Philip Dick con Jacques Lacan. Fabián Schejtman
de la anticipatoria lucidez del planteo –¡Simulacra fue escrito en 1963!–, ¿no es notable que Dick le haya dado justamente ese nombre a este último analista? ¿Acaso en su trato con algunos pudo percibir esa infatuación, tan lamentablemente habitual en nuestro medio, que lleva a pensar si no será un efecto del psicoanálisis mismo, que puede leerse como rebajamiento de la identificación con el síntoma (27) a un “creérsela” tan rígido que no se distingue en nada del fortalecimiento yoico que Lacan criticó en algunos posfreudianos? (28)
Durante 2011 y 2012 escribí mi tesis de doctorado –publicada posteriormente bajo el título: Sinthome. Ensayos de clínica psicoanalítica nodal– (29) en la que di algunos pasos importantes en torno del abordaje de la variedad clínica de la psicosis en términos nodales, (30) a partir de lo cual pude construir –en dos notas a pie de página– (31) una primera aproximación diagnóstica de Dick, estableciendo su parafrenia –en el sentido del último Lacan–. (32) Ello fue complementado, por fin, en junio de 2016 en una presentación llevada a cabo en el Ateneo de Investigación “Psicosis y escritura” del Instituto Clínico de Buenos Aires, articulando –ya sirviéndome de la trenza– esa parafrenia de base –como síntoma fundamental en Dick– con los episodios manifiestamente esquizofrénicos, por una parte, y paranoicos, (33) por la otra, que se suceden intermitentemente a lo largo de su vida. Pude plantear, entonces, mi intervención bajo este título: “Why knot Dick? Los tres estigmas de Philip K. Dick”.
La trabajosa elaboración de tantos años alcanzaba un punto conclusivo. Siguieron todavía unas pocas puestas a prueba adicionales, (34) en las que agregué un abordaje nodal de la función de la escritura en Dick en contrapunto con la que Lacan propuso oportunamente para Joyce. (35) Después de probarlo y ajustarlo por tanto tiempo, el producto estaba listo para ser establecido por escrito. Philip K. Dick podía pasar a ser un caso. En este libro, que recoge ese largo recorrido… lo dejo caer. (36) Pero no de cualquier modo.
En varios lugares he enfatizado la necesidad de formalizar la práctica analítica: (37) el psicoanálisis no se distingue de los esoterismos tan difundidos si el analista no da el paso de añadir, a la eficacia del psicoanálisis, su conceptualización. De su acto debe dar razones, volviéndose propiamente un clínico. Puesto que en eso se distingue la clínica de la experiencia del análisis. La redobla en un intento de formalización que acerca el psicoanálisis al discurso científico, sin el cual no hubiese sido inventado por Sigmund Freud.
Sin embargo, más tarde o más temprano se capta que la formalización, especialmente en nuestro campo, no logra más que ser no-toda ya que “lo real no puede inscribirse sino con un impase de la formalización”. (38) Ésta supone un tope, una hiancia irreductible entre la clínica y la experiencia que no se deja colmar con razones, conceptos, esquemas, matemas, fórmulas o nudos. Ahí, quizás, el recurso que nos queda es poético, literario, ficcional. En efecto, el psicoanálisis tiene una cara que linda con la ciencia y otra con la literatura, (39) con la ficción.
¿Estoy sugiriendo que la clínica del psicoanálisis es ciencia-ficción? No es imposible. Al parecer, nuestro querido Jorge Luis Borges tomó alguna vez partido en ese sentido. Nuestros casos clínicos son de ciencia-ficción. Y si vuelvo en este libro a Philip K. Dick un caso del psicoanálisis, (40) debe ser considerado estrictamente en esos términos. Conviene, además, al decir de Philip Dick, y no creo que a él le hubiese disgustado. Seguramente se hubiera reído conmigo.
Fabián Schejtman
Entre Pinamar y Ostende,
febrero de 2018
1- Unos pocos pasos bajo ese paraguas y ya me encontraba en esos vecindarios que solía visitar frecuentemente: el de Kafka o, más cercano a nosotros, el de Italo Calvino. Y, para venir hacia el sur, el de Borges, el de Cortázar o –ya de retorno a la ciencia ficción– el de Bioy Casares. Y luego estaban, además, los habitantes de la barriada que conformaban las referencias del fandom (contracción de Fan Kingdom) argentino de esa época: Angélica Gorodischer, Carlos Gardini, Elvio Gandolfo, Eduardo Abel Giménez y Sergio Gaut Vel Hartmann, entre los más destacados.
2- Dick, P. K. (1961): El hombre en el castillo, Minotauro, Buenos Aires, 1976.
3- Dick, P. K. (1966c): Ubik, Martínez Roca, Barcelona, 1976.
4- Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
5- Aún la dictadura, el 2 de abril tropas argentinas desembarcaban en Malvinas. Un mes antes –el 2 de marzo– había muerto Philip Dick en California.
6- Dick, P. K. (1978b): SIVAINVI (Sistema de Vasta Inteligencia Viva), Adiax, Barcelona, 1981. El título original, en inglés: VALIS (Vast Active Living Intelligence System).
7- Lacan, J. (1955-56): El seminario. Libro 3: Las psicosis, Barcelona, Paidós, 1984.
8- Tiempo después, mi amigo Roberto, con quien compartiríamos tantos años de trabajo y a quien sucedería –imposible imaginarlo en ese momento– en la titularidad de la cátedra luego de concursar el cargo en 2005.
9- Schreber, D. (1903), Memorias de un enfermo nervioso. Lohlé, Buenos Aires, 1979.
10- Freud, S., (1911): “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descripto autobiográficamente”. En Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1986, t. XII.
11- Aquella en la que Dick se sintió conectado con una inteligencia superior, a la que luego denominó VALIS (Vast Active Living Intelligence System), y transformó radicalmente su literatura.
12- Había leído ya algunos artículos desperdigados sobre su vida, especialmente sobre su experiencia de 1974. Tiempo después encontré su primera versión novelada en Radio Libre Albemut, un libro publicado tres años después de la muerte del escritor. Cf. Dick, P. K. (1976b): Radio libre Albemut, Ultramar, Barcelona, 1989.
13- Dick leyó a Freud y, específicamente, su historial acerca del presidente Schreber: “…leyendo Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, Phil había descubierto el caso del presidente Schreber, el magistrado que Freud erigió en el modelo del paranoico, pensando que con esa historia, contada de otro modo, hubiese podido hacer ciencia ficción de primera calidad. El hombre al que Dios quería transformar en mujer y que los gusanos sodomizarían para salvar el mundo era un título demasiado largo, pero si la ciencia ficción […] consistía en hacerse la pregunta ‘¿y si?’, entonces ya tenía algo con qué divertirse: ¿y si el presidente Schreber hubiese tenido razón?, ¿y si su presunto delirio hubiese sido una descripción exacta de la realidad?, ¿y si Freud no hubiese sido más que un científico oscurantista que perseguía rencorosamente al hombre que lo había entendido todo? La idea de que el único hombre que sabía estuviera encerrado en un manicomio no tenía nada de insensata, pero lamentablemente no podía ser vendida bajo esa forma al mercado que Phil abastecía: ningún editor de ciencia ficción hubiese aceptado a Freud y Schreber como protagonistas de una novela”. (Carrère, E. (1993): Yo estoy vivo, vosotros estáis muertos. Philip K. Dick 1928-1982, Minotauro, Barcelona, 2002, p. 48-49).
14-