Por despecho. Miranda Lee

Por despecho - Miranda Lee


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      –Sexo, querrás decir –añadió Olivia, que ya entendía de dónde había sacado Nicholas todo lo que le había dicho durante su discurso de despedida.

      –Es lo mismo.

      –¿Y crees que no tenía sexo conmigo?

      –No del tipo que él quería, cariño. Bueno te dejo. ¡Felices fiestas!

      Olivia se quedó con el auricular en la mano.

      De pronto, sintió que la furia la invadía. Colgó de golpe y se levantó bruscamente. Sintió que la sangre corría a toda velocidad por sus venas.

      Había decidido ir a la fiesta. ¡E iba a divertirse como una loca! Iba a estar de fiesta todo el día e iba a olvidarse de todo. Iba a olvidarse de Nicholas e Ivette. A olvidarse de que su futuro se había quebrado. A olvidarse de todo salvo de divertirse.

      Olivia se quitó la chaqueta y la dejó sobre su silla. Divertirse no sería tan difícil. Al menos después de unas pocas copas de champán.

      Seguro que beber le sentaría bien. O eso imaginaba, porque nunca se había emborrachado en toda su vida. Aunque sí que había bebido un par de vasos de vino y recordaba que le habían sentado bien.

      Y Dios sabía que necesitaba sentirse bien. ¡Necesitaba sentirse bien desesperadamente!

      Se quitó la horquilla que recogía su pelo y agitó la cabeza, con lo que su cabello quedó suelto. Luego se desabrochó los dos primeros botones de la blusa e hizo un gesto desafiante con la cabeza, dirigiéndose hacia donde la música había comenzado a sonar.

      Capítulo 2

      HACIA las dos de aquella tarde, Olivia estaba bastante alegre. Se sentía realmente bien. Si hubiera sabido que el champán era un antidepresivo tan magnífico, lo habría probado mucho antes. Desde su tercera copa todo había empezado a ir mucho mejor. Su ánimo, la música, los hombres…

      Para cuando terminó su primera botella, uno de las representantes, un hombre de unos treinta años llamado Phil con el que jamás había hablado, empezó a resultarle encantador. Llevaba media hora hablando con él cuando Olivia se dio cuenta de que Lewis la estaba mirando con el ceño fruncido. Su jefe estaba con un grupo de la sección de marketing, cerca de una de las mesas llenas de comida. Tenía una vaso de cerveza en una mano y un trozo de tarta en la otra.

      La expresión de su jefe provocó en Olivia un oscuro desafío. Lewis no era su guardaespaldas. Ella tenía derecho a divertirse si quería. ¡Por el rostro de él, parecía que ella estaba haciendo algo equivocado, en vez de lo que hacían allí todas las mujeres solteras de la empresa: divertirse un poco y tratar de conocer a algún hombre apuesto!

      Cuando Phil le pidió un baile, Olivia no vaciló un segundo. Dejó su copa vacía y tomó la mano que le ofrecían para dejar que la llevaran al centro de la pista. La melodía que sonaba en ese momento dio paso a una música rítmica que encendió su sangre y la sensación de rebeldía que llevaba dentro. Ello hizo que sonriera y bailara con Phil de manera más provocativa.

      Olivia descubrió en sí misma un genuino sentido del ritmo. Su cuerpo tomó vida propia, ondulándose con toda la agilidad y sensualidad de una bailarina árabe. Elevó los brazos por encima de la cabeza como dos serpientes bajo la influencia hipnótica de un encantador.

      La mirada azul de Lewis, sorprendido ante la sinuosidad de su cuerpo, no pasó desapercibida a Olivia. Inmediatamente, ella tomó conciencia de su femineidad. Notó la manera en que sus pechos redondos se movían bajo su blusa, el balanceo de sus caderas femeninas, el calor que se producía en sus lugares más secretos. Era la experiencia más excitante que jamás hubiera vivido.

      Olivia se sentía de lo más provocativa. Tenía una sensación casi de pecado. Podía haberse quedado bailando para siempre, exhibiéndose sin la más mínima vergüenza ante los ojos asombrados de los hombres.

      Pero sobre todo de uno de ellos.

      Actuar así ante su jefe, sin su habitual complacencia, le resultaba algo verdaderamente divertido. Le gustaba que la mirara por una vez como a una mujer capaz de atraer a los hombres, incluso capaz de atraerlo a él.

      La verdad era que no sólo le gustaba, le parecía… excitante.

      La música, sin embargo, llegó a su fin y el pinchadiscos anunció que iba a tomarse un descanso.

      –No sabía que fueras así –declaró Phil, al sacarla de la pista.

      Al pasar por una de las mesas, el hombre tomó una copa de champán y se la puso en las manos.

      –¿Cómo?

      La sonrisa lasciva de Phil alertó de repente a la muchacha, mareada por el alcohol. El darse cuenta de cómo Phil pensaba que iba a terminar aquella noche para ambos la hizo dudar unos segundos, pero inmediatamente borró de su mente el pensamiento. Estar borracha tenía además otra deliciosa ventaja, pensó en ese momento: que uno no se preocupa por nada. De manera que Phil iba a enfadarse al final de la noche. ¿Y qué? No estaba haciendo nada malo.

      Dio un trago a su bebida y miró a su alrededor para ver si Lewis seguía observándola.

      Pero no era así. No se le veía por ninguna parte.

      Olivia no pudo evitar sentirse irritada.

      –¿Otro baile? –sugirió Phil

      Olivia empezaba a pensar que bailar sin ser observada por Lewis no tenía ningún atractivo. Así que de repente perdió todo interés por seguir allí.

      –Lo siento –se excusó ella–, pero tengo que hacer algo ahora mismo.

      Dejando a Phil con la boca abierta, cruzó la pista de baile y llegó a la mesa donde estaban las botellas de champán, metidas en un recipiente con hielo. Sacó una, tomó dos copas limpias y se dirigió hacia el edificio principal.

      Lewis no estaba en el laboratorio, sino en su despacho. Miraba por la ventana hacia los cuidados jardines. Se había quitado la chaqueta y la corbata, que había dejado descuidadamente sobre el sillón negro de piel. Mientras observaba distraídamente al frente, comenzó a quitarse los gemelos y a remangarse la camisa.

      Olivia se quedó en la entrada sin hacer ruido, observándolo.

      Era un hombre increíblemente atractivo, admitió finalmente. Algo que ella siempre había sabido, pero a lo que nunca antes se había enfrentado con sinceridad. Ésta era otra de las ventajas de estar un poco ebria. Sonriéndose para sí, Olivia decidió denominarlo como inspiración alcohólica.

      –¡Así que estás aquí! –exclamó alegremente la muchacha, cerrando la puerta con un pie y dirigiéndose hacia la mesa.

      Él se dio la vuelta y la miró con expresión seria.

      –¿Qué demonios estás haciendo? –preguntó al ver que ella llenaba ambas copas con el líquido espumoso, parte del cual cayó sobre la madera oscura.

      –Trayéndote aquí la fiesta, jefe –contestó con una sonrisa provocativa, mientras se encaminaba hacia él, alegrándose de que las copas estuvieran sólo a medias–. Es el único día del año en que no trabajamos aquí y eso te incluye a ti. Así que, si crees que vas a esconderte en este maldito laboratorio, estás muy equivocado. Toma esta copa –ofreció ella, llevando la suya a los labios con ojos brillantes–. Feliz Navidad, Lewis.

      –Olivia, tú no estás únicamente feliz, estás borracha.

      –Lo estoy, ¿verdad? –contestó con una carcajada.

      –Vas a tener una resaca horrible mañana.

      –Me preocuparé de eso por la mañana. Mientras tanto seguiré divirtiéndome.

      El hombre arqueó una de sus oscuras cejas.

      –Ya me he dado cuenta. No habrás olvidado la fama que Phil Baldwin tiene con las mujeres, ¿verdad?

      –No.


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