Pacomio y sus discípulos. San Pacomio

Pacomio y sus discípulos - San Pacomio


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y habitarás en la gloria que Dios te ha dado. Vigila sobre ti, porque: Dichoso quien sea encontrado velando; será constituido sobre los bienes de su Señor (Mt 24, 46-47), y entrará lleno de alegría en el Reino. Los amigos del esposo lo amarán, porque lo encontraron cuidando la viña122.

      21. Hijo mío, sé misericordioso en todas las cosas, porque está escrito: Esfuérzate por presentarte ante Dios como un hombre probado, un trabajador irreprensible (2 Tm 2,15). Vuélvete hacia Dios como el que siembra y cosecha, y almacenarás en tu granero los bienes de Dios123. No ores ostensiblemente como aquellos hipócritas124, sino renuncia a tus deseos, obra para Dios, obrando así por tu propia salvación. Si te aguijonea una pasión: amor por el dinero, envidia, odio y otras pasiones, vela sobre ti, ten un corazón de león125, un corazón valiente, combate las pasiones, destrúyelas como a Sijón, a Hog y a todos los reyes de los amorreos126. El Hijo amado, el Unigénito, el rey Jesús, combate por ti para que puedas heredar las ciudades enemigas. Rechaza todo orgullo lejos de ti y sé valiente. Mira: cuando Jesús127, el hijo de Navé, fue valeroso, Dios le entregó en sus manos a sus enemigos128. Si eres pusilánime, te haces extraño a la ley de Dios; la pusilanimidad te colma de pretextos para ceder a la pereza, a la incredulidad y a la negligencia, hasta que perezcas. Ten un corazón de león, grita también tú: ¿Quién nos separará del amor de Dios? (Rm 8,35), y di: Aunque mi hombre exterior se desmorone, el interior se renueva día a día (2 Co 4,16).

      22. Si habitas en el desierto, lucha con oraciones, ayunos y mortificaciones. Si vives en medio de los hombres: Sé prudente como las serpientes y sencillo como las palomas (Mt 10,16)129. Si alguien te maldice, sopórtalo de buen ánimo130, espera en Dios que realizará lo que es bueno para ti. Tú no maldigas a la imagen de Dios131, pues Dios te ha dicho: A quien me glorifique, yo lo glorificaré, a quien me maldiga yo lo maldeciré (1 S 2,30)132. Y si te alaban, no te alegres, porque está escrito: Pobres de ustedes si todos los hombres los alaban (Lc 6,26). También está dicho: Dichosos ustedes cuando los insulten, los persigan, y rechacen su nombre como maldito (Lc 6,22). Del mismo modo nuestros padres Bernabé y Pablo, después de ser alabados, rasgaron sus vestiduras y se entristecieron, porque aborrecían la gloria de los hombres133. También Pedro y Juan, después de haber sufrido ultrajes en el Sanedrín, salieron llenos de alegría porque habían merecido ser ultrajados por el santo nombre del Señor134. Tenían su esperanza en la gloria de los cielos.

      23. Pero tú, hijo mío, huye de las comodidades de este mundo, para estar en la alegría del mundo futuro; no seas negligente dejando pasar día tras día, no sea que te vengan a buscar antes de que tú lo adviertas y conozcas la angustia135; y los servidores del ángel de la muerte136 te rodeen, te rapten cruelmente y te lleven a sus moradas de tinieblas, llenas de terror y angustia137. No te aflijas cuando seas ultrajado por los hombres138, sino aflígete y suspira cuando peques -este es el verdadero ultraje- y cuando seas doblegado por tus pecados.

      24. Te ruego insistentemente odiar la vanagloria. La vanagloria es el arma del diablo. De este modo fue engañada Eva. (El diablo) le dijo: Coman del fruto del árbol, se abrirán sus ojos y serán como dioses (Gn 3,5). Ella escuchó pensando que era verdad, buscó tener la gloria de la divinidad y le fue quitada incluso aquella gloria humana. Lo mismo tú, si sigues la vanagloria, ella te hará ajeno a la gloria divina. Pero para Eva no había nada escrito a fin de advertirla sobre esta guerra, antes que el diablo la tentase; para esto vino el Verbo de Dios139 y tomó carne de la Virgen María: para liberar a la estirpe de Eva140. Tú, en cambio, respecto a esta guerra, te has instruido en las santas Escrituras, por los santos que te han precedido. Por eso, hermano mío, no digas: “No había oído hablar, no me habían informado ni ayer ni antes de ayer”. Pues está escrito, en efecto: El clamor de su voz se ha difundido por toda la tierra, y sus palabras han llegado hasta los confines del mundo (Sal 18 [19],15; Rm 10,18). Ahora, pues, si eres alabado, refrena tu corazón y glorifica a Dios. Y si, en cambio, te insultan, da gloria a Dios y agradécele de ser digno de la suerte de su Hijo y de sus santos. Si han llamado “impostor”141 a tu Señor, “locos” a los profetas142, y “tontos”143 a otros, cuanto más nosotros, (que somos) tierra y ceniza144, no debemos entristecernos cuando somos calumniados. Este es el camino para que tengas vida145. Si, en cambio, es tu negligencia la que te precipita, entonces llora y gime. En efecto: Aquellos que se criaban entre púrpura, ahora están cubiertos de basura (Lm 4,5), porque han descuidado la ley de Dios y han seguido sus caprichos. Ahora, hijo mío, llora delante de Dios en todo tiempo146, porque esta escrito: ¡Dichoso el que has elegido y has tomado contigo! (Sal 64 [65],5). Has puesto en su corazón tus pensamientos en el valle del llanto, lugar que tú has preparado (Sal 83 [84],6-7).

      25. Adquiere la inocencia, sé como esas ovejas inocentes, que si se les quita la lana no dicen ni una palabra147. No vayas de un lugar a otro diciendo: “Aquí o allá encontraré a Dios”. Dios ha dicho: Yo lleno el cielo, Yo lleno la tierra (Jr 23,24)148. Y de nuevo: Si pasaras a través del agua, Yo estoy contigo (Is 43,2). Y: Los ríos no te sumergirán (Is 43,2). Debes saber, hijo mío, que Dios vive dentro de ti, para que permanezcas en su ley y en sus mandamientos. El ladrón estaba en la cruz y entró en el paraíso149. Judas, en cambio, era uno de los apóstoles y traicionó a su Señor150. Rahab yacía en la prostitución y fue contada entre los santos151; Eva, en cambio, en el paraíso fue engañada152. Job sobre la basura fue comparado a su Señor153, Adán en el paraíso se desvió del precepto154. Los ángeles estaban en el cielo y fueron precipitados al abismo155; Elías y Henoc fueron conducidos al reino de los cielos156. En todo lugar, por tanto, busquen a Dios, busquen en todo tiempo su fuerza (cf. 1 Cro 16,11; Sal 104 [105],4). Búsquenlo como Abrahám que obedeció a Dios, ofreció en sacrificio a su hijo157 y por esto fue llamado “mi amigo”158. Búsquenlo como José, que luchó contra la impureza159 hasta reinar sobre sus enemigos160. Búsquenlo como Moisés, que siguió a su Señor; Él lo constituyó legislador y le hizo conocer su imagen161. Lo buscó Daniel y (Dios) le dio a conocer grandes misterios y lo salvó de las fauces de los leones162. Lo buscaron los tres santos y lo encontraron en el horno ardiente163. Job se refugió en Él, y Él le curó sus heridas164. Lo buscó Susana, y (Dios) la salvó de las manos de los impíos165. Lo buscó Judit, y lo encontró en la carpa de Holofernes166. Todos estos lo buscaron, y Él los salvó, y también salvó a los otros.

      26. En cuanto a ti, hijo mío, ¿hasta cuándo serás negligente? ¿Cuál es el límite de tu negligencia? Este año es como el año pasado y hoy es como ayer. Mientras seas negligente, no habrá ningún progreso para ti. Sé sobrio, eleva tu corazón167. Deberás comparecer delante del tribunal de Dios y rendir cuentas de lo que has hecho en lo secreto y de lo que has hecho públicamente168. Si vas a un lugar donde se combate la guerra, la guerra de Dios, y si el Espíritu de Dios te exhorta: “No te duermas en este lugar, porque hay insidias”, y el diablo por su parte te susurra: “Cualquier cosa que te suceda, es la primera vez, o si has visto esto o aquello, no te aflijas”; no escuches sus astutos discursos. No sea que el Espíritu de Dios se retire de ti y te desanimes, que pierdas la fuerza como Sansón, que los extranjeros te aten con cadenas y te lleven a la rueda de moler169; es decir, al rechinar de dientes170 y te conviertas para ellos en un objeto de irrisión, es decir que se burlen de ti y que ya no conozcas más el camino hacia tu ciudad171, porque te han sacado los ojos172 por haberle abierto tu corazón a Dalila173, es decir al diablo que te ha capturado con el engaño, porque no has escuchado los consejos del Espíritu. Has visto también lo que le sucedió a un hombre valiente como David; felizmente en seguida se arrepintió respecto de la mujer de Urías174. Asimismo, está escrito: Han visto mi herida, teman (Jb 6,21).

      27. He aquí que has aprendido que Dios no les ha ahorrado (pruebas) a los santos175. Vigila, entonces, sabes las promesas que has hecho, huye de la arrogancia, arranca de ti mismo al diablo para que él no te arranque los ojos de tu inteligencia y te deje ciego, de modo que no conozcas más el camino de la ciudad, el lugar donde vives176. Reconoce de nuevo la ciudad de Cristo, glorifícalo porque ha muerto por ti.

      28. ¿Por qué cuándo un hermano te hiere con una palabra, te enojas, te comportas como una fiera? ¿Acaso no recuerdas que Cristo murió por ti177? Y cuando tu enemigo, esto es el diablo, te susurra alguna cosa, inclinas tu oído hacia él para que te derrame su maldad, le abres tu corazón y absorbes el veneno que te ha dado. ¡Desdichado! ¡Éste


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