Anti-Nietzsche. Jorge Polo Blanco
Jorge Polo Blanco
Anti-Nietzsche
La crueldad de lo político
© Taugenit S.L., 2020
© Jorge Polo Blanco, 2020
Edición digital: José Toribio Barba
Diseño de cubierta: Gabriel Nunes
ISBN digital: 978-84-17786-14-4
1.ª edición digital, 2020
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Índice
1. ¿Un pensador alejado de la política y de lo político?
2. Escenas biográficas de un reaccionario radical
3. Lo trágico contra lo civilizado
4. No hay metáforas inocentes. Una justicia naturalizada, una moral biologizada
5. Gran cultura y esclavitud social. ¿Un aristocratismo meramente espiritual?
6. El anti-Rousseau. Una filosofía política esencialmente elitista
7. Una ontología socialdarwinista
8. ¿Acaso podemos extirpar lo inextirpable?
10. Una exégesis despolitizadora (es decir, exculpatoria)
11. La razón como mera secreción de la vida orgánica
12. Irracionalismo, esteticismo y liberación
13. Nietzsche: ¿un aliado del pensamiento emancipador?
1. ¿Un pensador alejado de la política y de lo político?
«Otro libro sobre Nietzsche», podría decir alguien con un tono de hastío. «Pocas novedades en el frente de batalla; nada nuevo bajo el sol». «Demasiados ríos de tinta han corrido ya. ¿Por qué añadir otro pequeñísimo afluente a ese mastodóntico caudal?». Y tendrían bastante razón, claro está, quienes así dijeran. Pero en el presente ensayo trataremos de mostrar que la filosofía de Nietzsche, al contrario de lo que se ha sostenido en demasiadas ocasiones, también es una filosofía eminentemente política. Y es justo ahí donde, con humildad, pretendemos incidir. Pero nuestra propuesta se fundamentará en la imposibilidad de localizar en el pensamiento nietzscheano elementos teóricos capaces de sustentar un pensamiento político de signo emancipador. Con esto último, por cierto, también contravendremos ciertas lecturas que han sido prácticamente hegemónicas durante las últimas décadas. La puesta en escena de un Nietzsche «aliado del pensamiento emancipador», a nuestro modo de ver, está bloqueada y obturada; es un camino imposible de recorrer, impracticable y pedregoso, por más voluntarismo teórico que pueda derrocharse. Los que pretendieron recorrerlo dieron muchos pasos en falso, sucumbieron a múltiples espejismos y, en demasiadas ocasiones, silenciaron de manera sistemática importantes pasajes de la obra nietzscheana.
Para mostrar lo anterior impugnaremos algunas «lecturas expurgatorias» que han querido ignorar al Nietzsche concreto y viviente, ese pensador profundamente reaccionario, antidemócrata y antisocialista; entendiendo esto último en un sentido muy amplio, es importante remarcarlo, toda vez que los anarquistas o los republicanos radicales de estirpe rousseauniana también merecieron su odio visceral. Nos hallamos ante una personalidad formidable y profunda que reaccionó con sumo horror cuando tuvo noticia de los hechos de la Comuna de París, y aplaudió su sangriento aplastamiento, en un gesto demasiado nietzscheano. Veremos que siempre permaneció al tanto de la coyuntura sociopolítica de su época, contra lo que algunas lecturas «estetizantes» han pretendido sostener, y detestó profundamente el movimiento obrero. De hecho, se hallaba muy conmocionado por la expansión de lo que él mismo denominó la «Hidra Internacional», porque su moral aristocrática no encerraba ninguna metáfora empleada para trazar una crítica cultural y poética de la civilización occidental; esa visión aristocrática del mundo, dejémonos de imposturas, era absolutamente literal. Experimentaba una sincera repugnancia por todo lo plebeyo, y las obtusas clases populares solo le merecían desprecio. Su elitismo fue, en todo momento, portentoso. Pero, además, intentaremos mostrar que la propia ontología nietzscheana, basada en la voluntad de poder, y que nosotros no dudaremos en calificar de «socialdarwinista», es por completo incompatible con cualquier visión política de signo transformador, progresista o emancipador. Todo esto encontrará el lector en las presentes páginas, siempre abiertas a la discusión polémica.
Las hermenéuticas del pensamiento nietzscheano derivaron por cauces siempre tumultuosos y agitados. Después de la Segunda Guerra Mundial se produjo la rehabilitación de una filosofía que había sido adulterada, tergiversada y groseramente manipulada; se quiso, con cierta necesidad de justicia, desnazificar. Múltiples elementos ideológicos se habían adherido de manera espuria a un pensamiento que debía ser, en cierto modo, «recuperado». Y, para ello, se adoptó una estrategia expedita, pero sustancialmente equivocada: la mejor fórmula para desvincular a Nietzsche del fascismo consistía, sencillamente, en despolitizarlo. Muerto el perro, se acabó la rabia. Si se construía la imagen de un filósofo meramente esteta u ontológico, ajeno e incluso hostil al universo político, todos los funestos malentendidos quedarían de inmediato deshechos. El péndulo de la hermenéutica nietzscheana, así, se había movido hacia el otro extremo; de una politización parcialmente ilegítima y desvariada se pasó a una neutralización política de su pensamiento1. Sin embargo, y es lo que pretendemos mostrar en este ensayo, esa neutralización es tan errada y desvariada como su vulgar politización nacionalsocialista.
Es cierto que su figura ha sido incluida en algún volumen de historia de la filosofía política, como, por ejemplo, la compilación de Leo Strauss y Joseph Cropsey2. El autor del capítulo dedicado a Nietzsche en esta obra, Werner J. Dannhauser, comentaba, entre otras muchas cosas, que él introdujo el ateísmo, por primera vez, en el imaginario reaccionario de la derecha política3. Pero la inclusión de Nietzsche en el grupo de «pensadores apolíticos» sigue siendo recurrente, aunque pueda demostrarse lo injustificable de tal ubicación. Entender su obra desde «lo impolítico», categoría confusa y estéril, tampoco resulta convincente4. Como es evidente, nunca fue un filósofo político en el sentido en el que lo fueron Maquiavelo o Hobbes.