Una historia sepultada. Felipe I. Echenique March

Una historia sepultada - Felipe I. Echenique March


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prehispánica en la vida de la incipiente colonia y la metrópoli; cómo y de qué manera se llegó a tratar esa mala apreciación en los círculos gobernantes de acá y de allende el océano. En fin y para un primer momento saber cuál es la historia de ese error y exhibir su documentación.

      Hasta donde sé los anteriores cuestionamientos no se han planteado, pues lo que prevalece son las correcciones a modo, tal y como resulta ser para referir los primeros años de conquista, citar a Bernal Díaz del Castillo o insertar parte de los decires mitológicos o explayar narrativas posteriores sobre aquellos primeros años de conquista española, sin que se aclare cómo es que se vivió y corrigió esa pésima comprensión de designación de la ciudad y provincia más importante con la que se toparon las huestes conquistadoras comandadas por Fernando Cortés, al occidente de la isla de Cuba.

      Utilización de otros materiales para verificar o contrastar lo hasta ahora establecido

      En párrafos anteriores he sostenido que con la documentación tradicional en la cual se estudia y reelabora lo concerniente al sustantivo México, yo en lo personal, no creo que pudiera avanzar más de lo que ya lo han logrado otros meritorios estudiosos. Entonces la pregunta pertinente sería en qué otros materiales documentales se pueden trabajar para aportar algo no visto y estudiado hasta ahora y que tenga que ver, justamente, con lo señalado por Fernando Cortés, en el sentido de que dicho sustantivo era una propuesta suya para designar a la provincia que hoy denominamos justamente como cuenca de México.

      Por desgracia, no contamos con trabajos que sistematicen en su integridad todo ese mundo de papeles de manera cronológica, temática y geográfica y que nos permitan una visión pormenorizada del tema que aquí nos interesa ir rastreando.

      Pero ello no puede ser una limitante que nos obligue a desviar nuestra atención hacia otro punto. Así que faltando dicha herramienta no queda otro camino más que el de construirla.

      Lo antes dicho quiere decir que se reunió y sistematizó toda esta información por exacto orden cronológico para apreciar, primero, el universo a reconocer y luego dentro de él detectar el manejo de las referencias geográficas consignadas en los documentos ya fuesen elaborados en la Nueva España o en la naciente metrópoli colonial, y esto para tener alguna claridad histórica, que incluso me condujera a buscar materiales de archivo, si es que hubiera lagunas de información que resultaran evidentes tras la reunión del material arriba referido.

      Para el presente trabajo se recogieron y sistematizaron cronológicamente más de tres mil referencias de documentos y poco más de 500 documentos desplegados, aunque la base de datos contiene muchísimos más, ya que revisé muy puntualmente los Libros de Cabildo de la ciudad de Temixtitan, que luego se le llamó de Mexico, como veremos en su oportunidad, así como los primeros Libros de Protocolos de la misma ciudad.

      Prevenciones muy necesarias de tiempo, modo y lugar

      Por otra parte, esos datos que son esenciales para el tema de esta investigación, principalmente aquello que tiene que ver con los registros de los lugares a dónde se remitieron y de dónde se emitieron o escribieron, han sido afectados por eso que llamo “síndrome de actualización”, esto es, la imposición de nomenclaturas distintas a las que se consignan en los mismos documentos, debido a que archivistas o editores terminaron imponiendo en alguna parte notoria del escrito, las adendas que los identifican con el orden político-administrativo territorial colonial español que se terminó imponiendo.

      Lo anterior es plenamente constatable dentro de los papeles que refieren la vida de los primeros cincuenta años de la dominación española en la Nueva España. En ellos se puede fácilmente comprobar que existe una plena disparidad entre los nombres que se refieren en los títulos o encabezados que los presentan o identifica, con los que se consignan en el propio documento.

      Nada de ello es extraño u anómalo dentro de las labores de los archivistas o editores, pues simplemente da cuenta de sus trabajos para facilitar la consulta de los materiales que resguardan o que se quieren dar a conocer.

      A este hecho de “afectación de actualización archivística o editorial” que ha pasado inadvertida en las narrativas históricas sin mayor explicación, le debemos por una parte


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