Vida religiosa y casas de formación. Fabio Humberto FSC Hno Coronado Padilla
y atardeció el primer movimiento; se suscitó el Aggiornamento, amaneció y atardeció el segundo movimiento; irrumpió trepidante la Opción por los pobres, amaneció y atardeció el tercer movimiento; se generaron Caminos de refundación, amaneció y atardeció el cuarto movimiento; cundió el Desencanto, amaneció y atardeció el quinto movimiento; llegó el papa Francisco y nos puso En salida, amaneció y atardeció el sexto movimiento… “Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno” (Gn 1, 30-31). Esta es la historia de la creación de una nueva vida religiosa.
Figura 2. Movimientos de la vida religiosa
Fuente: elaboración propia.
En nuestro 2015, hablar de una nueva vida religiosa es algo realmente muy fácil, pues la historia detrás de tal expresión ya aconteció. No fue así tan evidente para los protagonistas de los dos primeros movimientos. El camino se iba descubriendo a medida que se recorría. No había ruta trazada. Tocaba inventarla. Sin embargo, para quienes venían de familias católicas y fervorosas los movimientos del Concilio Vaticano II y del Aggiornamento fueron movimientos fundantes; casi movimientos salvadores de su vida religiosa, pues su práctica social-educativa no degeneró en militancia política. Para quienes venían de otros sectores generalmente se los comió el profesionalismo, el secularismo y la excesiva politización de su mirada, arrinconando la fe en el cuarto de san Alejo, terminaron retirándose. Más bien, hoy es difícil determinar en qué momento preciso de esta historia la vida consagrada tomó conciencia de la transformación radical que estaba aconteciendo en su interior, vivida en paralelo con el cambio que se daba en todos los ámbitos de las sociedades en las cuales se encontraba inmersa. El mundo evolucionó y con este la vida religiosa. Ciertamente, el rostro de la vida consagrada, tal y como hoy la conocemos, es totalmente distinto al de 1965.
A la fecha en la cual sale publicado este libro, todo indica que esa nueva vida religiosa se encuentra dibujando sus contornos definitivos de futuro. Vive un tiempo de creatividad único, para terminar de darse a sí misma una identidad renovada y pertinente al nuevo milenio que discurre raudo. Tiene muy claro qué no debe volver a repetir en su estilo y en sus prácticas, en su teología y en su espiritualidad. Sin embargo, todavía no son muy evidentes los nuevos estilos que vendrán a reemplazar los que abandonó por ser anticuados. Es tarea que queda pendiente para el porvenir y cuyos gestores deberán ser, como siempre lo ha validado la historia de siglos de la vida consagrada, el diálogo sincero y evangélico entre generaciones, las conversaciones prospectivas entre los jóvenes y los veteranos. Vale aquí la imagen del éxodo, en el tránsito por el desierto una manera de ser pueblo fue muriendo y otra totalmente distinta apareciendo. De igual forma, la vida consagrada continúa en éxodo por el desierto en pos de la tierra prometida.
Movimientos de la vida religiosa
Empleamos la categoría movimientos porque la consideramos pertinente para referirnos a los sucesos históricos de los cuales nos estamos ocupando. Bien podríamos haber escogido otra, tal como: épocas, periodos, eras, hitos, episodios o capítulos. Sin embargo, la seleccionada denota muy bien el sentido de cambio, desplazamiento, marcha, empuje y dirección que ha caracterizado los últimos cincuenta años de la vida religiosa. Simultáneamente, su plural nos indica que son varios, que se entrelazan entre sí y que van fluyendo sin detenerse como las olas del mar en su imparable vaivén, en el cual una es el origen de la siguiente. Es importante anotar que, aunque somos hijos de un movimiento, la actualización permanente exige no estancarse en ese movimiento, pues significaría parar la dinámica de la vida. No es arrojar por la borda el inmediato pasado, es quedarse con lo positivamente esencial. Es como el movimiento en la sicología evolutiva, estancarse es no seguir creciendo; caminar sin asumir la historia personal es dar un paso hacia formas de regresión personal, que busca seguridad ante lo nuevo que nos es desconocido.
Retrocediendo en el tiempo, examinemos brevemente los seis movimientos. El primero fue el del Concilio Vaticano II. Como tantos otros acontecimientos de los años sesenta, los jóvenes de hoy lo perciben como algo ya muy antiguo, no logran darse cuenta cabal de su importancia. Si por alguna circunstancia deben estudiar su contexto y contenido, muchas cosas les causan risa, son para ellos tan normales y evidentes que no logran captar que no siempre fue así. En cuanto a quien esto escribe, mi recuerdo más antiguo de su influjo en la vida de la Iglesia es el verme muy niño en una misa dominical, donde vivíamos, el sacerdote del pueblo se esforzaba por aclimatar en los feligreses los cambios, para la fecha revolucionarios, suscitados en la liturgia. Motivaba y explicaba por qué ahora al dar la paz había que saludar de mano o de abrazo a los vecinos de banca. Después de tal ambientación didáctica invitaba a realizarlo por primera vez. Uno de niño lo vivía espontáneamente, sin ningún prejuicio, era chévere eso de sonreír y saludar al de delante y detrás. Sin saberlo comenzaba una nueva etapa eclesial.
De esa fecha acá han corrido torrentes de tinta sobre el análisis de este Concilio, sin ninguna duda, trascendental en la historia de los cristianos. Ahora no vamos a agregar nada nuevo a la comprensión de su impronta. Tan solo nos interesa llamar la atención en que con este se desencadena, entre múltiples hechos, una remoción de los cimientos del ser y quehacer de la vida religiosa. Los vientos de renovación que trajo a toda la Iglesia para que esta se despojara de tradiciones e imaginarios ancestrales desfasados del mundo contemporáneo, su inmersión en las realidades terrestres de las cuales se había alejado, su paso de una visión jerárquica y clericalista a una de comunión eclesial, en la que todos los bautizados son iguales por pertenecer al Pueblo de Dios, y la aparición de una Iglesia entendida como comunidad de comunidades que, sin negar la originalidad del ministerio pastoral de obispos y sacerdotes, favoreció el protagonismo de los laicos y, por lógica consecuencia, el surgimiento de una nueva manera de ser de la vida consagrada.
El segundo movimiento fue el del Aggiornamento. Palabra italiana que se hizo universal y pasó al lenguaje cotidiano de todas las familias religiosas. Significaba puesta al día, actualización. Fue un momento de verdadero kairós, de intervención intensa del Espíritu en el interior de la vida religiosa. Esta salió de su inercia y entró en un diálogo abierto y franco con el mundo moderno. El Concilio la había enrumbado hacia una adecuada renovación en tres aspectos fundamentales: vuelta al Evangelio, retorno a las fuentes fundacionales y una adaptación a las cambiantes condiciones de los tiempos. Cuando en nuestro medio comenzaron a tener eco estos lineamientos, recuerdo que cursaba los primeros años del bachillerato, acostumbrábamos a ver a los Hermanos, que dirigían el colegio, vestidos siempre con el hábito propio de su congregación. De pronto, un lunes, iniciando semana, aparecieron todos con traje de civil. No dejaba de ser curioso, raro y hasta exótico tal hecho. Los comentarios no se hicieron esperar, pero rápidamente asimilamos en la cotidianidad el nuevo look. Éramos muy jóvenes para ser conscientes de que se había iniciado una honda mutación en la vida religiosa.
Se trataba entonces de transformar el estado de perfección evangélica hecho a base de uniformidad, regularidad, silencio y aislamiento, por un estilo distinto que no se sabía a ciencia cierta en qué consistía. No obstante, la apertura a la modernidad y el contacto con la realidad, el ingreso a los estudios universitarios, aunado a una vigorosa reflexión teológica desde la praxis pastoral fueron señalando el camino a seguir. La misión se fue renovando al igual que el estilo de vida fraterna. Se modificaron las estructuras de gobierno, de formación y de manejo de los bienes. Se suscitó una disminución numérica que si bien produjo grandes crisis, también ayudó a purificar dando a luz una cualificación en la espiritualidad y en la vida religiosa. De todas maneras es importante acotar que la salida de numerosos religiosos condujo a un desplazamiento de la animación pastoral directa, cara a cara con los destinatarios de la misión, a procesos de gestión administrativos. Entre los Hermanos Lasallistas su ocupación fundamental como lo era la clase se remplazó por la oficina, como imagen del burócrata y administrativo. Al mismo tiempo, más por aceptación dura de la realidad que por conversión hacia el laicado, se inició un proceso continuo y creciente de participación de los seglares