Reparando mundos. María Eugenia Ulfe

Reparando mundos - María Eugenia Ulfe


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al colegio, enfatizaba el hecho de que eran muy jóvenes y no sabían lo que hacían (una forma de absolver deudas). El alcalde nos abrió las primeras puertas. Las otras puertas nos las abrió Nilton, presidente en ese momento de la Asociación de Víctimas, quien nos introdujo también en su red familiar; Napoleón, Elvira y los profesores del colegio Los Andes. Fuera de esos márgenes, aparecieron Kelly, vendedora de jugos en la puerta de su casa, y su esposo Wilson, que venía de Puno, quienes nos ayudaron con el transporte y a conocer el espacio, el territorio: el helicóptero derruido en lo que quedaba de la base militar, la granja comunal, las estancias, las aguas termales en disputa constante con Sacsamarca, y el camino ida y vuelta a Lucanamarca.

      Nuestros primeros contactos eran, sobre todo, las autoridades (casi todos varones) y miembros de la élite local entre quienes sí había mujeres, pero de las familias que habían gobernado históricamente la región. El «estar ahí», como diría Geertz (1988), nos permitió avanzar en la construcción de lazos sociales en la localidad. La fotografía es fundamental para pasar de la historia como anécdota a (intentar) comprender un contexto complejo entramado de relaciones, tensiones y pulsiones constantes, en las cuales la historia era una más de una serie de marcas y para colocar un rostro a los nombres de quienes ya habíamos conocido a través de relatos.

      Además, como veremos, las imágenes ayudaron a motivar conversaciones, a recordar cómo eran las personas, a contar con emoción sus vivencias. Los eventos marcan y dejan secuelas en los cuerpos y territorios. Aquí las imágenes quedaron en algunas postales de papel gracias al trabajo del tío de Nilton, Nicasio, y a Mariano Alarcón, los fotógrafos de Sancos. Ha sido un arduo y largo trabajo en el que, poco a poco, no solo fuimos conversando con más personas, sino develando las capas y horizontes históricos atravesados por ideas de clase, raza y género, no sin antes (como el epígrafe que abre esta sección muestra) atravesar nosotras por distintos papeles: ser vistas como funcionarias del PIR, miembros de alguna comisión de la verdad, ingenieras, maestras de escuela, abogadas o fotógrafas (todo menos antropólogas).

      Nuestro interés a lo largo de esta investigación es romper algunas ideas o metáforas y asumir el Informe final de la CVR como una gran narrativa sobre la nación e ir más allá de esta. La metáfora «entre dos fuegos» fue propuesta inicialmente por Carlos Iván Degregori (1985b) para explicar la manera como los campesinos peruanos se encontraban ubicados en el campo, entre la violencia de Sendero Luminoso y la represión autoritaria de las fuerzas armadas. Esta es la metáfora que recorre cómo se otorga centralidad a la figura de víctima en el Informe final de la CVR (su voz y su testimonio dan sustento a los estudios de casos a profundidad y también a la reconstrucción de eventos desde una perspectiva sociológica e histórica). Sin embargo, ideológicamente, esta metáfora es problemática, porque hay en sí una forma de ver a la víctima (o al «sujeto de-en-medio») como un individuo despolitizado; es decir, no recoge la agencia del sujeto (como diría Veena Das) que nace de su dolor. Además, se vuelve problemática porque construye la figura de un sujeto apolítico, mejor dicho, de una víctima apolítica cuando será la propia historia de estos pueblos que muestren, más bien, una vida política dinámica (capítulos 2 y 3).

      Al mismo tiempo, esta metáfora plantea la oposición casi natural entre víctimas y perpetradores: ¿puede un perpetrador ser visto como víctima? ¿Puede una víctima volverse perpetrador? ¿Dónde quedan las zonas grises del conflicto? En las batallas de memoria que han aparecido en el espacio público, luego de la presentación del Informe final de la CVR en 2003, vale destacar los relatos de perpetradores o de quienes tomaron la decisión de seguir el camino del PCP-SL siendo niños, como ha sido el caso de Lurgio Gavilán (2012). Estos relatos complejizan el panorama, ya que no se trata de categorías homogéneas ni estáticas. Al contrario, pensar en términos de «perpetradores» o «víctimas» es ir más allá y comprender sus propios matices (los límites y complejidades de un país poscolonial y posguerra como el peruano).

      Otro de nuestros objetivos es dejar atrás esa idea arraigada en el dominio popular que destaca el centralismo del Estado peruano como analógico, con una realidad que no trasciende y que niega la presencia del Estado en zonas alejadas, ya sea por las dificultades de las rutas de acceso antes que por resaltar las distancias culturales y sociales, que muchas veces son más dramáticas. Así, a la metáfora de «entre dos fuegos» se une otra, que es la de un «Estado inexistente», que va de la mano de otra metáfora creada por el historiador tacneño Jorge Basadre: la dicotómica relación entre un «Perú profundo» y un «Perú oficial». Si con la primera metáfora se despolitiza al sujeto víctima, con esta segunda se despolitiza el campo.

      Ya Jayme Patricia Heilman (2010) ha mostrado en su extraordinario recuento histórico los debates políticos presentes en las provincias de Vilcashuamán, Víctor Fajardo, Cangallo y Huanta en Ayacucho en las décadas anteriores al conflicto. Ahí, la figura de Fernando Belaunde destaca como líder político y su proyecto de reforma agraria resalta como un deseo común de obtener acceso y control a sus tierras. Además, anteriormente, la comisión integrada por el señor Ananías Sumari Mendoza, entre otros, fundó el colegio secundario Los Andes en Sancos. La historia de este colegio, de más de cincuenta años, refleja un proceso político denso y complejo. Nos habla, por un lado, de la presencia del Estado a través del sistema educativo, y por otro, describe una gran voluntad de cambio y movilidad social (que sus hijos estudien en su localidad y que quienes no tenían acceso a la educación secundaria puedan también ser instruidos).

      Alberto Fujimori estuvo dos veces en Huanca Sancos, una en 1995 y otra en 1997. En ambas ocasiones, llegó en helicóptero. Con su visita se realizó el proyecto de electrificación y la construcción en material noble del nuevo local del colegio nacional Los Andes. Al mismo tiempo, las imágenes de Belaunde en su recorrido por el país se conservan y se muestran en el municipio de Lucanamarca. Belaunde fue el primer presidente que «casi» llega a Lucanamarca (se quedó en las punas altas, en el camino entre Sancos y Lucanamarca), pero su recuerdo pervive en el municipio e historia de la localidad. Después de Belaunde, Alejandro Toledo arribó a Lucanamarca para participar de la ceremonia de entierro digno; más adelante, en 2013, Ollanta Humala también llegó para dar un discurso sobre reparaciones. No estamos hablando, pues, de lugares alejados ni distantes del Estado.

      Este libro cuenta las historias de Lucanamarca y Sancos a través de las muchas memorias e historias de personas. Sus nombres están protegidos con seudónimos. Solamente en casos de personas públicas dejamos los nombres reales. Los capítulos 1 y 2 se centran en la historia larga y profunda para mostrar desde allí la trama de relaciones políticas y sociales, la manera como una élite construye el Estado para una región para luego, durante los años de guerra, encontrarse con un Estado represor y autoritario. Usamos imágenes como articuladoras de los testimonios recogidos y también para mostrar el lado más humano y la vida cotidiana de una guerra deshumanizadora. El capítulo 3 trata sobre el Estado neoliberal al que describimos como gestor por cómo las políticas públicas de reparaciones serán tratadas en el caso peruano.

      Finalmente, el capítulo 4 trata sobre las experiencias de la reparación. Mientras las voces contarán las experiencias de los sujetos, estos ayudarán a informar sobre el funcionamiento de una política social: las circunstancias alimentarán la mirada sobre lo problemático que es pensar una política social de reparación en un país donde no todos los ciudadanos cuentan con iguales oportunidades ni derechos. Por último, el libro cierra con un epílogo en el que narramos dos eventos entrecruzados. Primero, nos detenemos en la gran marcha en la que acompañamos a quienes cuentan sus historias en este libro a pedir el incremento de la reparación económica y más oportunidades en materia de reparaciones en educación, salud mental y vivienda. Segundo, pasamos revista a una serie de exposiciones de arte con las cuales representamos los hechos aquí narrados. Lo simbólico es también un terreno en el cual la misma representación dará forma a la cosa representada. Así, Lucanamarca será recordada por el baño de sangre, mientras que Sancos pasará a formar parte de los demás pueblos andinos, costeños y amazónicos por donde pasó la violencia y se quedó allí en la misma indiferencia del Estado.

      1 En el diario en el que la señora Liduvina García escribe


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