Desafíos pastorales. Anthea Harrison

Desafíos pastorales - Anthea Harrison


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de recibir el perdón de Dios y un cambio de vida (Sal 51).

      * La necesidad de tener comunión con otros hermanos que no los van a juzgar. Si Dios los ha perdonado, nosotros no debemos condenarlos. Muchos se encuentran muy solitarios tratando de ser padre y madre para sus hijos, y necesitan la ayuda práctica y la amistad que no los condena. El pecado y la culpabilidad son obstáculos para la comunión con Dios y los demás creyentes. Así, el pastor debe trabajar a favor de la reconciliación, pidiendo la ayuda de Dios en esto.

      4. El nuevo casamiento. Este debe ocurrir en el marco del permiso que la Biblia establece y después de que se haya hecho todo lo posible para lograr una reconciliación. Se trata solamente de una posibilidad cuando la reconciliación es imposible. En tal situación, que es muy complicada, siempre es necesario tomar en cuenta las circunstancias de la pareja y los principios bíblicos. Unas preguntas podrían aclarar la situación:

      * ¿Son ambos creyentes o solamente uno de ellos?

      * ¿Quién quiere el divorcio? ¿Por qué?

      * ¿Se ha tomado en cuenta 1 Corintios 7 y Mateo 19.3–9?

      * ¿Hay arrepentimiento verdadero y un deseo de pedir perdón a Dios y a la pareja?

      * ¿Quiere la pareja reconciliarse el uno con el otro?

      * ¿Qué dice la iglesia acerca de la situación de la pareja?

      * ¿Está el creyente en condición para que la iglesia le declare a él o ella libre de todas las obligaciones para poder casarse de nuevo?

      Si la pareja está lista a aceptar las bases bíblicas para su matrimonio y así unirse el uno al otro, tenemos que pedir la sabiduría de Dios y reconocer los principios bíblicos para entender la respuesta cristiana en situaciones tan complicadas en nuestro mundo de hoy.

      Conclusión

      Preguntas para discusión en grupo

      1. ¿Qué se aconsejaría a las parejas de los dos casos citados?

      2. ¿Qué podríamos aprender acerca del perdón en el caso de David y Betsabé en 2 Samuel 12 y el Salmo 51?

      3. ¿En qué situaciones permite Dios el divorcio?

      4. ¿Qué consejos podríamos dar a los que quieren casarse de nuevo (“nuevo matrimonio”)?

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      Capítulo 2

      ¿Cuándo empieza la vida?

      El aborto

      » Joel y Ana son novios. Como cristianos, los dos creen que Dios los ha unido primeramente en amistad y luego en una relación más íntima de amor y comprensión. Ellos muestran siempre su cariño en forma física y algunas veces han llegado a tener relaciones sexuales. Ana se dio cuenta de que se encontraba embarazada y lo compartió con Joel y sus padres. De inmediato, estos hicieron una cita en una clínica para que Ana pudiera tener un aborto. De esta manera, ella podría perder su bebé y continuar normalmente con su vida.

      » José y Marta son creyentes y tienen una linda familia de seis hijos. Eran muy activos en su iglesia. Sin embargo, su situación económica era muy difícil para proveer todo lo necesario para sus seis hijos. Luego, José perdió su trabajo y, al mismo tiempo, Marta se dio cuenta de que estaba embarazada. En consecuencia José piensa que solamente hay una solución: que ella se someta a un aborto.

      Base bíblica

      Desde el inicio, es importante definir el tema. El aborto es la pérdida o la expulsión del vientre del feto vivo antes de que éste alcance un estado de viabilidad independiente. Muchos abortos ocurren espontáneamente por razones biológicas (algunos lo llaman “mal parto”), mientras que otros se inducen deliberadamente, Estos últimos son el foco del debate en que surgen implicaciones médicas, legales, sociales, personales, éticas y teológicas. Para nosotros los cristianos, es un problema creciente frente a la posible liberalización de las leyes referente a la despenalización del aborto en ciertos casos. ¿Cuál debe ser nuestra postura teológica y ética en esta situación? ¿Qué nos dice la Palabra de Dios al respecto?

      La santidad de la vida humana

      La base teológica principal en contra del aborto inducido es que cada ser humano se ha hecho a la imagen de Dios desde el momento de la concepción. La vida humana es un don de Dios (Gn 2.7; Hch 17.25). El dar la vida y el quitarla son prerrogativas de Dios solamente y, según sus leyes, todos los hombres debemos respetar y buscar la conservación de la vida (Gn 9.5–6; Éx 20.13). Somos responsables también de la vida de nuestros semejantes (Gn 4.9; véase también el caso descrito en Deuteronomio 21.1–9). La conservación de la vida incluye la provisión de alimento, ropa, abrigo (Lv 19.16b; Dt 24.6, 12–13) y el cuidado de los menos válidos y los que se encuentran en desventaja (Lv 19.14, 33–34).

      Por supuesto, la muerte natural ha sido inevitable desde el primer pecado de Adán y Eva (Ro 5.12; 1Co 15.22a), pero el hombre necesita un mandato específico para poner fin a la existencia de cualquier ser humano. Las Escrituras dan permiso a quitar la vida solamente en situaciones bien definidas —por ejemplo, el castigo judicial del asesinato (Gn 9.6) y las acciones en una “guerra justa”—; aunque incluso en estos casos, los seres humanos inocentes (es decir, los no combatientes) tienen derecho de no ser matados (véase Os 1.4, donde se condena la masacre supuestamente realizada en el servicio a Dios).

      Si el feto tiene vida humana, es inocente y no merece la pena de muerte, que es el aborto.

      El aborto

      En vista del concepto de “santidad de la vida”, el debate sobre el aborto gira en torno al momento en que empieza la vida en el feto. ¿Cuándo es este momento según la Biblia?

      En el Antiguo Testamento, el Salmo 139 pone en claro que Dios participa en cada detalle y cada etapa de nuestras vidas, y afirma tres verdades importantes:

      El acto de creación. “Tú me hiciste en el vientre de mi madre” (v. 13b); “Mi embrión vieron tus ojos” (v. 16a), o sea, el individuo ha sido creado por Dios. Como también dijo Job: “Me vestiste de piel y carne, y me tejiste con huesos y nervios” (Job 10.11). Esta verdad lleva al salmista a alabar a Dios por su obra formidable y maravillosa. Aunque no emplean lenguaje científico, los escritores bíblicos afirman que el proceso del desarrollo del embrión no es fortuito ni automático, sino que se trata de una obra de la creatividad divina.

      Una persona continua. Siendo ya adulto, el salmista medita en su vida pasada desde antes de su nacimiento. En cada etapa de su vida, sea prenatal o postnatal, se mira a sí mismo como a la misma persona: en el pasado “tú me has examinado y conocido” (v. 1); en el futuro, “me guiará tu mano” (v. 10); y antes de su nacimiento, “tú me hiciste en el vientre de mi madre” (v. 13). En todo el salmo, se refiere a sí mismo


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