Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion. Rafael E. López-Corvo

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de todas las publicaciones realizadas por Bion.

      El hombre

      Tan importante es conocer el trabajo excepcional de un gran creador como lo ha sido Bion, como intentar leer también a la propia persona, aquellos FACTORES conscientes o inconscientes que por una parte indujeron y por otra canalizaron su trabajo. Creo, por ejemplo, que la metodología psicoanalítica representó para Bion un HECHO SELECCIONADO que para beneficio nuestro proporcionó un sentido a los accidentes de su existencia. Bion debe ser examinado sobre un acto de fe.

      Había nacido de padres ingleses el 8 de septiembre de 1897 en Muttra, localizado en las Provincias Unidas del Noroeste de la India. Fue víctima de las costumbres imperialistas victorianas de la época, inclinadas a privilegiar la educación austera en lugar de las necesidades afectivas de un niño de ocho años, edad que contaba cuando en 1906 fue enviado interno al Bishop’s Stortford College en Inglaterra, para no regresar jamás a la casa paterna. Cuando al final de su vida quiso por fin volver a Bombay, el súbito asalto de la muerte en la forma de una leucemia mieloide le frustró sus planes. En el ínterin, el clima sosegado de Los Ángeles y el misterio exuberante de la jungla brasileña sirvieron quizá de atenuantes a su búsqueda por el monzón ausente y los recuerdos incoados en la India. En una carta fechada el 23 de marzo de 1951, escribe a la novia Francesca:

      Tengo mucha suerte porque me gusta el clima. Todos los climas. Pienso que tendrá que ver con el haber nacido en la India. Para mí, claro está, la lluvia era el gran acontecimiento, el monzón, y puedo aun todavía, a pesar de haber dejado la India cuando sólo tenía ocho años, rememorar el entusiasmo por el olor de la tierra humedecida (AMSR, pp. 73-74).

      Mientras Frank Philips (1983), el amigo, lo recuerda con afecto:

      Y pienso de su amor a las flores salvajes de Inglaterra y Francia, y el quedarse mirando hipnotizado los relámpagos, durante las feroces tempestades, y escuchando el chasquido y estampido de los truenos (p. 38).

      El peso de la pérdida del hogar en los primeros años tiene un efecto tan determinante que con certeza define el carácter futuro de un individuo, lo cual es factible corroborar con frecuencia en la transferencia de muchos pacientes. No es por lo tanto extraño que Bion se convirtiera en un especialista de la psicología de los vacíos y de las ausencias presentes, dándole una relevancia tal que fácilmente podemos equipararla a la aparición de los números negativos en la historia de las matemáticas. El pensamiento se instaura sobre un vacío de la cosa, dando siempre una visión binocular que abarca su presencia y su ausencia.

      Con apenas dieciocho años se alistó como voluntario para la Primera Guerra Mundial, por encima de un rechazo inicial de la oficina de reclutamiento y gracias al apoyo de sus padres. ¿Qué pudo haber motivado una decisión tan grave? ¿Últimos vestigios del machismo romántico de 1800? ¿Una especie de formación reactiva para lidiar con la ANGUSTIA de CASTRACIÓN inspirada por el fantasma de «Arf Arfer»?5 ¿Una amenaza en contra de la integridad física del ‘Bion-hijo-amado-de-la-madre’, como una venganza por parte del ‘Bion-abandonado’? No lo sabremos nunca, lo que sí sabemos es que la guerra dejó huellas de perturbación constante que con frecuencia asomaban como terribles fantasmas del recuerdo, en sus asociaciones revividas cada 8 de agosto. Francesca Bion (1997) lo ha resumido así:

      El horror que la guerra infligió sobre estos jóvenes no contribuyó a su madurez; les destruyó la juventud y los hizo viejos prematuros. La extraordinaria supervivencia física de Bion […] ocultó la injuria emocional que dejó cicatrices en los muchos años por venir (era claro que esta guerra continuó ocupando una posición prominente en su mente cuando, durante la primera ocasión en que cenamos juntos, él habló conmovido, como obligado a comunicar memorias que le acosaban). La pesadilla a la cual se refiere (p. 94)6 todavía le visita ocasionalmente a lo largo de toda su vida (WM, p. 2).

      Mientras el mismo Bion recuerda el 8 de agosto de 1978, exactamente sesenta años después de Amiens:

      La cara de los viejos dioses miran por encima de la batalla, [dice repitiendo a Tennyson] otra vez el mundo ha alcanzado la misma forma de lugar en su viaje alrededor del sol, que ocupaba cuando la batalla de Amiens... Los fantasmas miran... nuevamente; Asser, Cartwright y el sargento O’Toole, el pobre tipo que se quejaba de ser el único huérfano, con sus orejas protuberantes, su cara enrojecida... sus sentimientos de depresión y angustia, me confiaba que esta batalla en la cual estábamos a punto de embarcarnos junto al resto de la tripulación de los tanques (yo no era un miembro de la tripulación, era el segundo en comando de la compañía), sería su última. Estaba absolutamente en lo correcto; muy pronto después que la batalla se iniciara, el tanque de Cartwright recibió una descarga frontal y todos murieron. Cuando me acerqué, los cuerpos carbonizados y ennegrecidos sobresalían por la puerta del tanque como si fueran las entrañas de una bestia primitiva y misteriosa que simplemente había perecido allí y entonces en medio de la conflagración (C, p. 368).

      Grotstein (1993) ha sugerido la posibilidad de una asociación entre esta circunstancia de haber sido el único sobreviviente de su compañía y la creación posterior de términos tales como el «TERROR TALÁMICO», «TERROR SIN NOMBRE», «CAMBIO CATASTRÓFICO», etc. Son varias las circunstancias en las cuales Bion parece haber escapado de la muerte por escaso margen, no sólo cuando fue el único superviviente a la desaparición física de toda su compañía, sino además, según él mismo recuerda, cuando un sargento lo empujó hacia un lado impidiendo que una bala le atravesara la cabeza, o cuando recostado al talud de la trinchera sintió de repente las salpicaduras del cerebro del oficial a cargo, que conversando sentado a su lado había muerto instantáneamente por la bala de un francotirador. Estando siempre amenazado por el temor de ser acusado de cobarde, lidiaba con el miedo mediante mecanismos de despersonalización: la sensación de estar flotando a un metro y algo por encima de su cuerpo. Sin embargo, a pesar de este injusto autorreclamo superyoico, fue condecorado por su valor tanto por los ingleses como por los franceses. Francesca Bion (1995) refiere el capítulo sobre la batalla de Cambrai que tuvo lugar en noviembre de 1917 y es referido en la «Historia del Regimiento Real de Tanques»:

      Algunos hombres del tanque pelearon al «desmontar». Un ejemplo notable fue el del teniente W. R. Bion quien, en el momento en que su tanque fue destruido, estableció un puesto de avanzada en la trinchera alemana con su tripulación y alguna infantería extraviada. Seguidamente subió sobre el techo de su tanque con un rifle Lewis para así tener una mejor puntería sobre una ametralladora enemiga. Cuando los alemanes contraatacaron con mayor fuerza, los mantuvo a raya hasta que sus municiones se acabaron y entonces continuó disparando con el uso de una ametralladora alemana abandonada, hasta que la compañía de los Seaforths apareció. Su comandante fue muerto instantes más tarde con un tiro a la cabeza, por lo que Bion temporalmente asumió el mando de la compañía. Fue nominado para la VC (Victoria Cross) y recibió la DSO (Distinguished Service Order).

      Bion creció entre grupos, grandes grupos. Desde los ocho años en el internado, y después de los dieciocho en el ejército durante la Primera Guerra Mundial, pudo observar empíricamente y sufrir existencialmente el comportamiento social y la inmediatez anónima de multitudes. No fue en absoluto extraño que luego de su formación psiquiátrica se sintiese atraído por esta forma de abordaje psicoterapéutico. Su mayor legado de esta época no fue tanto el resultado de su observación sobre el comportamiento de los grupos —que ya es mucho— sino la metodología misma de su recia y dolorosa valentía para observarlos. Jacques Lacan (1947) habiendo entrevistado a Bion en esos tiempos (1945) escribió:

      congelada [la facie] en una máscara inmóvil en forma de luna, acentuada por las finas comas de un bigote negro, el cual, no menos que el físico enorme y el pecho de un nadador que le sostenía, contradecía la fórmula de Kretshmer, cuando todo nos dice que estamos en la presencia de uno de esos seres solitarios aun en sus grandes conquistas, de lo cual


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