociedad de consumo poner `el principio de placer` al servicio del `principio de realidad`, enganchar el deseo, indómito y volátil, al curso del orden social, utilizando la espontaneidad, con toda su fragilidad e inconsistencia, como material para construir un orden sólido y duradero, a prueba de conmociones. La sociedad de consumo ha logrado algo que anteriormente había sido inimaginable: reconciliar el principio de placer con el de realidad, poniendo, por así decirlo, al ladrón a cargo de la caja de caudales”.

      Sin embargo la actualidad del capitalismo tardío trajo como consecuencia la precarización de la vida social. No hay orden duradero, el pasado no existe y el futuro es vivido como catastrófico. Esta incertidumbre conlleva la imposibilidad de hacer proyectos a largo plazo. El deseo basado en la comparación, la envidia y las supuestas necesidades que permitían los procesos de subjetivación en otras épocas del capitalismo no alcanzan para vender mercancías. Por lo contrario, la angustia y la incertidumbre que la propia cultura genera se ha transformado en el camino del consumismo. Los agentes del mercado saben muy bien que la producción de consumidores implica la producción de nuevas angustias y temores. Por ello en la actualidad no es el goce en la búsqueda de un deseo imposible el motor del consumismo sino la ilusión de encontrar un objetomercancía que obture el desvalimiento originario. De allí que se repite en la búsqueda de poder resolver lo que quedo inacabado y que la actualidad de la cultura lo pone en evidencia. Situación sin salida ya que el consumo como eje de la subjetivación y de las formas de identificación de la singularidad conducen -al decir de Spinoza- a la impotencia de las pasiones tristes.

      En esta sentido los importantes desarrollos técnicos no están al servicio del conjunto social ya que su objetivo es que el sistema se autoperpetúe. Dicho más claramente, no es la técnica lo que genera este circuito sino la necesidad de seguir sosteniendo el sistema capitalista. Esta racionalidad de la sociedad consumista se construye sobre la base de una subjetivación en la que se ofrecen mercancías cuyo valor de cambio genera la ilusión de una certidumbre tranquilizadora ante la angustia de desamparo producto de las mociones desligantes y destructivas de la pulsión de muerte. El mercado de consumo promete una supuesta seguridad que se puede comprar en cómodas cuotas mensuales. Caso contrario están aquellos que tienen trabajos precarizados y los excluidos del sistema que muestran un futuro posible. Su costo es el sometimiento de un poder que se sostiene en la ruptura del lazo social. De un poder que necesita de un sujeto solo y aislado de su clase social.

      Podemos decir, siguiendo a Antonio Gramsci, que la clase dominante tiene una concepción del mundo elaborada y políticamente organizada que es hegemónica en tanto se impone al conjunto social. Las clases sociales solo se constituyen como resultado de diferentes procesos de articulación política. En la ausencia de esta articulación las clases no existirían ya que serían categorías económicas aisladas unas de otras. En este sentido las luchas sociales tienen que ver con la posibilidad de tomar conciencia de sus experiencias e intereses comunes. De allí la importancia de producir comunidad.

      El consumidor consumido por la mercancía

      Caminando por la calle observé el cartel de una propaganda de alfajores. Un dibujo mostraba un enorme alfajor mordido que simulaba una gran boca mientras al lado la figura


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