Invasiones biológicas en Chile. Fabián Jaksic Andrade

Invasiones biológicas en Chile - Fabián Jaksic Andrade


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quinto lugar, y finalmente, es posible reconocer que algunas especies introducidas pueden afectar la salud humana (Williamson 1996). De hecho, la propagación de enfermedades infecciosas puede ser concebida como eventos de invasión, donde los organismos patógenos se propagan (i.e., expanden su rango) hacia otros huéspedes de la población (Shigesada & Kawasaki 1997). El efecto nocivo de las especies exóticas puede derivarse de su participación como vectores de patógenos humanos (e.g., virus, bacterias), o por la producción de sustancias o estructuras que impactan a Homo sapiens (e.g., toxinas, esporas y polen alérgenos).

      Dos arenas de debate se han abierto en ecología de invasiones. Ambas albergan aspectos epistemológicos fundamentales, relativos a la concepción del fenómeno de invasión (Binggeli 1994). En esta discusión nos detendremos brevemente, pues a nuestro juicio merece ser expuesta no solo por su valor heurístico, sino también porque estas ideas se traspasan a la sociedad, e influyen en la toma de decisiones en el sector público y privado. Debido a que los científicos somos –al menos en parte– responsables de este vínculo, es importante detenernos a reflexionar.

      Por una parte, numerosos ecólogos preconciben a las invasiones como sucesos intrínsecamente negativos. Gran parte de esta percepción se refleja, por ejemplo, en la divulgación de iniciativas de protección de la flora y fauna nativa, en los programas de control y erradicación de especies exóticas, así como en las políticas de prevención de la importación de especies exóticas. En su análisis histórico, Davis et al. (2001) parecen haber identificado las raíces de esta preconcepción. Estos autores indicaron que se habría cultivado bajo el clima posterior a la Segunda Guerra Mundial, donde el término “invasión” evidentemente se asociaba al de “amenaza”. De esta manera, para la década de los cincuenta Charles S. Elton (Figura 1.4), el reconocido impulsor de la ecología de invasiones en su faceta moderna, publicó su libro The Ecology of Invasions by Animals and Plants, donde incorporó concepciones de matiz bélico, y hasta cierto punto catastrofista, las que terminaron por permear hasta nuestros días (Davis et al. 2001; Cadotte 2006).

      Desde una perspectiva biológica, parece prudente considerar las invasiones biológicas como fenómenos carentes de valor intrínseco previo. Más bien, sus implicancias o consecuencias dependerán del marco o contexto en que dicho fenómeno es analizado. Así por ejemplo, los biólogos de la conservación son más proclives a considerar las invasiones como fenómenos perjudiciales mientras que los gestores ambientales interesados en la introducción de una especie para explotación verán este hecho de otra manera.

      De la mano con lo anterior, el otro campo de discusión en ecología de invasiones se ha focalizado en la proliferación y diversidad de términos (i.e., jerga), cuyo uso amerita una discusión crítica. Términos como especie “advena”, “adventicia”, “alóctona”, “antrópocora”, “asilvestrada”, “casual”, “colonizadora”, “efímera”, “escapada”, “establecida”, “exótica”, “extranjera”, “importada”, “introducida”, “maleza”, “no nativa”, “no indígena”, “peste”, “silvestre”, “transiente” y “traslocada”, son frecuentes en la literatura especializada. A menudo estos términos son empleados sin una clara definición (Hodges 2008), por lo que varios autores han reconocido la necesidad de unificar conceptualmente la disciplina (Richardson et al. 2000b). Por una parte, un mismo término puede ser utilizado para describir diferentes estados o etapas del proceso invasivo, mientras que por otra, diferentes términos pueden ser utilizados para describir una misma etapa de la invasión (Davis & Thompson 2001; Colautti & Maclsaac 2004). Un ejemplo de la primera situación es el uso del concepto de “especie exótica”; en algunos estudios aparece como sinónimo de especie introducida –i.e., aplicado al conjunto de especies no nativas–, mientras que en otros aparece bajo un sentido más restringido, es decir, en referencia al conjunto de especies naturalizadas (véase Richardson et al. 2000b). Como ejemplo del segundo caso, es posible mencionar el empleo de los términos especie asilvestrada o especie naturalizada, que aluden a especies exóticas cuyas poblaciones pueden crecer en condiciones de campo, sin asistencia humana (Richardson et al. 2000b).

FIGURA 1.4
Charles Sutherland Elton (Inglaterra, 1900-1991), uno de los ecólogos más influyentes del siglo XX. En 1958, publicó The Ecology of Invasions by Animals and Plants, texto considerado piedra angular para la disciplina.
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      Más allá de estas disquisiciones, veamos algunos ejemplos de cómo el uso de algunos conceptos han sido utilizados en la literatura científica. Tras revisar 157 artículos, Richardson et al. (2000b) constataron que el uso del término “especie naturalizada” fue empleado como sinónimo de “especie invasiva” en 29% de los casos o como sinónimo de “especie exótica o no nativa” en 25% de los casos. Otros usos resaltaron diferencias biológicas más sutiles, tales como la habilidad de establecer poblaciones autosustentables sin la directa intervención humana en 23% de los casos, o la capacidad de establecer poblaciones autosustentables en ambientes naturales y seminaturales en 8% de los casos. La diversidad de términos y conceptos en ecología de invasiones biológicas, sin duda contribuye a enlentecer el avance del conocimiento científico (Davis & Thompson 2001; Rejmánek et al. 2002; Chew & Laubichler 2003; Colautti & Maclsaac 2004).

      No obstante, más allá del dominio científico, creemos que esta riqueza semántica puede ser saludablemente apreciada a la luz de considerar que el fenómeno de las invasiones biológicas constituye una arena de múltiples implicancias e intereses, y que al mismo tiempo reúne la atención de diversos actores sociales; entre ellos, a los científicos (e.g., véase Hodges 2008). Bajo este prisma, parece razonable –al menos por el momento– convivir con esta diversidad terminológica en aras de establecer puentes de comunicación con el resto de la sociedad. La labor de revisar y definir estos términos y conceptos escapa de los propósitos planteados en este libro. Más bien, en nuestro trabajo propondremos un marco conceptual desde la ecología de invasiones, que nos permitirá integrar y dar un hilo conductor a la diversidad de estudios en esta área.

      Un importante avance hacia la unificación conceptual en ecología de invasiones fue planteado inicialmente por Richardson et al. (2000b). Básicamente, estos autores propusieron que las invasiones biológicas pueden ser concebidas como un proceso eminentemente poblacional, que consiste en el traspaso de barreras (i.e., geográficas, ambientales, reproductivas, etc.; Figura 1.5). Este marco ha tenido el mérito de simplificar la complejidad terminológica y conceptual, por lo que se ha reducido notoriamente el número de términos empleados. De esta manera, términos como exótico, casual y naturalizado pueden ser inequívocamente aplicados a especies que se encuentran en distintos estados de cruce de estas barreras (Figura 1.5). Aunque originalmente este modelo conceptual fue desarrollado específicamente para plantas, su estructura general puede ser extrapolada a otros tipos de organismos (Carlton 1985; Kolar & Lodge 2001; Sakai et al. 2001).

FIGURA 1.5
Principales barreras demográficas que restringen la expansión en plantas, y el estatus que alcanzan luego de transponer dichas barreras (Richardson et al. 2000b). (A) Barrera geográfica; (B) Barreras ambientales en el lugar de introducción; (C) Barreras de reproducción; (D) Barreras de dispersión local
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