Pacomio y sus discípulos. San Pacomio

Pacomio y sus discípulos - San Pacomio


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soportado una pequeña palabra dicha por tu hermano. Pero cuando el enemigo busca devorar tu alma178, entonces, ¿qué has hecho? ¿Con él sí tuviste paciencia?

      No, querido mío, no se deberá lamentar tu situación, porque, en vez de un ornamento de oro sobre la cabeza, se te rapará la cabeza a causa de tus obras (Is 3,24). Vigila más bien sobre ti, soporta alegremente a quien te desprecia, sé misericordioso con tu hermano179, no temas los sufrimientos del cuerpo.

      29. Hijo mío, presta atención a las palabras del sabio Pablo cuando dice: Me esperan cadenas y tribulaciones en Jerusalén, pero no justifico mi alma con ninguna palabra sobre el modo de acabar mi carrera (Hch 20,23-24); y: Estoy dispuesto a morir en Jerusalén por el nombre de mi Señor Jesucristo (Hch 21,13). Ni el sufrimiento, en efecto, ni la prueba, impedirán a los santos alcanzar al Señor. ¡Ten confianza! ¡Sé valiente! ¡Acaba con la cobardía diabólica! Corre más bien en pos del coraje de los santos. Hijo mío, ¿por qué huyes de Adonai, el Señor Sabaoth y recaes en la esclavitud de los Caldeos180? ¿Por qué das de comer a tu corazón en compañía de los demonios?

      30. Hijo mío, cuídate de la fornicación181, no corrompas los miembros de Cristo. No obedezcas a los demonios. No hagas de los miembros de Cristo, miembros de una prostituta (1 Co 6,15). Piensa en la angustia del castigo, pon delante de ti el juicio de Dios, huye de toda concupiscencia182, despójate del hombre viejo y de sus obras y revístete del hombre nuevo (Col 3,9)183. Piensa en la angustia (que experimentarás) en el momento de salir de este cuerpo.

      31. ¡Hijo mío, refúgiate a los pies de Dios! Es Él quien te ha creado y por ti ha padecido estos sufrimientos. Ha dicho, en efecto: Ofrecí mi espalda a los latigazos y mis mejillas a los golpes, no retiré mi cara a la ignominia de los salivazos (Is 50,6). Oh hombre, ¿de qué te sirve hacer el camino hacia Egipto para beber el agua de Geón184, que está contaminada? (Jr 2,18). ¿En qué te benefician estos pensamientos turbulentos, hasta el extremo de sufrir tales penas? Conviértete, más bien, y llora sobre tus pecados. Está escrito, en efecto: Si hacen una oferta por sus pecados, sus almas tendrán una descendencia que vivirá por mucho tiempo (Is 53,10).

      32. Oh hombre, has visto que la transgresión es una cosa mala, y cuánto sufrimiento y angustia engendra el pecado. Pronto, huye, oh hombre, del pecado, piensa en seguida en la muerte. Está escrito: El hombre sensato trata duramente al pecado (Pr 29,8), y: El rostro de los ascetas resplandecerá como el sol (Mt 13,43; Dn 12,3). Acuérdate también de Moisés: Prefirió sufrir con el pueblo de Dios, antes que gozar de las delicias momentáneas del pecado (Hb 11,25). Si amas el sufrimiento de los santos, ellos serán tus amigos e intercesores ante Dios y Él te concederá todas tus justas peticiones, pues has llevado tu cruz y has seguido a tu Señor185.

      33. No busques un puesto de honor entre los hombres186, para que Dios te proteja contra las tempestades que tú no conoces y te establezca en su ciudad, la Jerusalén celestial. Examina todo y quédate con lo que bueno (1 Ts 5,21). No seas altanero frente a la imagen de Dios187. Vigila sobre tu juventud, para velar sobre tu ancianidad188. Que no debas experimentar vergüenza o reproches en el valle de Josafat189, allí donde todas las criaturas de Dios te verán y te increparán diciendo: “¡Siempre habíamos pensado que eras una oveja y aquí, en cambio, hemos constatado que eres un lobo190! Vete ahora al abismo del infierno, arrójate en el seno de la tierra” (Is 14,15). ¡Qué gran vergüenza! En el mundo eras alabado como un elegido, pero cuando llegaste al valle de Josafat, al lugar del juicio, te han visto desnudo191, y todos contemplan tus pecados y tu inmundicia expuestos ante Dios y los hombres. ¡Pobre de ti en aquella hora! ¿Hacia dónde volverás tu rostro? ¿Abrirás acaso tu boca? ¿Qué dirás? Tus pecados están impresos sobre tu alma negra como un cilicio192. ¿Qué harás entonces? ¿Llorarás? Tus lágrimas no serán recibidas. ¿Suplicarás? Tus súplicas no serán recibidas, porque no tienen piedad aquellos a los cuales te has entregado193. Pobre de ti en aquella hora, cuando oigas la voz severa y terrible: Los pecadores, vayan al infierno (Sal 9,18), y también: Apártense de mí malditos, al fuego eterno que ha sido preparado por el diablo y sus ángeles (Mt 25,41). Y también: A los que cometieron transgresiones yo los he detestado (Sal 100 [101],3). Borraré de la ciudad del Señor a todos aquellos que obran el mal (Sal 100 [101],8)194.

      34. Hijo mío, usa de este mundo con circunspección195, avanza considerándote nada, sigue al Señor en todas las cosas para estar seguro en el valle de Josafat. Que el mundo te mire como a uno de aquellos que han sido despreciados196; ¡a fin de que, en el día del juicio, en cambio, tú seas hallado revestido de gloria! Y no confíes a nadie tu corazón en lo que atañe al descanso de tu alma, sino confía todos tus anhelos al rey, que el te sustentará (Sal 54 [55],23). Mira a Elías, confió en el Señor en el torrente Querit y fue alimentado por un cuervo197.

      35. Cuídate atentamente de la fornicación198. Ésta ha herido y hecho caer a muchos. No te hagas amigo de un joven. No corras detrás de las mujeres199. Huye de la complacencia del cuerpo, porque las amistades inflaman como llamas200. No corras tras ninguna carne, porque si la piedra cae sobre el hierro, la llama se inflama y consume todas las sustancias. Refúgiate siempre en el Señor, siéntate a su sombra, porque quien vive bajo la protección del Altísimo, habitará a la sombra del Dios del cielo (Sal 90 [91],1), y no vacilará jamás (Sal 124 [125],1)201. Acuérdate del Señor y que suba a tu corazón el pensamiento de la Jerusalén celestial202; estarás bajo la bendición del cielo y la gloria de Dios te custodiará.

      36. Vigila con toda solicitud tu cuerpo y tu corazón. Busca la paz y la pureza (Hb 12,14), que están unidas entre sí, y verás a Dios. No tengas203 disputas con nadie, porque quien está en alguna pelea con su hermano, es enemigo de Dios y quien está en paz con su hermano, está en paz con Dios. ¿No has aprendido ahora que nada es más grande que la paz que conduce al amor mutuo? Incluso si estás libre de todo pecado, pero eres enemigo de tu hermano, te haces extraño a Dios; está escrito, en efecto: Busquen la paz y la pureza (Hb 12,14), porque están unidas entre sí. Está escrito, asimismo: Aunque tuviese toda la fe como para mover montañas, si no tengo la caridad del corazón, de nada me serviría (1 Co 13,2-3). La caridad edifica (1 Co 8,1). ¿Qué cosa podría ser purificada de la impureza? (Si 34,4). Si sientes en tu corazón odio o enemistad, ¿dónde está tu pureza? El Señor dice por Jeremías: Dirige a su prójimo palabras de paz, pero hay enemistad en su corazón, habla amablemente a su prójimo, pero hay enemistad en su corazón, o alimenta pensamientos de enemistad. ¿Contra esto no deberé encolerizarme? dice el Señor. ¿O de un pagano como éste mi alma no deberá vengarse? (Jr 9,5-9). Es como si dijese: “El que es enemigo de su hermano, ése es un pagano, porque los paganos caminan en las tinieblas, sin conocer la luz204. Así, quien odia a su hermano camina en las tinieblas y no conoce a Dios. El odio y la enemistad, en efecto, han cegado sus ojos205 y no ve la imagen de Dios206.

      37. El Señor nos ha mandado amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y hacer el bien a los que nos persiguen207. ¡En qué peligro nos encontramos entonces, si nos odiamos unos a otros208, (si odiamos) a nuestros miembros-hermanos unidos a nosotros209, los hijos de Dios210, renuevos de la verdadera vid211, ovejas del rebaño espiritual reunidas por el verdadero pastor212, el Unigénito de Dios, que se ofreció en sacrificio por nosotros213! Por esta obra grandiosa el Verbo viviente ha padecido esos sufrimientos. ¿Y tú, oh hombre, la odias por envidia y vanagloria, por avaricia o por arrogancia? Así, el enemigo te ha descarriado para hacerte extraño a Dios. ¿Qué defensa presentarás delante de Cristo? Él te dirá: “Odiando a tu hermano me odias a mí”214. Irás, pues, al castigo eterno215, porque has alimentado la enemistad hacia tu hermano; en cambio, tu hermano entrará en la vida eterna, porque se ha humillado delante de ti por causa de Jesús.

      38. Busquemos entonces los remedios para este mal antes de morir. Queridísimos, dirijámonos al evangelio de la verdadera ley de Dios, el Cristo, y le escucharemos decir: No condenen para no ser condenados, perdonen y serán perdonados (Lc 6,37). Si no perdonas, tampoco serás perdonado. Si estás en peleas con tu hermano, prepárate para el castigo por tus culpas, tus transgresiones, tus fornicaciones realizadas ocultamente, tus mentiras, tus palabras obscenas, tus malos pensamientos, tu avaricia, tus malas acciones de las que rendirás cuenta al tribunal de Cristo216,


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