E-Pack HQN Victoria Dahl 1. Victoria Dahl

E-Pack HQN Victoria Dahl 1 - Victoria Dahl


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      Molly frunció el ceño e intentó recordar lo que había allí. ¿Tal vez era un árbol retorcido? Sin embargo, cuanto más miraba, más le parecía ver un hombre. Tenía la sombra de la cabeza y los hombros, y los brazos en jarras.

      ¿Qué demonios?

      Sintió una punzada de pánico en el estómago. Aquella figura estaba inmóvil, y Molly se sintió conectada a ella, como si pudiera verle los ojos. Si no se movía, él no se movería tampoco. Si contenía la respiración, él tampoco respiraría.

      El calor que había conseguido crear bajo las mantas desapareció. Comenzó a temblar al preguntarse quién podía estar allí, acechándola mientras dormía.

      —Oh, Dios —susurró.

      Apretó muy fuerte los puños, pero no pudo evitar que le castañetearan los dientes. Intentó no moverse de ningún modo visible. Si no se movía, tal vez él desapareciera en medio de la oscuridad.

      La figura ladeó la cabeza. Entonces, lentamente, alzó la mano para darle a entender, amenazadoramente, que sabía que lo había visto.

      El terror la hizo incorporarse. Tomó el teléfono y se dio un golpe en la oreja con el auricular. Al principio pensó que lo había estropeado, porque no podía oír nada, pero entonces recordó lo que había hecho unos días atrás, en un ataque de rabia.

      El teléfono estaba desenchufado.

      —Oh, Dios. Oh, Dios.

      Miró por la ventana y no vio a nadie junto al pino. ¿Adónde había ido aquel hombre? Se dejó caer desde la cama y aterrizó a gatas. Comenzó a palpar el suelo en busca del cable. No podía haber ido lejos. Por fin lo encontró y lo enchufó, y marcó el número de Ben antes de haberse puesto el auricular de nuevo en la oreja.

      —Lawson —dijo él, con una voz clara.

      —Ben, hay alguien detrás de mi casa.

      —¿Molly?

      —Hay alguien en la colina.

      —¿Dónde estás? —le preguntó él con firmeza, como si no acabara de despertarse.

      —En mi habitación.

      —¿Y él está en la colina? Allí hay un sendero, ¿sabes? Tal vez esté…

      —¡Nadie va a hacer senderismo a mitad de la noche! Y no estaba… Solo estaba ahí, mirándome mientras dormía.

      —Bueno, pero seguramente no tiene importancia. ¿Tienes abiertas las cortinas? Deberías correrlas por la noche, Moll.

      Ella había empezado a calmarse, pero en aquel momento sintió pánico de nuevo, como si en cualquier momento fuera a oír la rotura de una de las ventanas del piso de abajo.

      —¿Eso es todo? ¿Solo vas a echarme un sermón? ¿Me vas a decir que corra las cortinas? Puede que sea… ¿Es que no vas a venir a comprobarlo?

      —Dios Santo, Molly, ya estoy en la furgoneta. Llegaré ahí en dos minutos. Mi teléfono se va a quedar sin bat…

      Y la comunicación se cortó. Se había quedado sola, pero solo dos minutos más. Podía soportarlo.

      Pese a que acababa de ir al baño, Molly sintió una gran urgencia de orinar de nuevo. Había escrito historias de suspense, pero se dio cuenta de que nunca había conseguido plasmar el miedo real. Sus heroínas nunca habían estado a punto de hacerse pis encima, y sin embargo, allí estaba ella, acurrucada en el suelo, metiéndose más y más debajo de la cama, preguntándose si se había mojado el pantalón del pijama.

      Aquella figura tenía algo amenazante… pese a que solo estaba en lo alto de la colina. Pero daba… miedo.

      Sin embargo, no había hecho nada. Y Ben iba a estar allí en un minuto. Ella estaba bien. Todo iba a salir bien.

      Molly dejó el teléfono en el suelo y asomó la cabeza por encima del colchón. No había nadie. A menos que estuviera agachado y escondido por entre las sombras de la colina. A menos que estuviera bajando la ladera, dirigiéndose hacia la puerta trasera de su casa.

      Estaba cerrada con llave. Molly estaba casi segura de que la había cerrado.

      Fue calmándose un poco. El miedo empezaba a ser manejable. Tenía que abrirle la puerta a Ben, y él iba a llegar en cualquier momento.

      Se puso en pie, pero permaneció agachada mientras avanzaba hacia la puerta. Cuando llegó al pasillo, encendió la luz para no tener que seguir a oscuras y toparse con el malo de la película en cuanto torciera cualquier esquina. Miró hacia las escaleras y no vio nada fuera de lugar.

      —Bien —susurró, aunque abajo estaba un poco oscuro para su tranquilidad.

      De repente, vio pasar una sombra por delante de la ventana del salón; fue un movimiento leve, oscuro y sinuoso.

      —Que sea la rama de un árbol, por favor.

      Entonces vio una luz roja. Otra azul. Y otra roja.

      —Ben —jadeó, y salió corriendo hacia las escaleras—. Ben, Ben, Ben.

      Él llamó a la puerta con fuerza en el mismo momento en que ella llegaba al vestíbulo.

      —¡Molly! —gritó, y ella abrió la cerradura con las manos temblorosas. En cuanto la vio, la tomó entre sus brazos—. ¿Estás bien?

      Ella asintió en su pecho mientras él la hacía retroceder hacia el vestíbulo y cerraba la puerta tras ellos.

      —Sí, estoy bien —respondió. Ben le daba seguridad y calor. Sus miedos le parecieron una bobada y algo muy lejano.

      —Frank viene para acá. Tengo que asegurarme de que todo está seguro en la casa, y después inspeccionaré los alrededores por si acaso.

      Ella se aferró a él.

      —Tal vez no esté segura si me quedo sola.

      —Molly…

      —Sí, ya lo sé. Eres policía. Es que…

      Ella quería que se quedara, solo que se quedara. Que la acostara y que la calmara hasta que pudiera volver a dormirse.

      —Voy a comprobar las ventanas y las puertas, y después, me vas a enseñar dónde lo viste.

      Molly siguió a Ben por todas las habitaciones, mientras él miraba todas las cerraduras y los pestillos. Incluso bajaron al sótano, pero ella se quedó en el primer escalón, con los músculos vibrando de nerviosismo y de miedo. Contuvo el aliento hasta que él subió de nuevo, y claramente, entero.

      Cuando Ben pasaba por delante de ella, se oyó una voz.

      —¡Ya estoy aquí, Jefe!

      —Espérame —dijo Ben a través del walkie talkie, mientras Molly intentaba que se le calmaran los latidos del corazón—. Vamos a subir —le dijo a ella.

      En cuanto estuvieron en el dormitorio, Molly tomó su bata y se la puso. Ben recogió el auricular del suelo y lo colgó mientras suspiraba de cansancio.

      —Bueno, dime lo que has visto.

      Ella se lo explicó lo mejor que pudo, pero a medida que hablaba se sentía más y más ridícula. Sin embargo, Ben la escuchó con seriedad y atención. Entonces se marchó, después de haber registrado todas las habitaciones del piso superior.

      Molly vio los rayos de las linternas moviéndose mientras Ben y su refuerzo recorrían el jardín y salían de camino al sendero.

      Tener allí a Ben la había calmado, pero no del todo. Se sentía insegura. Había visto a alguien, a un hombre. Y solo se le ocurría un nombre.

      Tendría que hablarle a Ben de Cameron, explicarle quién era y por qué sospechaba de él. Pero, ¿de verdad Cameron había sido capaz de hacer algo así? Parecía algo demasiado… discreto para él. No había nadie que lo viera y que le diera unas palmadas


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