Un baile de máscaras. Susannah Erwin

Un baile de máscaras - Susannah Erwin


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su amigo: inteligente, altamente cualificada y atractiva. Estaban hechos el uno para el otro.

      Luke había tenido mucha suerte al encontrarla. Grayson dudaba que él fuese a tenerla también. Y no buscaba relaciones poco duraderas, las aventuras de una noche no eran para él.

      Aunque, en esos momentos, tampoco estaba buscando una relación seria.

      –Luke te ha felicitado por ser el centro de las conversaciones esta noche –intervino Evan Fletcher, socio de Luke en Medevco.

      Le tendió un vaso de agua a Danica y conservó una copa de vino tinto para él.

      –Casi no he podido llegar hasta aquí –continuó–. Todo el mundo quería comentar la noticia que acabas de dar. Prepárate para que se abalancen sobre ti en cuanto salgas de aquí.

      Grayson clavó la vista en el fondo de la copa. ¿Por qué no había inventado nadie una copa que se rellenase sola? A él le parecía una buena inversión.

      –Aquí empieza.

      Evan dio un sorbo a su copa de vino e hizo una mueca.

      –¿El qué empieza? ¿Tu jubilación a los treinta y cinco años? Dime que vas a comprar una isla con espacio para invitados. Y que me vas a invitar a mí.

      Grayson negó con la cabeza.

      –No me voy a retirar.

      –Entonces, ¿por qué has hecho todo este…?

      Evan movió la mano en la que tenía la copa y unas gotas de vino tinto cayeron al suelo.

      Grayson lo miró fijamente.

      –¿Vas a beberte eso o lo vas a utilizar como arma arrojadiza?

      Evan miró la copa y buscó un lugar donde posarla. La dejó sobre una mesa baja que había junto a un sofá.

      –El año que viene quiero estar en el comité que organiza la gala para poder escoger el vino.

      –Responde a la pregunta de Evan. Si no te vas a retirar, ¿por qué has dado semejante noticia? –preguntó Luke con el ceño fruncido.

      Grayson decidió contárselo, al fin y al cabo, pronto sería del dominio público.

      –No se lo contéis a nadie. Todavía. Mi padre va a anunciar que dimite. Y, cuando lo haga, habrá elecciones para decidir quién ocupa su lugar en el Congreso durante el año que queda. Y voy a presentarme.

      Danica dio un grito ahogado, Luke sonrió y le dio la mano a Grayson.

      –Enhorabuena. Por supuesto, tienes mi apoyo. Aunque podrías habérnoslo contado antes.

      –Si te soy sincero, me sorprende que os sorprenda –comentó él–. Siempre ha sido mi intención seguir los pasos de mi padre en política.

      –¡Hola! –saludó alguien alegremente a sus espaldas.

      Grayson se giró y vio a Bitsy Christensen, la presidenta de la gala que, como siempre, llegaba con el teléfono en la mano. Iba seguida por varias personas cargadas con instrumentos musicales.

      –Pensé que estaríais probando la comida –comentó Bitsy–. La banda tiene que instalarse, así que me temo que os tengo que echar de aquí.

      –Por supuesto.

      Grayson les hizo un gesto a Luke y a Danica para que echasen a andar delante de él y luego se giró hacia Evan, que tomó su copa de vino.

      Los siguientes segundos pasaron a cámara lenta.

      Evan se dirigió a la salida, pendiente de la copa de vino que llevaba en la mano mientras Bitsy echaba a andar hacia él con la mirada clavada en el teléfono. Ninguno de los dos levantó la vista hasta que chocaron. Justo delante de Grayson.

      El teléfono salió volando por los aires. Lo mismo que la copa de vino.

      Grayson consiguió alcanzar el teléfono antes de que chocase contra el suelo. Por desgracia, el vino le cayó encima, manchando la camisa blanca de su esmoquin. La chaqueta y la corbata, como eran negras, no parecían manchadas, pero él olía como si se hubiese caído en una cuba.

      No podía salir de allí así. Intentó limpiarse la camisa con unas servilletas de papel, pero no lo consiguió.

      –¡Oh, no! –exclamó Bitsy–. Oh.

      –Preguntaré a los encargados del catering si tienen toallitas húmedas –se ofreció Evan, desapareciendo detrás de las cortinas.

      Bitsy le quitó a Grayson el teléfono de la mano.

      –Tenemos disfraces de sobra –comentó–. Por si a alguien se le olvidaba. Siempre hay que estar preparados, ¿no?

      Miró a Grayson de arriba abajo y empezó a escribir un mensaje.

      –Mi asistente no tardará en llegar. Le he dicho que traiga el disfraz de payaso Pierrot, que debe de ser más o menos de tu talla.

      ¿De Pierrot? Estupendo. Iba a salir de allí vestido de payaso con un enorme pijama blanco.

      Se puso en un rincón para dejar pasar a los músicos y esperó a que llegase el disfraz mientras repasaba mentalmente el resto de objetivos que se había fijado para aquella noche: quería hablar con los posibles donantes para la campaña, tranquilizar a los inversores acerca de su partida y…

      Sabía que no le caía bien a todo el mundo, pero, en general, tenía buena relación con todo el mundo. Había sido un líder desde la niñez, había conseguido que su equipo de natación ganase el campeonato estatal y, cuando había decidido dejar la piscina, había montado Monk Partners gracias a su capacidad para convencer a los empresarios para que trabajasen con él. En esos momentos era una de las empresas con mejor trayectoria de Silicon Valley. Pero siempre había sabido que seguiría los pasos de su padre. Era una tradición familiar. Su bisabuelo había sido gobernador de California. Su abuelo había formado parte del Tribunal Supremo. Así que ocupar el puesto de su padre en la Cámara de Representantes sería la culminación de su carrera.

      El disfraz llegó perfectamente doblado en una bolsa de plástico, haciéndolo volver al presente. Grayson sacó la túnica blanca, los pantalones anchos y un gorro en forma de cono. Era todavía más ridículo de lo que se había imaginado. Estaba volviendo a meterlo todo en la bolsa, pensando que prefería salir con la camisa manchada de vino, cuando se le ocurrió que aquella podía ser una oportunidad única.

      Los siguientes meses iban a ser frenéticos. Su vida social, que ya era casi inexistente debido a las largas jornadas de trabajo, desaparecería por completo. Y si ganaba las elecciones… entonces tendría que olvidarse de pensar en sí mismo. Nadie esperaría que apareciese vestido de payaso, así que podría disfrutar de sus amigos y de la velada sin preocuparse por nada más. Ya tendría tiempo para responder a las preguntas de todo el mundo la semana siguiente. Esa noche iba a disfrutar. Era su última noche de libertad.

      Y tal vez pudiese descubrir por qué alguien había expresado en voz alta la preocupación que, en el fondo, él también tenía.

      * * *

      Los invitados que compartían mesa con Nelle y Yoselin empezaron a charlar animadamente en cuanto Grayson desapareció del estrado. La única que se quedó en silencio fue Nelle, que se dedicó a beberse el cóctel de zumo de arándano y vodka con la esperanza de que este calmase el calor que sentía en las mejillas.

      Había visto fotografías recientes de Grayson, por supuesto. Incluso había visto apariciones suyas en televisión. ¿Quién no? Había salido en los medios de comunicación desde que, ocho años antes, había conseguido sus primeros mil millones de dólares a la tierna edad de veinticinco años. Pero en la vida real era más alto y fuerte. Las cámaras no podían captar la intensidad de su mirada ni el encanto de su sonrisa.

      Había sentido calor por todo el cuerpo cuando había mirado en su dirección. Nelle había sabido que miraba hacia allí porque el hombre que le había hecho la pregunta en voz alta se encontraba


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