Terapia familiar y de pareja centrada en la persona . Charles O´Leary

Terapia familiar y de pareja centrada en la persona  - Charles O´Leary


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enfrentan en las sesiones iniciales, intermedias y finales del proceso terapéutico. Hay un capítulo completo sobre el trabajo con parejas en general; otro sobre el trabajo con parejas de gays y lesbianas; y un tercero que describe el trabajo con familias con niños y adolescentes. Cada capítulo ofrece ejemplos de casos que ilustran un enfoque centrado en la persona dentro de un marco de referencia sistémico.

      Nunca he visto bastante lo que otros terapeutas hacen cuando se encuentran con sus clientes ni escuchado lo suficiente acerca de lo que piensan sobre estos y lo que ellos mismos deberían estar haciendo. Este libro intentará mostrar un enfoque centrado en la persona, tal como existe en docenas de ejemplos de sesiones de terapia. Para algunos lectores, algunos de estos pueden ofrecer ideas y un punto de vista que podrán integrar en su propia práctica; otros pueden descubrir que mi enfoque es diferente del suyo, y en ese caso podrán validar y clarificar su propio pensamiento.

      Ejemplo de Caso 1: Terapia sistémica y Nine Inch Nails

      Tenía un consultante de dieciséis años, a quien yo no entendía en absoluto, que amaba a Nine Inch Nails. No podía entender de lo que se trataba este grupo cuando me contó de ellos o cuando escuché el CD de segunda mano que había comprado. Sabía que este chico estaba enojado y vivía amargado todos los días, pero no podía entender su deleite en escuchar durante horas lo que me parecía ser una celebración de la desesperanza y la rabia. Podía comprender las razones por las cuales el mundo de mi cliente carecía de confianza, conexión o consuelo, pero no por qué parecía elegirlo en lugar de buscar una manera de salir de allí.

      Yo era ignorante. Y solo sabía dos cosas: quizás alguien debía ocuparse un poco de él; y que yo entendía a su madre mucho mejor que al hijo.

      Así que compré una entrada para el concierto. Una sola; nadie iría conmigo. Una entrada que valía más que una contribución ilegal a una campaña política, que me valió un asiento lo más lejos posible del escenario en el Centro Pepsi de Denver. Mi consultante dio por sentado, sin dar explicaciones que, de estar cerca del centro de la acción, yo podría resultar herido. Él, por supuesto, estaría abajo en el lugar realmente costoso, el pozo, donde la gente se golpeaba mutuamente, levantaba a otros chicos por sobre las cabezas y, en general, se hacían cosas para hacer desmayar a los demás.

      “Vístete de negro,” sugirió con firmeza, feliz de estar en el papel de asesor en presencia de su madre, “para pasar desapercibido”. Me quedé en la fila con todos esos chicos con cuero y cadenas, con sus cuerpos perforados y cadenas provenientes de las partes agujereadas de su cuerpo y las caras muy maquilladas.

      Me había vestido de negro: una camiseta con un cráneo que dice “Muerte antes que descafeinado”. Mi teléfono móvil era un salvavidas. “Voy a entrar”, dije a mis amigos a los que había llamado desde la fila, como si fuera a cruzar la frontera con Irak. Entré después de una inspección: un hombre joven que me registró a fondo mientras tenía las manos sobre la cabeza y dijo “Gracias, señor”.

      En la parte alta del Pepsi Center, un chico en el asiento de al lado empezó a conversar conmigo y, después de explicar por qué estaba en ese patético asiento barato, se convirtió en mi guía para la noche. No se sorprendió al saber que yo era un terapeuta tratando de entender la música dark. (Al parecer, hay un montón de terapeutas merodeando en torno a estos conciertos.) “Estamos aquí para volvernos locos. Sacar las cosas negativas de nuestro sistema. Es algo así como vivir la Sombra por un rato. Esto no es lo que realmente somos”.

      Nine Inch Nails no es el peor grupo de rock en el mundo. El peor grupo de rock en el mundo fue el grupo de calentamiento antes de ellos. Para el momento en que llegó Nine Inch Nails yo estaba listo para el alivio –y lo logré. La música estaba bastante bien. Por supuesto, de verdad no podía entender las palabras. Mi amigo del asiento de al lado me tradujo un poco, mientras una gran cantidad de chicos cantaban sus viejos temas favoritos familiares sobre la autodestrucción y el odio generalizado. Estábamos todos de pie y, después de un rato, incluso yo estaba bailando con la música, allí, en la oscuridad, en la última fila. Cuando los chicos levantaron encendedores, creo que yo encendí un fósforo de madera. Se sentía un poco como estar en Woodstock, si tan solo mi madre me hubiera permitido ir.

      Yo había ido al Pepsi Center para aprender y me fui sin comprender exactamente a Nine Inch Nails, quizás en absoluto, pero sí entendí por qué mi cliente podría amarlos. Necesitaba sentir lo que sentía, rodeado de otras personas que sienten lo mismo que él, escuchando a alguien que decía lo que él sentía, antes de poder sentirse libre para seguir adelante. Nine Inch Nails no era su destino, esperaba, pero era necesario para su viaje. Especulé sobre esto mientras me daba cuenta de que es algo que me resulta del todo ajeno.

      Sin embargo, las cosas cambiaron entre nosotros. Yo había hecho algo a partir del deseo de mejorar una relación y aunque no entendiera, había mostrado que quería hacerlo. No cambió nada en términos de mi control sobre cómo esta persona piensa o actúa, pero gracias a mi esfuerzo yo había acortado la distancia entre nosotros. La empatía es así: es la voluntad de al menos entender, tanto como el talento para hacerlo. La empatía genuina en nuestras relaciones, especialmente con un adversario íntimo, bien puede hacer que nos sintamos tan extraños como un terapeuta, lejos de sus libros, escuchando a Trent Reznor.

      –¿Fuiste? –dijo mi cliente, sorprendido.– Genial.

      2. El nombre de este grupo puede traducirse como “uñas de nueve pulgadas”, casi 23 cm (N. de T.)

      1

       Los desafíos de la terapia relacional centrada en la persona

      Después de haber vivido durante muchos años entre terapeutas familiares y de pareja, presentaré algunas de sus ideas y técnicas que me parecen compatibles con las seis condiciones de la terapia efectiva elegantemente descriptas por Carl Rogers hace más de sesenta años. En este capítulo y en el capítulo 2, ofreceré un recorrido personal por mi enfoque de la terapia familiar y de pareja, analizando brevemente a los terapeutas cuyos enfoques postmodernos, incluyendo la terapia narrativa, comparten los valores clave del enfoque centrado en la persona.

      En este capítulo también presentaré lo que los consultantes señalan como sus objetivos en la terapia relacional y analizaré tres desafíos para todo terapeuta familiar y de pareja que adhiere a un enfoque centrado en la persona:

       parcialidad multidireccional;

       uso de los conocimientos y habilidades relacionales;

       y la facilitación activa.

      Ofrezco reflexiones sobre las cualidades específicas de un enfoque centrado en la persona, incluyendo la primera presentación de las condiciones básicas de Rogers para la terapia. Un ejemplo de caso final muestra a un terapeuta en acción, integrando un enfoque centrado en la persona con una perspectiva de la terapia familiar.

      El mundo del terapeuta relacional

      Los terapeutas relacionales siempre trabajan entre realidades diferentes y coexistentes. En la práctica, un terapeuta no puede dedicarse por completo a acompañar el proceso de un individuo sin prestar atención a las reacciones de las otras personas presentes. Del mismo modo, cualquier descripción del estado de un grupo debe coexistir con la consciencia de su efecto sobre las percepciones y el autoconcepto de cada individuo. El terapeuta nunca deja de ser un traductor en busca de puntos de entendimiento entre países internos muy diferentes.

      La investigación demuestra que la relación terapeuta/cliente no solo depende de cualidades del primero como la empatía y la aceptación; también es importante que los clientes perciban que los terapeutas están alineados con sus objetivos explícitos


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