Determinismo y organización. Gustavo Caponi

Determinismo y organización - Gustavo Caponi


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nunca llegaron a ser tan frecuentados y estudiados como lo ha sido la propia biología evolucionaria. Tal es el caso de ese dominio de la investigación biológica que Marcel Weber (2004, p.3) llamó “biología experimental”, que no es otro que aquel que Mayr (1961, p.1502) englobó bajo el rótulo de “biología funcional” (cf. Caponi: 2001). Y ahí también puede ocurrir ese deseable enriquecimiento de la historia de la ciencia por la filosofía de la ciencia.

      En efecto, el estudio de la historia de esos otros dominios disciplinares también se puede ver beneficiado y enriquecido por esos desarrollos de la filosofía de la biología a los que estoy aludiendo. De las reflexiones epistemológicas sobre esos otros campos de las ciencias biológicas surgen recursos de análisis que también se pueden usar en estudios históricos sobre diferentes aspectos y momentos del desarrollo de disciplinas como la embriología, la inmunología y la genética, y en esa lista debe incluirse, por supuesto, la propia fisiología, máxime si pensamos en lo que será el tema de este libro: los presupuestos epistemológicos que pautaron el delineamiento del programa que Claude Bernard impuso en el ámbito de la fisiología experimental. Abordar estas reflexiones teniendo en cuenta los desarrollos de la filosofía de la biología actual puede resultar algo altamente instructivo, y cuando digo esto pienso en las derivaciones más recientes de algunas polémicas clásicas de ese campo de la filosofía de la ciencia. Pienso, particularmente, en las últimas discusiones sobre la estructura y el fundamento de las explicaciones causales propias de las ciencias biológicas, y también en las discusiones relativas al posible carácter teleológico de algunas de dichas explicaciones.

      De ahí emergen claves y planteamientos que pueden permitir una comprensión más nítida y una evaluación mejor ponderada de algunas opciones teóricas y algunos compromisos epistemológicos que fueron cruciales en el desarrollo de la fisiología experimental. Pero esas opciones ya habían sido objeto de las lúcidas reflexiones epistemológicas que el propio Bernard se permitió para establecer la legitimidad de sus emprendimientos teóricos, y es por eso que vale releerlas a la luz de la última reflexión de la filosofía de la biología. Esta puede darnos claves para terminar de entender lo que Claude Bernard realmente quería mostrar en tales consideraciones. Pero además de eso, la filosofía de la biología actual también puede darnos los recursos conceptuales y terminológicos que Bernard no tuvo a su disposición en el momento de ensayar sus propias indagaciones epistemológicas. La ciencia pasada —conforme ya vimos que Bachelard decía— debe ser evaluada y comprendida partiendo de las verdades que el estado actual del conocimiento deja “más claras y mejor coordinadas”, lo que no excluye a la propia filosofía de la ciencia que hemos desarrollado para situarnos mejor en ese presente desde el que, inevitablemente, iniciamos nuestra démarche histórico-epistemológica.

      Claude Bernard siempre fue, en efecto, sorprendentemente perspicaz y sumamente cuidadoso en lo que atañe a los compromisos y presupuestos fundamentales de su programa de investigación. Él fue su propio Whewell y su propio Herschel. Pero aunque él le haya dedicado muchas páginas al tratamiento de esas cuestiones de fundamentos, su modo de explicar y justificar la naturaleza de los posicionamientos ahí defendidos no siempre fue lo suficientemente claro. Eso fue así por la simple y sencilla razón de que en el siglo XIX no estaban disponibles los recursos de análisis epistemológico y la terminología de la que hoy disponemos. Esos recursos y esa terminología suponen la plena articulación y consolidación de un modo de hacer las ciencias del viviente que Bernard recién estaba ayudando a configurarse, y cuyos contornos aún no estaban plenamente definidos. Pero, además de eso, también es preciso decir que algunas reflexiones epistemológicas de Claude Bernard acabaron pareciendo más opacas de lo que en realidad eran, y eso fue así porque —en la mayoría de los casos— las claves de lectura con las que estas fueron abordadas no resultaron del todo adecuadas.

      Frecuentemente, cuando recorremos la literatura secundaria sobre la obra de Claude Bernard, percibimos que dicha literatura suele estar animada por una filosofía de la biología aún inmadura, e incluso precaria, y eso acaba comprometiendo la precisión y el alcance de los análisis allí desarrollados, cosa que se agrava precisamente en el examen de las reflexiones epistemológicas que el propio Claude Bernard se permitía cuando quería dejar más claros los contornos y los presupuestos del programa de investigación que él estaba delineando. Muchos trabajos, no solo merecedores de elogio sino también de mucha consideración en cualquier tentativa de profundizar en el análisis histórico-epistemológico de la obra de Bernard, podrían haber llegado más lejos de lo que de hecho consiguieron llegar, si sus autores hubiesen podido, sabido o querido, recurrir a algunos desarrollos de la última filosofía de la biología. Esta nos da una comprensión del presente de las ciencias de la vida que facilita entender las tensiones y los clivajes de aquel momento fundacional en el que Bernard desarrollaba sus propias reflexiones epistemológicas.

      Quiero decir: gran parte de los análisis de dichas reflexiones que hasta aquí se hicieron habrían ganado mucho si hubiesen podido —y en ocasiones aceptado— tener como referencia algunas polémicas y algunos desarrollos recientes de la filosofía de la biología4. Por eso, en las próximas páginas tendré en cuenta esas polémicas y esos desarrollos para, con base en ellos, articular y proponer una reconstrucción unitaria del modo en el que Claude Bernard entendía no solo las explicaciones causales y funcionales propias de la fisiología, sino también la relación íntima que existía entre esas explicaciones y lo que él llamaba “determinismo físico-químico”. Pero dicha reconstrucción sobre el modo en el cual entendía la explicación del cómo de los procesos biológicos también dejará en evidencia algunas limitaciones en la comprensión que Bernard tenía de la biología en general, sobre todo en lo atinente al porqué del diseño biológico, entendiendo por esto último el hecho de que las estructuras biológicas sean adecuadas a los desempeños funcionales exigidos para posibilitar la viabilidad de los seres vivos. Defenderé, así, cuatro tesis que quiero formular desde el inicio, aunque sea de una forma un poco cruda y sumaria.

      La primera de esas tesis se limita a afirmar que Claude Bernard sustentaba una concepción experimentalista de la explicación causal; la segunda es que su crítica al vitalismo y su defensa del determinismo eran perfectamente compatibles con el desarrollo de una fisiología que aludiese a propiedades específicamente biológicas. La tercera tesis, mientras tanto, es que el entendimiento que Bernard tenía de las imputaciones funcionales responde perfectamente a la concepción de la función como papel causal. Y la cuarta tesis será, sin duda, la más polémica: sostendré que el recurso que Bernard hace a supuestas leyes morfológicas que guiarían el desarrollo orgánico solo responde a su incapacidad de vislumbrar la posibilidad de una explicación naturalista, científica, del diseño biológico, una explicación que Darwin estaba proponiendo en el mismo momento en el que Claude Bernard parecía presuponer su total imposibilidad. Por otra parte, entre mi discusión de la segunda y la tercera tesis me detendré en un análisis de la noción de medio interno. Ese análisis no solo nos permitirá comprender mejor la concepción bernardiana de la explicación funcional, sino que también nos ayudará a identificar lo que podría caracterizarse como el ideal de orden natural de la fisiología experimental. A continuación balizo el camino que seguiré en mi argumentación.

      Lo primero que procuraré mostrar es que la idea de ley a la que alude Claude Bernard en sus escritos no remite necesariamente a enunciados nómicos como los supuestos en el modelo nomológico-deductivo de explicación. Dicha idea remite, más bien, a los invariantes estables bajo intervenciones que James Woodward puso en el centro de su concepción experimental de la explicación causal, y es a ese mismo entendimiento experimentalista del término “ley” que tenemos que remitirnos para entender las referencias que Bernard hacía a “leyes fisiológicas”. Él, sostendré, hablaba de “leyes fisiológicas” porque entendía que el desarrollo de la fisiología experimental ponía en evidencia invariantes que debían ser considerados como específicamente fisiológicos. Y la razón para considerarlos así era que ellos aludían a cambios ocurridos en variables cuyos estados eran descritos en términos de propiedades cuyo correlato o sustrato físico-químico aún no había sido establecido: propiedades que, en todos los casos, eran


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