Una historia sepultada. Felipe I. Echenique March

Una historia sepultada - Felipe I. Echenique March


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sustancia se convierte en centro y proyecto que muchos pueden llegar a creer que no está en entredicho porque ni siquiera en los momentos de la más drástica tensión religiosa6 o incluso política,7 desde que se consolidó el movimiento por la Independencia en el Congreso de Apatzingán, en 1814,8 se ha cuestionado que seamos mexicanos y el territorio sea denominando como México, independientemente de su designación geopolítica en el tiempo.9

      Así que sustantivo, adjetivo y aún convertido en verbo, México es aceptado en forma general y sin respingos, aunque dicho consenso no quiere decir –aunque así lo pretendan algunos– que exista homogenización o acuerdo en lo que esto significa y debe seguir indicando como rumbo al futuro. Disputa acallada y silenciada bajo el subterfugio de la democracia, o mejor dicho partidocracia y “comentocracia”, que pretenden ocultar el debate y las acciones políticas que intentan redefinir al sustantivo y llenar de nuevos contenidos los adjetivos.

      Las televisoras y sus “comentócratas” han sometido a los partidos políticos a la más abyecta vulgaridad y simpleza. Por eso no se detienen a pensar en la historia, en el sentido y significado de las palabras, porque para ellos la voz México no es más que otro sonido articulado que nada dice, tal como lo hacen con toda esa verborrea que lanzan sin descanso día tras día para someter a la sociedad.

      Para quienes estamos convencidos de que hay nuevas posibilidades de construcciones históricas, entre otras tantas acciones y prácticas a desplegar, está la de revisar críticamente y con minuciosidad todo cuanto se ha escrito de las historias. Acción que muy posiblemente nos termine mostrando que vivimos más con dogmas que con verdades establecidas. La crítica analítica radical nos permitirá tirar lastres y armarnos de nuevos sentidos, contenidos y proyectos. Todo debe de estar en permanente examen crítico, incluyendo las certezas consagradas por el tiempo y los discursos imaginados e impuesto al pasado, al presente y al propio futuro.

      Revisando uno de los últimos trabajos sobre nuestro tema

      Después de esa exposición, pasa revista al uso que tuvo el sustantivo México ya dentro del virreinato de la Nueva España y hasta que se comenzó a emplear para referir al propio virreinato al finalizar el siglo XVIII.

      Ya no se ocupa de lo ocurrido en los siglos XIX y XX porque su antología contiene un buen número de artículos, disertaciones y ensayos que ilustran muy bien las maneras y modos con que se estudió y presentó lo referente al nombre de México.

      Estas apreciaciones al trabajo de Guzmán Betancourt no se exponen para demeritar su esfuerzo, sino para señalar que tiene limitaciones, al igual que algunas imprecisiones, como la de señalar que Veytia le dio el título a su historia de: Antigua de México.

      La afirmación es incorrecta, porque dicho título es el que le proveyó el cronista mayor de Indias: Juan Bautista Muñoz, para su identificación dentro de su colección de manuscritos. Referencia que repitió su primer editor en el siglo XIX, pero no fue la que asentó don Mariano Fernández de Echeverría y Veytia a su manuscrito, en el cual se puede leer:

      Aparte de esa imprecisión, es necesario advertir que tengo fundadas razones para diferir de la tesis central que defiende Betancourt y a los que él siguió, sin que ello demerite el material que presentó de manera sistemática y profesional y que mucho ayuda a tener vigente la visión que él avala. Pero es controvertible como trataré de demostrar en este trabajo.

      Desacuerdos iniciales


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