¿En qué punto estamos? La epidemia como política. Giorgio Agamben

¿En qué punto estamos? La epidemia como política - Giorgio  Agamben


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el laboratorio donde la nueva técnica de gobierno ha sido experimentada en su forma más extrema. Y es probable que cuando los futuros historiadores esclarezcan qué estaba realmente en juego en la pandemia, este período aparezca como uno de los momentos más vergonzosos de la historia italiana y aquellos que lo han conducido y gobernado, como irresponsables sin el menor escrúpulo ético.

      Si el dispositivo jurídico-político de la Gran Transformación es el estado de excepción, y su dispositivo religioso, la ciencia, en el plano de las relaciones sociales aquella ha confiado su eficacia a la tecnología digital, que, como ya es evidente, conforma un sistema con el “distanciamiento social”, que define la nueva estructura de las relaciones entre los seres humanos. En cada ocasión, las relaciones humanas deberían evitar hasta donde sea posible la presencia física y desarrollarse, como de hecho ya ocurría a menudo, a través de dispositivos digitales cada vez más eficaces e invasivos. La nueva forma de la relación social es la conexión, y quien no se encuentra conectado tiende a ser excluido de todo vínculo y condenado a la marginalidad.

      Lo que constituye la fuerza de la transformación en curso es asimismo, como sucede con frecuencia, su debilidad. La propagación del terror sanitario ha necesitado de un aparato mediático acorde y sin fallas, que no será fácil mantener intacto. La religión médica, como toda religión, tiene sus herejías y sus disensos, y ya diferentes voces autorizadas han puesto en entredicho la realidad y la gravedad de la epidemia, que no podrán ser indefinidamente mantenidas mediante la difusión cotidiana de cifras carentes de todo peso científico. Y es probable que los primeros en tomar conciencia de ello sean precisamente los poderes dominantes, que, si no presintiesen que se hallan en peligro, sin duda no habrían recurrido a dispositivos tan extremos e inhumanos. Ya desde hace décadas opera una progresiva pérdida de legitimidad de los poderes institucionales, a la que estos no han sabido poner freno a no ser a través de la producción de una perpetua emergencia y la necesidad de seguridad que esta genera. ¿Durante cuánto tiempo más y de acuerdo con qué modalidades podrá ser prolongado este actual estado de excepción? Lo cierto es que harán falta nuevas formas de resistencia, en las cuales deberán comprometerse sin reservas aquellos que no renuncian a pensar una política por venir, que no tendrá la forma obsoleta de las democracias burguesas ni la del despotismo tecnológico-sanitario que las está sustituyendo.

      Il manifesto, 26 de febrero de 2020

      Ante las frenéticas, irracionales y por completo injustificadas medidas de emergencia por una supuesta epidemia debida al coronavirus, resulta necesario partir de las declaraciones del Consiglio Nazionale delle Ricerche [Consejo Nacional de Investigación], según las cuales no sólo “no existe una epidemia de SARS-CoV2 en Italia”, sino que de cualquier manera “la infección, conforme los datos epidemiológicos disponibles hoy sobre decenas de miles de casos, causa síntomas leves/moderados (una especie de gripe) en el 80-90% de los casos. En el 10-15% de los casos puede desarrollarse una pulmonía, cuyo curso es, no obstante, benigno en su absoluta mayoría. Se estima que sólo el 4% de los pacientes requiere recuperación en cuidados intensivos”.

      Si esta es la situación real, ¿por qué los medios de comunicación masivos y las autoridades se dedican a difundir un clima de pánico, provocando un auténtico estado de excepción, con graves limitaciones de los movimientos y una suspensión del funcionamiento normal de las condiciones de vida y de trabajo en regiones enteras?

      Dos factores pueden contribuir a explicar este comportamiento tan desproporcionado. En primer lugar, se manifiesta una vez más la creciente tendencia a emplear el estado de excepción como paradigma normal de gobierno. El decreto-ley aprobado con prontitud por el gobierno “por razones de salud y de seguridad pública” en efecto se traduce en una verdadera militarización “de los municipios y áreas donde al menos una persona dé positivo sin conocer la fuente de transmisión o aquellos en los cuales haya un caso no atribuible a una persona proveniente de un área ya infectada por el virus”. Una fórmula tan vaga e indeterminada permitirá extender con rapidez el estado de excepción a todas las regiones, puesto que es casi imposible que no se verifiquen casos en otros sitios. Consideremos las graves limitaciones a la libertad previstas por el decreto: a) prohibición de alejarse del municipio o del area concerniente a todos los individuos que allí se encuentren; b) prohibición de acceso al municipio o al área en cuestión; c) suspensión de manifestaciones o iniciativas de cualquier naturaleza, de eventos y de toda forma de reunión en un lugar público o privado, incluso de carácter cultural, recreativo, deportivo o religioso, aunque se desarrollen en espacios cerrados a los cuales el público tenga acceso; d) suspensión de los servicios educativos de la infancia y de las escuelas de todo tipo y nivel, así como de la asistencia a actividades escolares y de formación superior, a excepción de las actividades educativas a distancia; e) cierre al público de museos, instituciones y otros lugares culturales referidos en el artículo 101 del Código del Patrimonio Cultural y del Paisaje, conforme lo dispuesto en el Decreto Legislativo del 22 de enero de 2004, nº 42, así como la suspensión de la efectividad de las disposiciones reglamentarias sobre el acceso libre y gratuito a esas instituciones y lugares; f) suspensión de todos los viajes educativos, tanto en Italia como hacia el extranjero; g) suspensión de los procedimientos de insolvencia y de las actividades de las oficinas públicas, sin perjuicio de la prestación de los servicios esenciales y de los servicios públicos; h) aplicación de la medida de cuarentena con vigilancia activa de los individuos que hayan tenido contacto estrecho con casos confirmados de la enfermedad infecciosa propagada.

      La desproporción ante lo que en palabras de la CNR es una gripe común, no muy diferente de las que se repiten año a año, salta a la vista. Parecería que, agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todo límite.

      El otro factor, no menos inquietante, es el estado de inseguridad y miedo que evidentemente se ha expandido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una verdadera necesidad de situaciones de pánico colectivo, a la cual la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Es así que, en un perverso círculo vicioso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos se acepta en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerlo.

      11 de marzo de 2020

      ¡El contagiado! ¡Dale! ¡Dale! ¡Dale al contagiado!

      Alessandro Manzoni, Los novios

      Habiendo llegado a oídos del gobernador que algunas personas con falso afán de caridad y para infundir terror y espanto al pueblo y a los habitantes de esta ciudad de Milán, y para excitarlos a algún tumulto, van ungiendo con untos, que llaman pestíferos y contagiosos, las puertas y cerrojos de las casas y las esquinas de los barrios de esa ciudad y otros sitios del Estado, so pretexto de llevar la peste a lo privado y a lo público, de lo cual resultan numerosos inconvenientes y no poca alteración entre las gentes, más aún para quienes con facilidad se persuaden de creer semejantes cosas, se hace saber a todos, cualquiera sea su calidad, estado, grado y condición, que, en el plazo de cuarenta días, se les entregarán quinientos escudos a quienes informen acerca de la persona o personas que han favorecido, ayudado o sabido de tal insolencia...

      Mutatis mutandis, las recientes disposiciones (adoptadas por el gobierno con decretos que nos complacería –pero es una ilusión– que no fueran confirmados por el Parlamento en forma de leyes dentro de los plazos previstos) transforman de hecho a cada individuo


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