Vida religiosa y casas de formación. Fabio Humberto FSC Hno Coronado Padilla

Vida religiosa y casas de formación - Fabio Humberto FSC Hno Coronado Padilla


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sueña”. Y así fue. Le puse punto final, exorcizando ese diablillo intelectual. He aquí, amable lector, que finalmente llega a sus manos.

      Una pregunta inquietante recorre implícita toda la estructura del libro: ¿las casas de formación, como dispositivos formativos de los aspirantes a la vida religiosa, siguen siendo válidas hoy?, ¿la novedad de los tiempos actuales y de las generaciones jóvenes no estará exigiendo la supresión de las casas de formación y el reemplazo por algo totalmente distinto? La respuesta se va encontrando a lo largo de las reflexiones de este libro. Ciertamente, siguen siendo pertinentes, pero a condición de una honda resignificación tanto de sus ambientes (comunidades, procesos, proyectos y etapas) como de sus espacios formativos (arquitectura, ubicación geográfica, recursos).

      El sacar adelante dicha transformación es responsabilidad de los formadores, de los equipos de formación, de las comisiones de formación y del centro del Instituto de cada Congregación. Mas no será posible si entre sus integrantes no se cuenta con religiosos visionarios, de avanzada, que saben correr las fronteras. Tampoco se logrará si no hay líderes con el carisma de la innovación y con el talante de refundadores.

      Este libro está destinado a los actuales y futuros formadores, los responsables de la animación de la formación a nivel de Distritos, Regiones e Instituto, y a todos aquellos que deben desempeñar un rol de orientación y gobernanza de la vida religiosa. En primera instancia fue pensado para los Hermanos Lasallistas, luego para las distintas Congregaciones religiosas. Compartir la experiencia propia es significativo desde todo punto de vista.

      La intencionalidad del presente libro no es mostrar cómo debe ser la casa de formación alternativa a la que actualmente tenemos, tan solo se proponen pistas, criterios de acción, experiencias y caminos que la historia ha enseñado. La ruta nueva está por ser construida a partir de lo vivido, claro, con la condición de que cada equipo de formadores responda: ¿qué dejar?, ¿qué reorientar?, y ¿qué crear?

      En asuntos vocacionales no vivimos tiempos de vacas gordas. El descenso numérico es real para todas las congregaciones y, principalmente, para las de religiosos hermanos. Ello es un signo de los tiempos y de los lugares que hay que saber leer e interpretar. No es realista el esperar que vuelvan épocas de estadísticas altas. El buen Dios de la vida está indicando otras sendas, especialmente la de una vida consagrada de pequeñas comunidades de gran coherencia y autenticidad evangélica. Sin duda alguna, seguirán llegándonos jóvenes aspirantes a las distintas familias carismáticas, ciertamente en menor número que antes, pero con la certeza y la esperanza de que con ellos Dios hará su obra.

      En este nuevo escenario, como bien lo escribiera el Hermano Jaume Pujol I Bardolet, en su libro Hacia el futuro de la vida consagrada (2008): “La vida consagrada deberá seguir siendo ‘memoria evangélica para el pueblo de Dios’ y tener capacidad vital de ‘servicio de crítica profética para la Iglesia y para el mundo’”. En consecuencia, porque ha nacido una vida religiosa muy diferente a la de los tiempos del Vaticano II, porque Dios sigue llamando a los jóvenes de hoy a este estilo de vida y porque se dan nuevos escenarios y dinámicas en el mundo contemporáneo, es que es imperativo con creatividad e ingenio idear y poner en acto una casa de formación no antes imaginada.

      El autor

frn_fig_004 Modelos, movimientos, ondas y preguntas: ¿retrospectiva o realidad?

      Las casas de formación a examen

      En el lenguaje y en la tradición formativa lasallista se entiende por casas de formación los espacios arquitectónicos (edificios, complejos físicos, conjuntos habitacionales) y los ambientes educativos (comunidades formadoras, procesos de acompañamiento, planes de formación, etapas formativas), en los cuales los formandos (jóvenes candidatos) se inician en la vida religiosa de Hermano. La experiencia ha consagrado fundamentalmente tres: postulantado, noviciado y escolasticado. Cabe precisar que, en un periodo de la historia, existió previo al postulantado el aspirantado y que el postulantado contemporáneo tiene un número variable de años, el último de estos suele denominarse prenoviciado.

      Desde su nacimiento, la vida consagrada fue consciente de la necesidad e importancia de ofrecer una vivencia propedéutica, de discernimiento y ejercitación, en el espíritu y las costumbres que le eran propias, a todo aquel que tocara a sus puertas sintiéndose llamado a tal género de vida evangélica. En los primeros tiempos, de anacoretas y cenobitas, tal experiencia formativa consistía en vivir al lado de un monje solitario o en ingresar a un cenobio bajo la guía de un acompañante espiritual, quien siempre era el de mayor edad y experiencia, por tanto, el más probado en los caminos de la vida espiritual. Maestro y discípulo recorrían juntos un itinerario cotidiano —hecho de trabajo exigente, oración constante, servicio al otro, sencillez de vida y austeridad— tras la búsqueda de la experiencia profunda de Dios, para vivir el amor sin límites y seguir al Señor más de cerca.

      A lo largo de los siglos, a medida que se fue desarrollando y diversificando la vida consagrada y gracias al aumento de candidatos a dicho estilo de vida, fueron apareciendo el rol del formador y los lugares específicos para ejercer su función, las casas de formación con toda su parafernalia. Pero, si por una parte, se perfeccionaron las artes formativas con sus procesos, etapas y programas junto con la arquitectura propia para el postulantado, el noviciado y el escolasticado, por otra, nunca dejó de ser central la vivencia formativa básica esencial por antonomasia, la interacción entre el maestro experto y el discípulo aprendiz, quien pide ser iniciado.

      Una comparación nos ayuda a comprender mejor lo dicho. Acudamos al arte teatral, tal y como lo describe Jorge Plata, quien se pregunta ¿qué es el fenómeno teatral? Para dar respuesta a tal interrogante, nos dice que debemos despojar al espectáculo de aquellos elementos que no hacen parte de su esencia; a saber: la escenografía, el vestuario, el maquillaje, la ambientación luminosa y sonora, el espacio físico, entre otros. Solo así se puede llegar al núcleo esencial que le da vida al fenómeno teatral. ¿Cuál es ese núcleo central? Con sus palabras: “No es otro que el encuentro de un ser humano (el actor) que se presenta transformado o en proceso de transformación, y en tiempo presente y sin mediaciones, ante otro ser humano que lo observa (el espectador)” (2013, p. 9).

      Dicho encuentro esencial, continúa argumentando el autor, es el resultado de dos impulsos propios de algunas personas: el de transformación y el lúdico. El primero, corresponde al actor, capacidad de imitación (mímesis), el segundo, al espectador, necesidad lúdica, que le lleva a jugar y experimentar el ámbito de la libertad no utilitarista, el campo de las acciones gratuitas en las que encuentra placer, gozo y aprendizaje. Estos impulsos constituyen los elementos esenciales del fenómeno teatral la relación entre el actor y el espectador, que se realiza en tiempo presente y sin mediaciones.

      Finaliza sus reflexiones Jorge Plata Saray, uno de los actores, directores, dramaturgos y profesores más representativos del teatro colombiano, haciéndonos caer en la cuenta de que el asunto quedaría incompleto si no se responde la pregunta ¿por qué se hace teatro? He aquí su respuesta: “Este es un arte cuyo único tema de representación es el comportamiento humano. En un espectáculo dramático, de manera realista o simbólica y en un escenario, se representan comportamientos humanos, individuales y sociales para que sean conocidos, analizados, comprendidos y para que se susciten la adhesión o el rechazo de la comunidad, presente y participante, de los espectadores” (2013, p. 10).

      Si despojamos a la formación de sus ropajes, entiéndase de las casas de formación con todos sus recursos físicos y materiales (hábitat, mobiliario, computadores, internet, etc.) como también de sus proyectos formativos, aflora la esencia del fenómeno formativo: la relación entre el formador y el formando, que es lo mismo que decir la interacción entre maestro espiritual y discípulo. Y si nos preguntamos, dentro de este contexto, ¿por qué se hace formación? podríamos responder, llana y simplemente, para iniciar al


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