Papel pintado. Diego Giacomini
es falso. No solo es falso sino inmoral, porque la expansión crediticia y la inflación son las fuentes del negocio que tanto los banqueros como los políticos hacen a expensas de nosotros.
La reforma Giacomini-Milei, al proveer la moneda en libertad y dejar que —en línea con el Teorema de la Regresión Monetaria de von Mises— los agentes económicos elijan espontáneamente el dinero, cambia por completo el paradigma. Si eligieran el dólar como moneda, esto aseguraría un permanente crecimiento de la demanda de dinero. Dado que nuestra reforma monetaria, bancaria y financiera iría acompañada con reformas estructurales y con un achicamiento del Estado, se produciría una remonetización de la economía por repatriación de dólares y aumento del ahorro genuino. Esto provocaría una expansión de la oferta y la demanda de dinero, con lo cual la estabilidad de su poder adquisitivo estaría garantizado. La economía crecería vigorosamente. Más adelante en el tiempo, y dado que el dólar es un bien escaso, podría aparecer un aumento del poder adquisitivo del dinero, porque la producción de bienes y servicios crecería a un ritmo superior a la cantidad del mismo. El nivel general de precios podría disminuir, bajando la cantidad de dinero que se necesitaría para comprar bienes y servicios. La retribución de todos los factores aumentaría en términos reales, lo cual sería positivo para incentivar el crecimiento económico estable. En definitiva, esta reforma no traería ningún problema en cuanto a la cantidad de dinero y su impacto sobre el crecimiento económico. Todo lo contrario, nuestra reforma propulsaría la estabilidad del mercado monetario, con un poder adquisitivo del dinero fuertemente estable, que hasta podría transformarse en una suave deflación, que propulsaría un crecimiento económicos estable y sostenido con bajas tasas de interés.
Dado que nuestra propuesta apunta a desarmar la asociación inmoral entre políticos, burócratas y banqueros, dirán que esta propuesta atenta contra el negocio bancario. Sería otra mentira para proteger sus privilegios de casta. No es cierto que los bancos perderían su principal negocio y fuente de ingresos. Lo que perderían es el señoreaje, el impuesto inflacionario y la posibilidad de crear dinero y crédito sin respaldo de ahorro genuino. Esto impediría que se sobreexpanda la oferta monetaria total, generando ciclos de auge y depresión.
Los bancos seguirían teniendo activas todas sus unidades de negocio. Por un lado, seguirían contando con su banca de depósitos a la vista (con un coeficiente del 100%), por lo cual podrían cobrar un precio mensual. Este servicio podría combinarse con la prestación de otros servicios, como pagos, tarjetas, transferencias, y completarse con la custodia y gestión de valores mobiliarios, alquiler de cajas y cofres de seguridad, etcétera. Paralelamente, la intermediación financiera y el negocio de tomar dinero a una (inferior) tasa de interés pasiva y prestar a una (mayor) tasa de interés activa también continuará. Y como si todo lo anterior fuera poco, la miopía de esta potencial crítica radica en su análisis estático: no entiende que la función empresarial es permanente dinamismo y en consecuencia no contempla que los banqueros pueden desarrollar toda una serie de nuevas actividades, totalmente legítimas, que apunten a atender necesidades de los consumidores.
g) ¿Por qué nadie quiere discutir una reforma?
El mercado monetario y el mercado financiero, en Argentina y en todo el mundo, son los que sufren la mayor intervención estatal. Los bancos centrales y sus regulaciones monetarias y financieras son lo más cercano a la planificación soviética que queda en el siglo XXI. ¿Por qué no lo vemos? ¿Por qué casi nadie lo plantea? ¿Por qué no es tema de discusión?
Porque la teoría monetaria, bancaria y del crédito es una de las áreas del conocimiento donde el adoctrinamiento es más invasivo. ¿Y cómo no? Después de todo, la emisión de dinero constituye la mayor fuente de poder para la casta política y sus cortesanos asociados. No puede sorprender que no escatimen esfuerzos para legitimar su mayor fuente de poder. Y tengamos presente que no hay mayor base de legitimación que el propio convencimiento. Por lo tanto, el aparato educativo construido para legitimar la idea que el dinero puede y debe ser solo estatal es de los más potentes. Solo se compara con las educaciones religiosas más dogmáticas.
¿Puede sorprender que ni los economistas más liberales planteen que la moneda debe estar exenta de intervencionismo estatal, como lo hacen para todos los restantes mercados? Por el contrario, cada vez que surgen problemas monetarios, ya sea en el escenario internacional como en el doméstico, los economistas liberales proponen más intervención gubernamental en la esfera monetaria. El escenario monetario y macroeconómico de 2020 es un gran ejemplo en este último sentido, tanto a nivel nacional como internacional.
Toda discusión monetaria está enmarcada dentro de un fuerte contexto de intervencionismo estatal, que empodera a los burócratas de turno. Las discusiones o debates monetarios se nutren de frases muy elocuentes en este sentido: el BCRA debe emitir o no emitir; el BCRA debe bajar o subir la tasa; la autoridad monetaria debe colocar más LELIQ o pagarlas; el Banco Central debe estimular el crédito; la autoridad monetaria debe orientar el crédito hacia sectores productivos; etcétera. Todas estas frases se multiplican hasta el infinito. A nivel internacional tampoco son muy diferentes las ideas. En términos generales, se propone que la Reserva Federal de EEUU debe volver a coordinar con el Banco Central Europeo, el Banco Central Inglés y el Banco Central Japonés políticas generales de salvataje, de recompra masiva de deuda, de operaciones de mercado abierto que inyecten grades dosis de liquidez. Según los banqueros, cortesanos y políticos, debe haber políticas de tasa de interés 0% que estimulen el crédito y financien las políticas fiscales expansivas. Hace falta un nuevo Q4; un Q5. Hay que replicar lo que se hizo después de la crisis de Lehman Brothers en 2008. En definitiva, se propone cada vez más intervencionismo, dirigismo y planificación monetaria y financiera central. Es decir, tanto a nivel doméstico como en el plano internacional se propone como solución el origen de todos los problemas. Así, el socialismo económico, monetario y financiero va ganando volumen.
A muy pocos economistas se nos ocurre plantear que hay que dejar el dinero librado al mercado. Muy pocos se animan a decir que hay que cerrar el Banco Central y eliminar el prestamista de última instancia, y que el dinero debe ser provisto en libertad y la moneda debe ser elegida espontáneamente. También muy pocos proponen que la banca debe ser libre y que toda la legislación monetaria y financiera actual debe ser eliminada, obligando a los bancos a atenerse a derecho, estableciendo un encaje del 100% que evite que los bancos comerciales (privados y públicos) creen dinero, depósitos y créditos artificiales sin contrapartida de (mayor) ahorro genuino.
En el último capítulo de este libro presentamos la propuesta Giacomini–Milei para la Argentina. Podría ser considerada una propuesta prima hermana de la que el profesor Jesús Huerta de Soto hace para la economía mundial. Ambas se enmarcan en del pensamiento económico y monetario de la escuela austríaca, y se encuentran en las antípodas de lo que enseña el mainstream económico.
h) Por qué la creación del BCRA fue inmoral
La visión monetaria del mainstream económico no solo es un error intelectual sino que (mucho más importante) está peleada con la moral. Conlleva una fuerte pérdida de libertad y, por ende, de prosperidad para los individuos. Es la moral la que determina, primero y antes de todo, el diseño de las instituciones. Después surgen los diagnósticos, se delinean las políticas y se obtienen los resultados.
Y bien: el BCRA es un ejemplo de cómo la falta de moral crea una institución inmoral, que conduce a pésimos resultados. En 1935 el BCRA se creó para disolver definitivamente la caja de conversión y suprimir la conversión automática al oro del peso nacional. Junto a esta inconvertibilidad del peso, se autorizó a emitir moneda nacional con respaldo de documentos comerciales, títulos del Tesoro y adelantos de recaudación impositiva. El objetivo de toda esta operatoria era interrumpir el fuerte proceso de valorización de la moneda argentina (para favorecer la exportación), que hacía años que se fortalecía como resultado del ingreso masivo de capitales al país, que era considerado refugio internacional en el difícil período de entreguerras.
En pocas palabras, el BCRA constituyó en su origen una corporación formada por el gobierno y los bancos particulares (4).