Obras escogidas de Ireneo de Lyon. Alfonso Ropero
enviados por primera vez a Egipto a comprar trigo (Gn. 42:3), los diez apóstoles a los que aparece el Señor después de su resurrección cuando no estaba presente Tomás, manifiestan, según ellos, la Década invisible.
4. La Dodécada, en la que se ha producido el misterio de la pasión de una deficiencia –aquella pasión de la que, según ellos, se han formado las cosas visibles–, se encuentra de manera clara y manifiesta en todas partes. Así los doce hijos de Jacob, de donde han salido las doce tribus; el pectoral de variados colores, que posee doce piedras preciosas y doce cascabeles; las doce piedras colocadas por Moisés al pie de la montaña; las doce piedras colocadas por Josué en medio del río; y otras doce que fueron colocadas al otro lado del río; los doce hombres que llevaban el arca de la alianza; las doce piedras colocadas por Elías en el holocausto del toro; los doce apóstoles y en fin, en una palabra, todo lo que presenta el número doce significa para ellos su Dodécada.
El conjunto de todos los eones, llamado por ellos la Triacóntada (Treintena), está indicado por el arca de Noé, cuya altura era de treinta codos; por medio de Samuel cuando hace sentarse a Saúl el primero de treinta invitados; por medio de David, que se escondió durante treinta días en el campo, por medio de los treinta hombres que entraron con él en la cueva; y por la longitud del tabernáculo santo que, era de treinta codos.40
Todas las veces que encuentran otros pasajes donde figura este número, aseguran probar por medio de ellos su Triacóntada.
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El verdadero Dios invisible
1. He juzgado necesario añadir a todo esto lo que, con la ayuda de textos arrancados de las Escrituras, tratan de persuadir acerca de su Padre, desconocido para todos antes de la venida de Cristo. Quieren demostrar que el Señor ha anunciado a otro Padre diferente del Creador de este mundo el cual, como lo hemos dicho ya, según estos malvados blasfemos, es el “fruto de una deficiencia”.
Por consiguiente, cuando Isaías dice: “Israel no me conoce y mi pueblo no me comprende” (Is. 1:3), pretenden que ha hablado de la ignorancia del Abismo invisible. Toman en el mismo sentido las palabras de Oseas que dice: “No hay en ellos ni verdad ni conocimiento de Dios” (Os. 4:1). El versículo “No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se extraviaron, todos se corrompieron” (Ro. 3:11, 12), lo refieren a la ignorancia41 del Abismo.
Las palabras de Moisés: “No puede verme hombre alguno y vivir” (Éx. 33:20), tienen también relación con el Abismo.
2. Porque, según opinión de ellos, el Creador del mundo ha sido visto por los profetas; y en cambio aquella frase: “No puede verme hombre alguno y vivir”, creen que ha sido dicha de la grandeza invisible y desconocida de todos.
Nosotros, en el transcurso de nuestro trabajo mostraremos que esta frase: “Nadie verá a Dios”, ha sido dicha de aquel que es el Padre invisible y el Creador de todas las cosas, lo cual es evidente para todos nosotros, y que se refiere, no al Abismo inventado por ellos, sino al Creador que no es otro que el Dios invisible. También Daniel, según ellos, muestra su ignorancia, cuando pregunta al ángel la explicación de las parábolas.
Y el ángel oculta a sus ojos el gran misterio del Abismo, cuando le responde: “Retírate, Daniel, porque estas palabras han de quedar encerradas hasta que comprendan los inteligentes y se vuelvan brillantes los que serán brillantes” (Dn. 12:9, 10). Y se jactan de ser ellos los brillantes y los inteligentes.
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Escrituras apócrifas y relectura de los Evangelios
1. Introducen además subrepticiamente una multitud infinita de escrituras apócrifas y bastardas, confeccionadas por ellos, para impresionar a los necios y a los que ignoran los escritos auténticos. Con este mismo fin añaden la siguiente falsedad: Cuando el Señor era niño y aprendía las letras, el maestro, según su costumbre, le decía: “Di alfa”; a lo que él respondía “alfa”. Pero, cuando a continuación el maestro le ordenaba decir beta, el Señor le contestaba: “Dime tú primero qué es alfa, y yo te diré después lo que es beta”.
Explican ellos esta respuesta del Señor como si él solo fuera el conocedor del Incognoscible, al que manifestaba bajo la figura de la letra alfa.
2. Transforman también en el mismo sentido algunas palabras que figuran en el Evangelio. Así la respuesta que el Señor, a la edad de doce años, dio a su madre: “¿No sabéis que yo debo ocuparme en las cosas que son de mi Padre?” (Lc. 2:49), les anuncia, según ellos, al Padre que no conocían. Por este motivo envió también a sus discípulos a las doce tribus anunciando al Dios que les era desconocido.
De la misma manera a aquel que le decía: “Maestro bueno” (Mt. 19:16), señaló el Señor sin rodeos al Dios verdaderamente bueno, respondiéndole: “¿Por qué me llamas bueno? Uno solo es bueno, el Padre que está en los Cielos” (v. 17). Los cielos, de que aquí se trata, son, según ellos, los eones. Por eso el Señor no respondió a los que le preguntaban: ¿Con qué autoridad haces esto? (Mt. 21:23), sino que les dejó consternados con su pregunta, poniéndoles en situación embarazosa (vv. 24-27). No respondiendo, explican ellos, mostró el Señor el carácter indecible del Padre. En cambio en lo que dijo: “A menudo deseé oír una sola de esas palabras y no hubo quien me la dijera”,42 es, dicen ellos, de alguien que manifiesta, por medio de esta palabra, al único Dios, a quien no conocían. Asimismo, cuando el Señor se fue acercando a Jerusalén, lloró sobre ella y dijo: “Ah, si en este día conocieras también tú el mensaje de la paz, mas ahora está oculto a tus ojos” (Lc. 19:42), con esta última frase manifestó el misterio escondido del Abismo. Y cuando dijo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos y os haré mis discípulos” (Mt. 11:28, 29), anunció al Padre de la Verdad, porque, dicen, les prometió enseñar lo que ignoraban.
3. En fin, como prueba de todo lo que precede y, por decirlo así, como expresión última de todo su sistema, aducen el texto siguiente: “Yo te alabo, Padre, Señor de cielos y tierra, porque, habiendo escondido estas cosas a los sabios y prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu voluntad. Todas las cosas me han sido confiadas por mi Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo, ni al Hijo, sino el Padre, y aquel a quien el Hijo lo revelare” (Mt. 11:25-27).
Con estas palabras, según ellos, ha manifestado el Señor claramente que, antes de su venida, nadie conoció al Padre de la Verdad descubierto por ellos; y afirman que el Autor y Creador del mundo ha sido siempre conocido de todos, en tanto que las palabras del Señor se refieren al Padre desconocido de todos, a quien ellos anuncian.
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La redención gnóstica
1. Ocurre que es invisible e inasible la tradición que se refiere a su redención,43 porque esta redención es la madre de los seres inasibles e invisibles. Por eso, como es inestable, no puede ser descrita simplemente y por medio de una sola fórmula, porque cada uno de ellos la transmite como quiere, porque cuantos son los iniciadores en los misterios de esta doctrina, tantas son las “redenciones”. Que esta clase de personas ha sido enviada secretamente por Satanás, para la negación del bautismo de regeneración en Dios y para la destrucción de toda la fe, lo mostraremos en el lugar adecuado, cuando los refutemos.
2. La redención, según ellos, es necesaria para quienes han recibido el conocimiento (gnosis) perfecto, para que puedan ser regenerados en la Virtud, que está por encima de todo.
A falta de ella es imposible entrar en el Pleroma, porque es esta redención la que hace descender a las profundidades del Abismo.
El bautismo fue