E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
dijo que lo hice? –preguntó él furioso.
–No, la verdad es que me dijo que las cosas habían ido bien, pero no ha venido, así que ha debido de pasar algo.
–Los dos os quedasteis cuando tu madre y yo nos fuimos, así que tal vez deberías pensar si tú le dijiste algo.
Frustrada, Jess se sentó frente a su padre.
–No dije nada. No discutimos. Creía que estábamos bien.
–Pues entonces todo estará bien. ¿Te dijo que fuera a venir hoy?
–No se lo pregunté.
–Pues ahí lo tienes.
–Pero casi siempre viene –protestó–. Y nunca he tenido que preguntárselo. Todo ha empezado a cambiar ahora. ¿Qué pasa?
–Mira, cariño, cuando los hombres y las mujeres empiezan a verse de un modo distinto, las cosas cambian. No puedes dar nada por sentado.
Una vez más, Jess se sintió culpable. Eso era exactamente lo que había hecho.
–Bueno, pues no debería ser así.
Mick se rio.
–Estoy de acuerdo, pero así son las cosas. De aquí en adelante, si quieres que Will esté con nosotros, probablemente tendrás que invitarlo. A menos que quieras que lo haga yo.
–Rotundamente no. Algo me dice que cuanto menos tiempo pases con Will, mejor.
–No lo presioné, si eso es lo que estás pensando –dijo indignado–. Solo le pregunté qué pasaba entre los dos y me contestó. Eso fue todo.
Jess dudaba que hubiera sido así de sencillo, por mucho que los dos lo dijeran.
–Entonces asegúrate de que sigue así, papá. Esto es entre Will y yo.
–¿Y qué haces aquí hablando conmigo de ello? Ve a hablar con él.
–Puede que lo haga –contestó Jess levantándose.
Pero cuando salió de la casa, la idea de intentar ir a ver a Will para preguntarle por qué no había ido a comer le resultó patética. No debería importar que no hubiera ido, ya se había perdido otras comidas y a ella le había dado igual. ¿Por qué ahora? ¿Por qué se estaba tomando esa ausencia de un modo tan personal?
Tal y como su padre había dicho, cuando dos personas empezaban a salir todo cambiaba y la madurez salía volando por la ventana. Era ridículo.
En lugar de ir a buscar a Will, llamó a Laila.
–¿Qué estás haciendo?
–Intentando inventarme una excusa para dejar a mi familia antes de que empiecen a interrogarme sobre por qué estoy saliendo con un hombre distinto cada pocos días en lugar de sentar cabeza.
–Queda conmigo, a mí puedes explicármelo. Voy a llamar a Connie también, hoy no ha venido a comer. Ni ella ni mi tío Thomas. O están evitándose el uno al otro o están juntos en alguna parte. Quiero saber cuál de las dos opciones es la correcta.
Laila se rio.
–Oh, genial, posibles cotilleos. ¿Dónde quedamos? Es demasiado pronto para ir a Brady’s.
–¿Y el hotel? Podemos ir a pasear por la playa y pedir una pizza más tarde.
–Perfecto. Estoy allí en veinte minutos. Es lo que tardaré en escapar del proceso de inquisición que está teniendo lugar aquí.
Jess colgó y marcó el número de Connie.
–Hoy no has venido a comer. ¿Dónde estás?
–En casa.
–¿Sola?
–¿Por qué me preguntas eso? –preguntó Connie a la defensiva.
–Porque hoy el tío Thomas ha estado desaparecido en combate también. ¿Está contigo?
Connie se rio, aunque fue una risa un poco forzada.
–No, tenía un almuerzo con un comité en Annapolis.
–Qué bonito que estés al tanto de su agenda. ¿Qué vas a hacer para cenar?
Un silencio lo dijo todo.
–Oh, Dios mío, va a ir a tu casa, ¿verdad? Por eso te has quedado en casa, para prepararlo todo para su visita. ¿Esta noche es la noche?
–¿La noche de qué?
–Ya sabes, cuando los dos vais a hacer cosas feas.
–¡Qué bonita descripción! Va a venir a cenar. Ese es el plan.
–¿Y además de eso?
Connie soltó una risita nerviosa.
–Ojalá lo supiera. Estoy aterrada por lo que podría pasar después.
Parecía asustada de verdad y Jess sintió lástima por ella.
–No tiene que pasar nada más si tú no quieres.
–Lo sé. No es que esté presionándome, pero es que sé que tarde o temprano acostarme con él será el paso siguiente. ¿Y si se me ha olvidado hacerlo?
–Estoy segura de que a uno no se le olvida cómo se practica el sexo. Solo estás desentrenada, pero he oído que mi tío es muy bueno.
–¿Habláis de esas cosas en tu familia? –suspiró Connie–. Bueno, ¡cómo no! Los O’Brien no tenéis límite y esa es una de las razones por las que no sé si salir con él es buena idea.
–No te preocupes. Nunca hemos hablado abiertamente de algo tan íntimo, pero el tío Thomas tiene un largo historial de citas, así que tiene que haber alguna razón para que tantas mujeres hayan revoloteado a su alrededor.
–Oh, Dios –murmuró Connie abatida–. No necesitaba que me recordaras que voy a competir con la mitad de las mujeres solteras de Annapolis, que seguramente son mucho más sofisticadas que yo.
–¡Para ya! Todo saldrá bien. Le gustas y a ti te gusta él. Después de eso, todo fluye de manera natural, o eso me dicen.
–Espero que tengas razón –dijo Connie, pero no sonó muy convencida.
–Mira, Laila va a venir al hotel. Iba a invitarte, pero está claro que no puedes. Llama si nos necesitas e iremos allí si hace falta, ¿de acuerdo?
–Gracias. Me gustaría quedar con vosotras.
–No, claro que no. Si vienes, es que estás loca. Relájate y disfruta. Mi tío es un buen tipo y sería muy, muy, afortunado de tenerte en su vida.
Estaba sonriendo cuando colgó. Parecía que el amor estaba en el aire, al menos para una de ellas. En su caso, aún estaba por ver…
Thomas llegó a casa de Connie con flores, dulces y un libro nuevo sobre la bahía. Estaba más nervioso que antes, cuando había tenido que hablar ante un comité. A pesar de estar acostumbrado a hablar en público y de que le salía de manera natural, siempre se ponía nervioso cuando tenía que explicarles a los más importantes mecenas de la fundación por qué no habían logrado avanzar más. Lo último que la fundación podía permitirse era que sus mecenas pensaran que estaban malgastando su dinero, pero ahora mismo eso no le parecía nada comparado con tener que ver a Connie y cenar en su casa. Se sentía como un niño de nuevo… y no en el buen sentido porque él no era uno de esos hombres interesados en revivir su juventud.
Cuando sonó el timbre a la hora señalada, Connie abrió la puerta con las mejillas sonrojadas.
–¡Tengo que sacar el pollo antes de que se me queme! –anunció y salió corriendo.
Thomas la siguió hasta la cocina.
–¿Puedo ayudarte en algo? –le preguntó cuando ella se echó atrás y se chocó contra él, con la bandeja de pollo en las manos. Thomas estaba a punto