El libro negro del comunismo. Andrzej Paczkowski
a cualquier tipo de ajuste de cuentas. ¿Cómo definir al kulak? ¿El de segunda o el de tercera categoría? En enero-febrero de 1930 ya no se podían ni siquiera utilizar los criterios que definían la explotación kulak, pacientemente elaborados después de cuidadosas discusiones mantenidas por diferentes ideólogos y economistas del partido durante los años previos. Efectivamente, en el curso del último año, los kulaks se habían empobrecido considerablemente para hacer frente a los impuestos cada vez más gravosos que pesaban sobre ellos. Ante la ausencia de signos exteriores de riqueza, las comisiones debían recurrir a las listas fiscales, a menudo antiguas e incompletas, conservadas por el soviet rural, a los informes de la GPU, a las denuncias de vecinos atraídos por la posibilidad de robar los bienes de otro. Efectivamente, en lugar de proceder a un inventario preciso y detallado de los bienes y transferirlos, según las instrucciones oficiales, al fondo inalienable del koljoz, las brigadas de deskulakización actuaban según la orden «comamos y bebamos, todo es nuestro». Como lo señalaba un informe de la GPU procedente de la provincia de Smolensk, «los deskulakizadores quitaban a los campesinos acomodados sus ropas de invierno y su ropa interior caliente, apoderándose en primer lugar del calzado. Dejaban a los kulaks en calzones, echaban mano de todo, incluidos los viejos calzados de caucho, las ropas de mujer, el té de 50 kopecks, atizadores, jarros… Las brigadas confiscaban hasta las pequeñas almohadas que se colocaban bajo la cabeza de los niños, incluso la kasha que se cocía en el horno y que arrojaban sobre los iconos después de haberlos roto»4. Las propiedades de los campesinos deskulakizados fueron a menudo simplemente saqueadas o vendidas al mejor postor a precios irrisorios. Algunas isbas fueron compradas por 60 kopecks, vacas por 15 kopecks —es decir, a precios varios centenares de veces inferiores a su valor real— por los miembros de las brigadas de deskulakización. Como posibilidad ilimitada de pillaje, la deskulakización sirvió también a menudo de pretexto para arreglar cuentas personales.
En esas condiciones, no resulta sorprendente que, en algunos distritos, entre el 80 y el 90 por 100 de los campesinos deskulakizados hubieran sido serednyaki, es decir, campesinos medios. Había que alcanzar, y si era posible superar, el número «indicativo» de los kulaks presentado por las autoridades locales. Se detuvo y deportó a campesinos nada más que por haber vendido durante el verano granos en el mercado o por haber empleado dos meses en 1925 o en 1926 a un obrero agrícola, por haber poseído dos samovares, por haber dado muerte a un cerdo en septiembre de 1929 «con la finalidad de consumirlo y de sustraerlo así a la apropiación socialista». Un campesino de ese tipo era detenido bajo el pretexto de que se había «entregado al comercio» aunque no era más que un campesino pobre que vendía los productos de su propia elaboración. Otro era deportado bajo el pretexto de que su tío había sido oficial zarista. Otro más era etiquetado de kulak a causa de que «frecuentaba de manera asidua la iglesia». Pero por regla general, se era catalogado como kulak por el único hecho de ser abiertamente opuesto a la colectivización. Reinaba tal confusión en las brigadas de deskulakización que se alcanzaba a veces las cimas de lo absurdo. Así, en una población de Ucrania, por no citar más que este ejemplo, un serednyak, miembro de una brigada de deskulakización, fue arrestado como kulak por representantes de otra brigada de deskulakización ¡que estaba realizando su labor en el otro extremo de la población!
No obstante, después de una primera fase que sirvió en algunos casos de pretexto para llevar a cabo ajustes de cuentas pendientes, o simplemente para entregarse al pillaje, la comunidad campesina no tardó en unirse frente a los «deskulakizadores» y a los «colectivizadores». En enero de 1930, la GPU censó 402 revueltas y «manifestaciones de masas» campesinas contra la colectivización y la deskulakización: en febrero 1.048 y en marzo 6.5285.
Esta resistencia masiva e inesperada del campesinado obligó al poder a modificar momentáneamente sus planes. El 2 de marzo de 1930, todos los periódicos soviéticos publicaron el famoso artículo de Stalin, «El vértigo del éxito», en el que este condenaba, «las numerosas violaciones del principio del voluntariado en la adhesión de los campesinos a los koljozes», imputando los «excesos» de la colectivización y de la deskulakización a los responsables locales «ebrios de éxito». El impacto del artículo fue inmediato. Durante solamente el mes de marzo, más de cinco millones de campesinos abandonaron los koljozes. Sin embargo, los problemas y desórdenes relacionados con la reapropiación, a menudo violenta, de los útiles y del ganado por parte de sus propietarios no cesaron. Durante el curso del mes de marzo, las autoridades centrales recibieron cotidianamente informes de la GPU señalando sublevaciones masivas en Ucrania occidental, en la región central de las tierras negras, en el Cáucaso Norte y en el Kazajstán. En total, la GPU contabilizó durante ese mes crítico más de 6.500 «manifestaciones de masas», de las que más de 800 debieron ser «aplastadas por la fuerza armada». En el curso de estos acontecimientos, más de 1.500 funcionarios fueron muertos, resultaron heridos o recibieron palizas. El número de víctimas entre los insurgentes no se conoce, pero debe contarse por miles6.
Al inicio del mes de abril, el poder se vio obligado a realizar nuevas concesiones. Envió a las autoridades locales varias circulares solicitando un ritmo más lento de colectivización, reconociendo que existía un peligro real de «una verdadera oleada de guerras campesinas» y de «un aniquilamiento físico de la mitad de los funcionarios locales del poder soviético». En abril, el número de revueltas y de manifestaciones campesinas bajó, resultando todavía impresionante con 1.992 casos registrados por la GPU. El descenso se aceleró a partir del verano: 886 revueltas en junio, 618 en julio y 256 en agosto. En total, durante el año 1930, cerca de dos millones y medio de campesinos participaron en cerca de 14.000 revueltas, motines y manifestaciones de masas contra el régimen. Las regiones más afectadas fueron Ucrania, en particular Ucrania occidental, donde distritos enteros, fundamentalmente en las fronteras de Polonia y de Rumania, escaparon al control del régimen, la región de las tierras negras y el Cáucaso del Norte7.
Una de las particularidades de estos movimientos fue el papel clave que desempeñaban en los mismos las mujeres, enviadas a primera línea con la esperanza de que no serían sometidas a represiones demasiado severas8. Pero si las manifestaciones de campesinas protestando contra la clausura de la iglesia o la colectivización de las vacas lecheras, que ponía en tela de juicio la propia supervivencia de sus hijos, afectaron de manera muy particular a las autoridades, también hubo numerosos enfrentamientos sangrientos entre destacamentos de la GPU y grupos de campesinos armados con horcas y hachas. Centenares de soviets fueron saqueados, mientras que los comités campesinos tomaban en sus manos, por algunas horas o por algunos días, los asuntos de la aldea, formulando una lista de reivindicaciones, entre las que figuraban la restitución de los útiles y del ganado confiscado, la disolución del koljós, la restauración de la libertad de comercio, la reapertura de la iglesia, la restitución a los kulaks de sus bienes, el regreso de los campesinos deportados, la abolición del poder bolchevique o… el restablecimiento de una «Ucrania independiente»9.
Aunque los campesinos llegaron, fundamentalmente en marzo y en abril, a perturbar los planes gubernamentales de colectivización acelerada, sus éxitos fueron de corta duración. A diferencia de lo que había pasado en 1920-1921, no llegaron a poner en funcionamiento una verdadera organización, a encontrar dirigentes y a federarse salvo en el ámbito regional. Carentes de tiempo frente a un régimen que reaccionó con rapidez, carentes de cuadros porque habían sido diezmados durante la guerra civil, carentes de armas porque progresivamente habían sido confiscadas en el curso de los años veinte, las revueltas campesinas no duraron mucho.
La represión fue terrible. Solamente en los distritos fronterizos de la Ucrania occidental, la «limpieza de los elementos contrarrevolucionarios» condujo al arresto, a finales del mes de marzo de 1930, de más de 15.000 personas. La GPU de Ucrania detuvo además en el plazo de cuarenta días, del 1 de febrero al 15 de marzo, a otras 26.000 personas, de las que 650 fueron fusiladas. Según los datos de la GPU, 20.200 personas fueron condenadas a muerte en 1930 solamente por las jurisdicciones de excepción de la policía política10.
Mientras que se proseguía la represión de los «elementos contrarrevolucionarios», la GPU aplicaba la directiva número 44/21 de G. Yagoda sobre el arresto de 60.000 kulaks de primera categoría. A juzgar por los informes cotidianos enviados a Yagoda, la operación fue llevada a cabo a la perfección: